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Friday, January 09, 2015

Cansados de ser ciudadanos de segunda

Cansados de ser ciudadanos de segunda
Quieren dejar de sobrevivir, para empezar a vivir. El 2015 se recibe en
Cuba con mezcla de esperanza y resignación
jueves, enero 8, 2015 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba. -¿Qué esperan los cubanos que viven en la isla para el
2015? ¿Cuáles son los proyectos personales que emprenderán en el nuevo
año? ¿Advierten cambios en la política del gobierno que los beneficie
directamente y los conduzca a ese "socialismo próspero" tantas veces
prometido o se preparan para nuevas y largas jornadas de resignación e
inmovilidad social? Estas son algunas opiniones.

Guillermo, joven santiaguero de 28 años, lleva más de tres años
recorriendo el Malecón habanero, de un extremo a otro, todos los días,
para poder vender las chucherías que lo ayudan a sostener su humilde
hogar, a expensas de que lo detengan por su estatus de ilegal y lo
deporten a su provincia de origen. Por eso no lo piensa mucho para
responder lo que espera: "Que se acabe lo del permiso para poder vivir
en La Habana. Ya es hora de que nos dejen de tratar como si no fuéramos
cubanos. Es como si uno fuera un delincuente solo por ser de otra
provincia. Que cada cual elija dónde vivir y trabajar. Nos piden el
carnet todo el tiempo, nos llevan esposados como si fuésemos ladrones.
Eso tiene que acabarse o de lo contrario que hagan algo para que la
gente no tenga que venir para La Habana. […] Si me mandan para Santiago,
tengo que regresar como sea, tengo que mantener a mi hija".

Porque también residió en La Habana de manera ilegal durante muchos
años, Amaray comparte el mismo deseo de Guillermo, aunque, como es mujer
le fue más fácil pasar inadvertida y no sufrió el mismo acoso por parte
de la policía. Por eso nos dice que: "a no ser que me encontraran con un
turista, no pasaba nada". Amaray acude todos los días a sentarse en el
muro del Malecón. Ella confía en encontrar pronto a quien la saque del
país: "Eso es lo que espero para este año y sé que lo voy a encontrar
[se ríe]. Yo no soy jinetera ni nada de eso pero no me gustan los
cubanos. No estoy para pasar más trabajo que el que he pasado ni tampoco
pienso parir aquí. ¡Solavaya! ¿Traer más gente para pasar lo que he
pasado yo? Si no es con un extranjero, no me caso. […] Aquí no hay nada
que celebrar ni deseo que pedir que no sea irse porque esto no va a
mejorar, hay que quitarse eso de la cabeza y ser feliz".

Desde temprano en la mañana hasta bien entrada la madrugada, María Julia
comienza a trabajar. Dice que no le va muy bien con su humilde negocio y
reconoce que termina fatigada porque debe recorrer largas distancias
para vender las flores y muñecos de peluche que carga en un cesto.
Sentada en un portal, reponiéndose del cansancio, nos dice: "¿Celebrar?
Tengo que salir a vender porque estos días se hace un poco más, pero no
creas que es mucho. Lo hago más o menos para sobrevivir porque esto me
lo dan a mí a vender y gano por lo que vendo. Pero reconozco que es
mucho más que lo que ganaba antes en mi trabajo […]. ¿Qué espero del
2015? No sé, yo no creo en eso. Todos los años son iguales y ya yo estoy
cansada. […] Cuando era niña en mi casa se esperaba el año comiendo y
matábamos puercos […] pero ya ni me acuerdo de esas cosas. Aquí no hay
entusiasmo y todas las tiendas están vacías. Un turrón te cuesta el ojo
de una cara y una cabeza de ajo ya casi cuesta lo mismo que la libra de
puerco. Ahora la mayoría se acuesta a dormir y no pasa nada. Es que han
sido muchos años de aburrimiento y, además, no hay dinero para celebrar.
Es mejor cerrar los ojos y no ver".

Un sentimiento similar se puede advertir en algunos jóvenes que, a pesar
de la alegría propia de la edad, reconocen lo reducido que es el
espectro de realización de sueños y deseos. Marcos y Leidis, una pareja
de estudiantes universitarios, aceptan que no disponen de muchas
opciones y, aunque tratan de no pensar en eso para, como dicen ellos,
"no deprimirse", desean cambios que los favorezcan y que reconozcan que
se vive en otra época y con otra mentalidad.

