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Saturday, May 16, 2015

Senectud, decadencia y poder

Senectud, decadencia y poder
¿Quiénes fueron en realidad aquellos seres, ahora con manos arrugadas,
sin dientes y que llevan caramelos de café con leche en los bolsillos?
Jorge Ignacio Pérez
mayo 13, 2015

Llegar a viejo –a la tercera edad, seamos políticamente correctos– es
todo un privilegio. Nuestras culturas latinas, más todavía las
latinoamericanas, ven a los ancianos como seres venerables a los que hay
que cuidar. Incluso, aunque parezca una rareza en el mundo actual,
muchos de sus venerables no son enviados a un hogar de ancianos y se
quedan en casa al cuidado de sus descendientes, con amor y respeto.

He escuchado alguna vez que el pintor Guayasamín, amigo personal del
dictador Castro, se dejó llevar por la tradición indígena de su pueblo y
se metió en la cama hasta morir dignamente, cuando un accidente de
aviación le llevó a un nieto y él no pudo superar la pena. El artista
ecuatoriano no estaba de muerte física cuando realizó el ritual, pero al
parecer su alma sí moría.

Cierta o no la anécdota, encierra un pasaje de dignidad inenarrable. La
dignidad es algo que suele perderse con la senectud, debido a razones
lógicas que traen consigo la pérdida de la lucidez.

En España sobreviví cuidando ancianos y enfermos terminales. Algunos
estaban cerca de ser centenarios. Lo más curioso es que mis "pacientes",
en época pasada, se hubieran pedido la cabeza. Lucharon en bandos
contrarios en la guerra civil –rojos y nacionales– hasta que les tocó
superar ese trauma –si acaso lo consiguieron– y enrumbar hacia una vejez
relativamente tranquila. Disfrutar de una calidad de vida magnífica era
lo que tocaba luego de haber creído y dado todo por unos ideales, que en
democracia podían mantenerse sin necesidad de rasguños ni de heridas
fuertes.

Los parques de España –el momento de tomar el sol– son el lugar de
confluencia de una senectud aferrada a los recuerdos, pero también a
ciertas comodidades conseguidas con el desarrollo de una sociedad civil.

¿Quiénes fueron en realidad aquellos seres, ahora con manos arrugadas,
sin dientes y que llevan caramelos de café con leche en los bolsillos?

¿Fueron franquistas, comunistas?

La verdad, daba igual.

Lo más preocupante para mí era que la familia no tenía tiempo de
cuidarlos y a la vez no quería enviarlos a una residencia (hogar de
ancianos), por lo que había contratado mis servicios. Así pude
sobrevivir, de aquella manera extraña y poco feliz porque la senectud me
hacía recordar, o vislumbrar, mejor, el momento en que el dictador que
me había expulsado de mi país llegara a ese punto, un punto en el que
uno se pude volver indigno, o más indigno todavía. O no.

Los ancianos son muy parecidos a los niños. Llevan pañales desechables y
caramelos en los bolsillos. Pero a diferencia de los infantes, transitan
hacia la muerte y, sin quererlo, roban la energía en el trasvase de las
manos. Por eso un afrocubano, también exiliado, me sugería que los
sujetara por los codos.

¡Pero qué va!, yo me las jugaba todas.

El futuro era incierto y lo más que venía a la mente era la imagen del
dictador llegada esa decadencia inevitable que producen los años, porque
sabía que moriría en la cama, como Franco. Sin ser llevado a un
tribunal, como el caudillo español.

Solo el tiempo podía hacer real la imagen depauperada de Castro que
recurría durante aquellos años inexplicables.

Ahora que la tenemos rehusamos mirarla porque no podemos apiadarnos de
ella. En eso no habíamos pensado. Tampoco que un presidente de uno de
los países más democráticos del mundo estrechara su mano en este momento
verdaderamente desconcertante.

Françoise Hollande ya tiene a la oposición política francesa en contra,
por ese acto egoísta. Muy posiblemente en su conciencia saltarán las
alarmas cuando la marea de su viaje por el Caribe haya bajado.

Nosotros, las víctimas del castrismo, pensamos que nada peor que
arrastrar una senectud tan bochornosa. El instinto de conservación suele
ser extremadamente caprichoso. ¡Si lo supiera yo!

Source: Senectud, decadencia y poder -
http://www.martinoticias.com/content/senectud-decadencia-poder/94190.html

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