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Sunday, May 17, 2015

Qué pasará en Cuba?

¿Qué pasará en Cuba?
REINALDO ESCOBAR, La Habana | Mayo 16, 2015

En la contraportada de un ejemplar del I Ching aparecían ejemplos de
preguntas que podían consultársele a ese oráculo chino. Interrogantes
como ¿Debo casarme con X? ¿Es el momento para hacer un viaje a Y? o ¿Qué
sucederá en Cuba? Los lectores de esa edición, de hace 43 años, han
tenido tiempo de comprobar por sí mismos con quién comparten finalmente
su vida o el lugar a donde terminaron yendo de vacaciones. Muy distinta
ha sido la situación de quienes interrogamos al libro agorero sobre el
destino de esta isla.

La pregunta escrita en esa carátula no ha dejado de perseguirme, como a
tantos otros cubanos. Desde inquietos extranjeros que pretendían
practicar el español y concluían queriendo saber sobre el destino
nacional; hasta periodistas extranjeros, cubanólogos de todas las
tendencias, académicos de varias disciplinas y políticos o diplomáticos
de carrera, procedentes de cualquier parte del mundo. En un momento u
otro de nuestra conversación siempre deslizaban la cuestión ¿Qué pasará
en este país?

Después del 17 de diciembre de 2014 la interrogante ha cobrado nuevos
bríos. Las hipótesis sobre los posibles escenarios van dejando atrás las
variables del inmovilismo eterno, la invasión extranjera o la explosión
social. A la par ha ganado credibilidad la presunción de que la fuerza
generadora de cambios vendrá desde arriba, de forma más o menos
controlada y con el beneplácito crítico de los antiguos enemigos
exteriores. Pero eso lo podría predecir cualquiera. Faltan los detalles.

Todo apunta a que el 24 de febrero de 2018 Cuba estrenará mandatario
elegido bajo las reglas de una nueva Ley Electoral. Las características
de quien ocupe esa responsabilidad estarán determinadas por el carácter
más o menos democrático que tenga la nueva normativa. En caso de que se
mantenga la comisión de candidaturas que confecciona la lista de
candidatos a diputados, se siga prohibiendo a los candidatos exponer sus
programas y se prolongue la actual forma en que la Asamblea Nacional
designa al presidente del Consejo de Estado, entonces en la silla
presidencial se sentará alguien designado desde el poder.

Si por el contrario la Ley Electoral permite que diferentes agrupaciones
políticas consensuen sus propias plataformas programáticas, casi de
manera automática tendrían que desaparecer las comisiones de candidatura
a todos los niveles y habría aspirantes a parlamentarios compitiendo por
el voto popular. En un escenario donde el presidente dependa
directamente del voto de los electores, con la posibilidad de optar
entre varios aspirantes, ya no habrá que preguntarse cuál será el
favorito del poder, sino quién será el preferido del electorado.

Dado el caso que se produzca tan ansiada apertura política, ¿cuáles
serían las presumibles tendencias que entrarán en competencia y cuáles
las que tendrán mayor aceptación? Dependerá de varios factores. Por una
parte del grado de libertad de expresión y asociación que se implante en
el país, como complemento indispensable para el funcionamiento efectivo
de una nueva Ley Electoral. Por otra parte influirá de manera crucial el
nivel de agotamiento y la capacidad de reciclaje de los comunistas que,
como partido único, han sido durante muchos años "los preferidos por ley".

Para despejar esa fórmula se debe considerar también el acceso a los
medios de difusión y la tenencia de recursos económicos para financiar
campañas políticas donde saldrían a la luz liberales, socialdemócratas,
democratacristianos, ecologistas y hasta anexionistas.

Los párrafos anteriores pudieran ser catalogados de política-ficción,
incluso de delirante optimismo, pero no por eso dejan de ser una
hipótesis probable a largo plazo. Pero si se deja a un lado el catalejo
del mediano plazo, lo que sucederá en 2018 dependerá también de otro
evento al que todavía se le presta poca atención: el séptimo Congreso
del Partido Comunista, que habrá de realizarse en abril del próximo año.

En "la magna cita de los comunistas cubanos" pudiera haber sorpresas y
una de ellas sería la retirada de Raúl Castro al frente de la
organización. En la Primera

Conferencia del Partido, en enero de 2012, se estableció "definir los
límites de permanencia por tiempo y edades, según las funciones y
complejidades de cada responsabilidad". El documento precisa que será
necesario "limitar a un máximo de dos períodos de cinco años, el
desempeño de los cargos políticos y estatales fundamentales" pero no
especifica la edad límite para mantenerse en un cargo.

Por esa razón el general debe abandonar la presidencia en 2018 y, aunque
le cabe el derecho de tener un segundo mandato como primer secretario
del PCC, pudiera esperarse que decline la posibilidad de ser reelegido,
para evitar que los 90 años, o incluso la muerte por vejez, lo atrapen
al frente del partido.