"¿Qué más vamos a hacer? Lo mejor es esto, comprar una botella los fines
de semana y venir a sentarse aquí [Malecón]. No hay más nada", nos dice
Marcos y más adelante comenta: "uno viene, se sienta tranquilito y
cuando pasa el rato te parece que estás más cerquita de la otra orilla
[se ríe] pero cuando te das la vuelta, chocas de nuevo con lo mismo".
Por su parte, Leidis, en un momento de la conversación sobre el posible
levantamiento del embargo para el año 2015, nos dice: "Yo no estoy ni a
favor ni en contra de nada sino todo lo contrario [se ríe de la broma]
pero sí me gustaría que las cosas cambiaran, que mejoraran, que dejen de
ver al enemigo en todas partes. […] Pero el problema no está en si
quitan el 'bloqueo' o no, eso es un cuento. Hay que preguntarle a la
gente si de verdad quieren seguir sacrificándose porque aquí para que
las cosas mejoren tendrían que empezar de cero y la gente ya no quiere
seguir esperando. Ojalá que todo cambie en el 2015, ya es hora".

Aunque solo tiene 20 años, la cruda realidad que ha vivido desde que
llegó a La Habana a los 17 le enseñó al joven Luiber que, según sus
propias palabras, "hay que poner los pies en la tierra". Cansado de la
miseria que padeció durante su infancia en Manzanillo, en la zona
oriental de la isla, un día decidió abandonar los estudios y probar
suerte en la capital donde, sin ningún tipo de sonrojo, reconoce que
vive de prostituirse y que comenzó siendo aún menor de edad:

"Es mejor no hacerse muchas ilusiones porque esto no lo va a cambiar
nadie. Aquí cada cual cuida su pedacito. Uno tiene que saber hasta dónde
puede llegar y nada más. Un día me va bien; otro me va mal pero así es
todo. La semana pasada un canadiense me dejó 100 dólares, con eso pagué
el alquiler y le mandé dinero a la pura [la madre], también me compré
este pantalón. Hoy no he hecho nada pero ya aparecerá algo, no hay que
apurarse. […] Cuando llegué a La Habana fue que yo supe qué cosa era
ponerme un calzoncillo. Yo jamás me había puesto uno. Los que ahora usa
el puro son los que a mí ya se me van quedando pero él tampoco usaba
calzoncillos ni chancletas. Ni sabía lo que era un perfume. Allá no es
tan fácil. […] ¿Para qué voy a ir a Manzanillo? El 31 lo voy a pasar
aquí, tengo que hacer dinero y estos son los mejores días para luchar.
[…] Si algún día se me da, lo que quiero es irme para el Yuma [Estados
Unidos]. Ahora en febrero viene un mexicano que quiere llevarme. […] Es
un viejo pero eso no importa. Cuando él vino el año pasado lo traté bien
y ya me llamó que quiere venir y verme. Si se da, bien, si no, ya vendrá
otra cosa pero no voy a regresar a Granma. […] Hay que poner los pies en
la tierra. Todo siempre va a estar igual. La gente está acostumbrada a
pasar trabajo".

Yudiel dejó los estudios a los 15 años para ponerse a trabajar cuando el
padre falleció en un accidente. Después tuvo que pasar el servicio
militar obligatorio y ahora trabaja como ayudante en un taller de
mecánica particular y además cría cerdos que después vende. Con los dos
trabajos espera ganar lo suficiente como para abandonar el país:

"Me voy para donde sea. Para dónde primero aparezca. Para Burundi,
Haití, lo que sea [se ríe]. Ese es mi deseo para el 2015 y para el 2016
y el 2030. Esto cada vez se va a poner más malo. Aquí no se me ha
perdido nada y ni quiero saber de nadie. Después veré cómo saco a la
vieja o le mando dinero pero aquí no vuelvo ni muerto".

"Aquí la gente pide un trabajo donde puedan robar o un pasaje de avión.
Andan como locos tratando de hacer dinero para irse", nos dice Georgina,
una señora que vive de echar las cartas en un parque de La Habana: "los
médicos no quieren trabajar aquí, para el pueblo, solo quieren salir de
misión porque ganan más y los policías rezan por que haya bastante
jineteras para rapiñarles 5 pesos por hacerse los de la vista gorda. El
gobierno quiere que la gente se sacrifique pero ellos allá arriba cada
vez están más gorditos y rosados por lo bien que viven. Así no se puede".

Aunque en los hogares y en algunos comercios particulares algunos
intentan evocar el espíritu navideño, hay una atmósfera de desaliento y
duda que ensombrece las celebraciones de un pueblo al que solo le está
permitido dar gracias por la fortuna de ser y continuar siendo
sobreviviente.

Source: Cansados de ser ciudadanos de segunda | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/no-quieren-ser-mas-ciudadanos-de-segunda/

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