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Friday, January 23, 2015

Elogio de lo diestro

Elogio de lo diestro
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, La Habana | Enero 22, 2015

Intentemos un deslinde: de izquierdas es todo aquel que crea, o pretenda
creer, en cierta nebulosa entidad, el pueblo, como recipiente de las
supremas virtudes de la sociedad humana; de derechas, el que por el
contrario, aun cuando considere a esa entidad como realmente existente,
no la vea de esa misma privilegiada manera, o que, en todo caso, la
tenga más bien como un engañoso concepto del que se valen demagogos y
tiranos para justificar sus fines. En cualquiera de estos dos sentidos
no tengo ningún remilgo en identificarme de derechas.

Pero en Cuba somos pocos los que tenemos el particular valor necesario
para aceptar públicamente semejante filiación política. De hecho, somos
tan pocos que a ratos caigo en la duda de si el problema quizás no sea
ni tan siquiera de valor, sino de que simple y llanamente en esta Isla
poco común todos parecen ser en verdad de izquierdas. Se trata en todo
caso de una desgraciada tendencia que nos acompaña desde hace mucho y
que modeló una política republicana en la cual unos izquierdismos se
enfrentaron a otros izquierdismos, de manera sucesiva y siempre a la brava.

En la política cubana todo el mundo ha sido populachero y, en
consecuencia, izquierdista desde por lo menos desde el 1906 hasta la
fecha. Desde el Mulato Lindo, Fulgencio Batista (nuestro Hugo Chávez,
edificador de maternidades y escuelas o impulsor de legislaciones
redistribuidoras de la riqueza), hasta el guapetón de barrio rural y
hermano de un criador de gallos finos, el señor Fidel Castro Ruz
(disfrute de sus discursos de juventud: aquellos de " yanquis, vengan y
túmbenme la pajita de este hombro izquierdo... que aquí sí hay hombres
de verdad y un pueblo viril que raramente llora"). E incluidos no pocos
"conservadores", de los de aquel partido homónimo que tuvo en el general
Mario García Menocal a su caudillo.

Pero aun desde mucho antes a la fecha citada existía en nuestro país un
muy establecido tabú anti- aristoi (prefiero esta palabra helena a
aristocracia, evidentemente por padecer también yo la influencia del
mencionado tabú). De hecho, teníamos un cubanismo en el siglo XIX para
distinguir a aquellos individuos que pretendían mantener un amplio
espacio de intimidad y que ensayaban dimensiones no "populares" en la
vida cotidiana cubana: el de Abikú.

Es también por ese izquierdismo connatural a nuestra tradición que en
Cuba todo el mundo tiene su pinta de revolucionario. Aquí, parafraseando
cierto dicho muy popular, el que no tiene de revolucionario al menos
tiene de revoliquero. Porque, aclaremos, si usted cree o pretende creer
en esa entidad llamada pueblo como el depósito moral de lo mejor de una
nación, pues la única forma que le queda de alcanzar un estado de
superior virtud es armar una revolución, o un revolico, que para el caso
es lo mismo. Y esto con el evidente propósito de sacar del poder a los
gobernantes. A quienes usted, mi compatriota de izquierdas, y, en
consecuencia, revolucionario preocupado por lo pecaminoso de los
tiempos, por supuesto que no incluirá nunca dentro de la nebulosa
entidad referida (para la oposición cubana el mencionado hermano criador
de gallos finos, en cuyo escaso vocabulario se encuentran palabrejas
como "mendingar", no pertenece al pueblo, como tampoco para anteriores
oposiciones aquel otro guajiro ñongo, Gerardo Machado, tan aficionado a
los "haigas", los "váyamos" y a que sus guatacas intelectuales lo
llamaran General Presidente -¿casualidad?-).

La tendencia revolucionario- revoliquera de nuestro izquierdismo se ve
reforzada por ciertas características propias de los elementos de la
sociedad cubana que, por lo general, son incluidos en la entidad pueblo.
Estos tienen una marcada y muy visible tendencia a creer que las cosas
solo se resuelven a la brava y que el uso de la palabra no es propio de
los "hombres, asere". Como me soltó hace poco un negro viejo habanero,
brujero, abakuá y castrista desde la misma noche en que al Comandante se
le treparan un par de palomas en el hombro izquierdo, en medio de uno de
sus primeros discursos: "Chico, tú hablas mucha mierda; si tú quieres
tumbar esto, ¡álzate, ping...!".

Es este izquierdismo revoliquero, que nos impregna a todos los cubanos
en alguna medida, aún a las rara avis que nos aceptamos de derechas, el
que nos lleva a mirar siempre con malos ojos el éxito ajeno o a reírnos
de los individuos demasiado reflexivos o a satanizar socialmente a
aquellos otros que cuestionan las limitadas dimensiones en que se
desarrolla la vida cotidiana del cubano de cualquier estrato económico,
nivel educativo o incluso preferencia sexual (si de algo no pueden
enorgullecerse nuestros homosexuales es de esa holgura de horizontes de
que suelen hacer gala en otras latitudes).

Es precisamente ese maligno y persistente virus izquierdizante y
revolucionariesco el que a ratos me hace temer si los cubanos no
estaremos condenados a vivir cual Sísifo: enredados en un eterno ciclo
histórico de revoluciones y más revoluciones, en las que unos
revolucionarios nuevos destronan a unos viejos, para simplemente volver
a empezar con el interminable revolico. Y todo, entiéndase bien, por
nuestra desgraciada costumbre de querer hacerlo todo por la izquierda.

Source: Elogio de lo diestro -
<http://www.14ymedio.com/opinion/Elogio-diestro_0_1711628830.html>

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