Si le otorgamos a Raúl Castro el beneficio de la duda y aún más, esa
dosis de responsabilidad y pragmatismo que le atribuyen sus
simpatizantes, en menos de un año podríamos conocer el nombre de quien
sería "el candidato del partido" para dirigir la nación a partir de
2018. ¿Miguel Díaz-Canel, Bruno Rodríguez, Marino Murillo, o algún cuasi
desconocido cuadro provincial? Al menos se puede apostar que no será
José Ramón Machado Ventura, quien tiene la triste reputación de haber
mantenido el pie puesto sobre el freno de las reformas y que saldría del
aparato por las mismas razones y en el mismo momento en que lo haga Raúl
Castro.

En julio de 2006, Raúl Castro sustituyó "provisionalmente" a Fidel
Castro cuando este se enfermó. Nadie podía vaticinar entonces todo lo
que traía el hermano menor en su cartera. Era difícil suponer tanta
diferencia entre dos hombres de la misma generación, con biografías tan
parecidas, con tantas culpas y tantos méritos compartidos y con
discursos tan similares.

No es desacertado entonces creer que aquel que venga detrás de Raúl
pueda aportar propuestas cuyo grado de diferencia sea aún más elevado,
aunque inaugure su mandato con promesas de continuidad y lealtad eterna
al legado de sus antecesores. Las novedades que introduzca el relevo
marcharán en la misma dirección que trazó Raúl Castro, encaminadas a
reconocer las leyes del mercado, pero podrían ser más profundas y veloces.

El 26 de diciembre de 1986, al clausurar la sesión de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, Fidel Castro dejó escrita para la historia
la frase de "Ahora sí vamos a construir el socialismo". Treinta años
después, el lema pudiera ser superado por la idea de "Ahora si vamos a
cambiar el socialismo."

En los 22 meses que median entre el VII Congreso del Partido y las
elecciones de 2018 es posible que ocurran los más importantes cambios en
el terreno político, en primer lugar la nueva Ley Electoral, que es la
punta del hilo de una trama aun indescifrable y en segundo lugar, y más
importante aún, una nueva Constitución de la República.

La nueva ley de leyes tendría que empezar por eliminar o redactar de
forma menos antidemocrática el Artículo 5 de la actual Carta Magna, que
le concede al PCC la facultad de ser "la fuerza dirigente superior de la
sociedad y del Estado". Si no cambia eso no habrá cambiado nada esencial.

Sin embargo, si algo así ocurriera, entonces la figura que emerja como
sustituto de Raúl Castro en la dirección del PCC no tendría que ser el
próximo presidente de la nación, lo que no significa que el puesto lo
alcance un opositor. Se empezará a atisbar, al menos, una separación de
poderes.

En la dirección de nuestro rumbo soplan vientos desde y hacia
divergentes direcciones. La atracción fatal la ejerce en primer lugar
Estados Unidos, donde juegan un papel notable los intereses económicos
de quienes están dispuestos a tranzar en casi todo para asegurar una
parte del pastel y, en contraposición, una clase política con tendencia
a exigir la capitulación del "régimen castrista". La Unión Europea ha
venido jugando con una postura complaciente con el Gobierno, quizás con
la ilusión de arrancarle compromisos en el respeto a los derechos humanos.

Rusia y China, en su compartido afán de posicionarse en América Latina,
ven en Cuba una base prometedora, pero sin que existan los compromisos
ideológicos inconmovibles de los años de la Guerra Fría. Les mueve la
búsqueda de clientes para sus mercancías, donde Brasil, México o
Colombia pueden resultar más atractivos dado el volumen demográfico y el
superior poder adquisitivo de su población consumidora.

Otro aspecto del carácter externo de las variables del cambio son
nuestras relaciones con América Latina, donde ya no somos ni pretendemos
ser "el faro y guía del continente". De centro de subversión hemos
pasado a ser sede de conversaciones para solucionar conflictos, mientras
Venezuela con su programa de subvenciones petroleras nos ha desplazado
como fuente de influencia regional. Ya nadie está interesado en el
modelo cubano, aferrado al pasado y encorsetado en una ideología
marxista leninista a la que no se atreve a renunciar.

El detalle que casi nadie investiga es qué quiere la gente. Ese "cubano
de a pie" que lucha por sobrevivir y sonríe por encima de todas las
mordazas. Si me viera obligado a decir mi opinión, por encima de lo que
debiera entenderse como políticamente correcto, no me quedaría más
remedio que decir que esa es, lamentablemente, la menos determinante de
todas las piezas que hay sobre el tablero, aunque a todas luces es la
más importante.

La gente aceptará entre protestas y aplausos lo que suceda de una vez
por todas. Después, cuando dejemos atrás el analfabetismo político y
ascendamos al peldaño de ciudadanos empoderados, entonces tendrá sentido
responder la pregunta de qué queremos. Con esa respuesta por delante
sabremos finalmente lo que pasará en Cuba. Para entonces no habrá que
consultar ningún oráculo y los retos de la nueva realidad apenas dejarán
tiempo para interrogar al I Ching .

Source: ¿Qué pasará en Cuba? -
http://www.14ymedio.com/opinion/que-pasara-en-Cuba_0_1780021984.html

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