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Sunday, March 22, 2015

Cuba y Estados Unidos - la lucha sigue

Cuba y Estados Unidos: la lucha sigue
El choque entre los dos países no es el producto de una comedia de
errores históricos, sino el encontronazo inevitable entre dos visiones y
misiones adversarias
Cortesía de Carlos Alberto Montaner
marzo 21, 2015

La tercera ronda de negociaciones entre Estados Unidos y Cuba no ha ido
bien. No me extraña. Por las mismas fechas el canciller norcoreano
advertía, regocijado, que Cuba y su país estaban en la misma trinchera
antinorteamericana. Asimismo, Vladimir Putin daba vueltas por el
vecindario con sus barquitos de guerra y le hacía carantoñas a Nicolás
Maduro, ese virrey nombrado en Venezuela por Raúl Castro.

Barack Obama quería ponerle fin a 56 años de hostilidad entre su nación
y la Isla como parte de su "legado", pero está descubriendo que no es
fácil. ¿Por qué? Los dos países marchan en direcciones opuestas, cada
uno movido por sus percepciones y por su particular sentido de la propia
misión en la historia.

La política exterior de Estados Unidos fue diseñada para proyectar y
defender los valores y el modus operandi del país. La de Cuba
exactamente igual, pero en sentido opuesto. Están condenados a chocar.

La inercia política y diplomática de Estados Unidos lleva a Washington a
tratar de cambiar los regímenes adversarios manifiestamente hostiles. De
ahí surgen las listas de naciones terroristas, las denuncias de
violaciones de los derechos humanos, el respaldo a los disidentes y las
transmisiones por onda corta de informaciones escamoteadas por las
dictaduras enemigas.

La perspectiva cubana

Por la otra punta, las creencias y convicciones de Cuba, aunadas a las
urgencias imperiales de Fidel, precipitan a sus gobernantes a tratar de
destruir al adversario. Esa es la visión del Foro de Sao Paulo. A eso se
dedica el circuito de los cinco países del Socialismo del Siglo XXI, la
constitución de ALBA, el abrazo al Irán que apadrina Hezbolá y fabrica
clandestinamente armas nucleares, y el apoyo a todos los sectores
antioccidentales, incluidas las narcoguerrillas.

Fidel, que padece de ideas fijas, se lo expresó con toda claridad a su
confidente y amante Celia Sánchez en una carta fechada en la Sierra
Maestra en junio de 1958, mientras luchaba contra Batista: "Cuando esta
guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande:
la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ése va a ser
mi destino verdadero".

Cuba percibe al gobierno de Estados Unidos como el administrador de un
sistema genocida que se alimenta del trabajo del Tercer Mundo, y que no
vacila en matar a poblaciones enteras en su propio beneficio. Por eso
propone que hay que exterminarlo a cualquier costo.

Sus dirigentes continúan creyendo en la desacreditada "Teoría de la
Dependencia" e insisten en suscribir los errores conceptuales de Las
venas abiertas de América Latina, pese a que el autor del libro se ha
distanciado de sus propias hipótesis, como mucho antes ya lo había hecho
el propio Fernando Henrique Cardoso, padre de la criatura, junto al
chileno Enzo Faletto.

En consecuencia, los Castro se ven a sí mismos como los heroicos
cruzados de la lucha a muerte contra ese imperio asesino, y en el ardor
de la batalla se abrazan con Mugabe, con Gadafi, con la siniestra
familia desovada por Kim Il-Sung, con cualquiera que odie a los gringos,
aunque sea un monstruo, porque a ellos mismos no les importa, a veces,
ser monstruosos, como cuando fusilan a sus propios generales o matan
inocentes a sabiendas. Son gajes de la guerra por la justicia universal,
como diría Lenin.

Ése es el único requisito: ser antiyanquis. Los Castro no son unos
teóricos pasivos dedicados a juzgar las iniquidades de Estados Unidos en
las aulas universitarias. Son enemigos activos y militantes que se
juegan la vida en cualquier trinchera.

Todo lo que se haga en contra de USA es legítimo. Les encanta la
metáfora de David contra Goliat, mientras sostienen que su dictadura
militar "es el sistema más democrático y justo del mundo". Para evitar
dolorosas disonancias, me temo que han acabado por creérselo.

La perspectiva americana

La clase dirigente norteamericana, en cambio, ve a Estados Unidos como
la primera potencia del planeta, escogida por el Creador para ejercer
una benéfica influencia entre todos los hombres esparciendo sus virtudes
ciudadanas, dotada de un sistema económico exitoso que ha creado enormes
clases medias y el mayor desarrollo tecnológico y científico de la
historia, para gloria y ventaja de toda la especie.

Una nación que, por su peso y sentido de la responsabilidad, debe darles
sostén a las libertades mediante su enorme y eficiente aparato militar.
Maquinaria y principios –sostienen—que en el pasado les ha permitido
salvar al mundo de los nazis y fascistas, y luego derrotar a los
comunistas en la batalla larga y persistente de la Guerra Fría.

Dentro de ese esquema narrativo, el gobierno estadounidense, además,
como "cabeza del mundo libre", desde hace muchas décadas se ha impuesto
la obligación de propagar y defender internacionalmente la democracia,
la economía de mercado y la propiedad.

¿Por qué lo hace? Supone que de ello depende el mejor futuro de la
humanidad, incluida la propia supervivencia del país, incapaz de
prevalecer en un planeta dominado por un sistema diferente y hostil al
creado por los Padres Fundadores de la patria en 1776. Y lo cierto es
que, hasta ahora, le ha ido muy bien, no sólo a Estados Unidos, sino a
las veinte naciones que han seguido de cerca ese modelo de gobierno.

A fin de cuentas, el siglo XX fue el de Washington y, para que siga
siendo la nación hegemónica, cuenta, además de con el casi absoluto
liderazgo tecnológico, con el Pentágono, la CIA, la DEA, la VOA, la NED,
la AID, la OTAN, el estrecho vínculo con la Unión Europea, los recursos
económicos que proporciona una sociedad inmensamente productiva, el
Departamento de Estado, las 100 mejores universidades del planeta, y
toda una estrategia legal, militar y propagandística que refleja esa
vocación de primera potencia planetaria.

Cuba y Estados Unidos

¿Y Cuba? Obama la ve –y se equivoca parcialmente-- como una pequeña,
pobre e improductiva isla caribeña, gobernada por unos ancianos
pintorescos, tozudos sobrevivientes del hundimiento del comunismo,
arrastrados a un enfrentamiento con Washington como resultado de la
Guerra Fría, que muy poco daño puede hacerle a Estados Unidos porque se
trata, fatalmente, de una entidad necesariamente inofensiva.

Por eso Obama –a contrapelo de los 10 presidentes anteriores--, que no
entiende a los Castro, y que ignora que entre los poderes de la Casa
Blanca no está el de elegir a sus enemigos, porque el odio no lo
controla el odiado sino el odiador, decretó unilateralmente el fin de
las hostilidades y comenzó –creía—un proceso de reconciliación. No
advirtió que el choque entre los dos países no es el producto de una
comedia de errores históricos, sino el encontronazo inevitable entre dos
visiones y misiones adversarias.

Para reconciliarse realmente, uno de los dos debe salir de la cancha y
renunciar a la batalla por imponer su modelo político. Ninguno está
dispuesto a hacerlo. La lucha, por lo tanto, sigue.

Source: Cuba y Estados Unidos: la lucha sigue -
http://www.martinoticias.com/content/cuba-estados-unidos-la-lucha-sigue/89258.html

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