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Monday, December 08, 2014

La verdad sobre la fortuna de Fidel Castro

La verdad sobre la fortuna de Fidel Castro
Juan Reinaldo Sánchez, ex guardespaldas del dictador cubano, revela los
manejos secretos y discrecionales de quien dispone de los bienes cubanos
a su antojo desde hace más de medio siglo. Extracto del libro La vida
oculta de Fidel Castro
lunes, diciembre 8, 2014 | CubaNet

¿Fidel Castro es pudiente? ¿Posee una fortuna oculta? ¿Dispone de una
cuenta secreta en un paraíso fiscal? ¿Nada en oro? A menudo me han
formulado esas preguntas. En 2006 la revista estadounidense Forbes
intentó contestarlas publicando un artículo dedicado a las fortunas de
los reyes, reinas y dictadores del planeta. Colocaba la de Fidel entre
las diez primeras, al lado de las de Isabel II, el príncipe Alberto de
Mónaco y el dictador guineano Teodoro Obiang. Avanzaba la cifra de
novecientos millones de dólares a partir de una extrapolación: la
revista había atribuido a Fidel Castro una parte de la cifra de negocios
de empresas creadas y controladas por el Comandante (Corporación Cimex,
el Centro de Convenciones y Medicuba), donde ha colocado a allegados que
sujetan por él los cordones de la bolsa. Basándose en testimonios de
numerosos altos funcionarios cubanos que desertaron, la revista afirmaba
que Fidel malversaba y utilizaba una parte nada desdeñable de la riqueza
nacional a su antojo. Lo cual no es falso. Y si bien la metodología de
Forbes era aproximativa, la tónica era la adecuada…

La publicación estadounidense logró enfurecer al Comandante, quien pocos
días después respondió a tan «infames calumnias». Afirmó que no poseía
nada más que sus novecientos pesos de salario mensual, es decir,
veinticinco euros. Lo cual resulta de lo más cómico cuando conoces la
realidad de su tren de vida cotidiano, y cuando has visto año tras año a
los dirigentes de las empresas del Estado seguir las instrucciones y
rendir cuentas al Líder Máximo (quien lo decide todo), ya sea
directamente o por mediación de sus dos ayudantes, Pepín Naranjo, su
edecán, y Chomy, el secretario del Consejo de Estado (es decir, su
secretario particular, puesto que Fidel preside la institución).

FIDEL CASTRO REINA COMO MONARCA ABSOLUTO SOBRE SU ISLA DE ONCE MILLONES
DE HABITANTES
Nadie podrá jamás evaluar con precisión la fortuna del Comandante. Sin
embargo, para acercarnos a la verdad, es preciso comprender antes la
realidad cubana, partiendo del hecho de que Fidel Castro reina como
monarca absoluto sobre su isla de once millones de habitantes. En Cuba,
es la única persona que puede disponer de todo, apropiárselo, venderlo o
darlo. Sólo él puede autorizar, de un plumazo, la creación (o el cierre)
de una empresa del Estado, en la isla o en el extranjero. Reunidas en
conglomerados, todas las sociedades nacionales son administradas como
empresas privadas y colocadas bajo el control de tres instituciones
principales: el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(MINFAR, dirigido por su hermano Raúl hasta 2008), el Ministerio del
Interior (MININT, estrechamente vigilado por Fidel) o el Consejo de
Estado (presidido por él). Es Fidel quien nombra a los responsables y
los revoca. De hecho, tal modelo de funcionamiento convierte a Fidel en
el súper presidente y director general del «holding Cuba», cuyo
organigrama concibió. ¡Cuántas veces lo habré oído, en su despacho,
transmitir directrices económicas a Pepín, a Chomy o incluso a Abrantes,
el ministro del Interior, relacionadas con la venta de tal activo o la
creación de tal empresa fantasma en Panamá (con el fin de burlar el
embargo estadounidense)!

Cuba es la «cosa» de Fidel. Es su dueño y señor, a la manera de un
terrateniente del siglo xix. Todo sucede como si él hubiera transformado
y ampliado la hacienda de su padre para hacer de Cuba una única hacienda
de once millones de personas. Dispone de la mano de obra nacional a su
capricho. Por ejemplo, cuando la Universidad de Medicina forma médicos,
no es para que éstos ejerzan libremente su profesión, sino para que se
conviertan en «misioneros» enviados bajo sus órdenes a chabolas de
África, Venezuela o Brasil, conforme a la política internacionalista
imaginada, decidida e impuesta por el jefe del Estado. Ahora bien, si
están de misión en el extranjero, estos buenos samaritanos no perciben
más que una parte del salario que debería pagarles el país de acogida,
pues la parte más importante revierte al Gobierno cubano, que hace las
veces de prestador de servicios. Del mismo modo, los hoteleros
extranjeros, franceses, españoles o italianos, que contratan a personal
cubano en la isla no retribuyen directamente a sus emplea- dos, como es
el caso en cualquier sociedad libre: pagan los salarios al Estado
cubano, que factura dicha mano de obra a precio de oro (y en divisas),
antes de entregar una ínfima parte a los trabajadores en cuestión (en
pesos cubanos, que no valen casi nada). Esta variante moderna de la
esclavitud no deja de recordar la relación de dependencia que existía en
las plantaciones del siglo XIX respecto del amo todopoderoso. Por lo
demás, se halla en absoluta contradicción con los principios de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), los cuales estipulan
textualmente que «todo trabajador tiene derecho a percibir un salario
sin la intervención de un intermediario».

PARA LIBRARSE DE TODO CONTROL, FIDEL, QUE ESTÁ POR ENCIMA DE LAS LEYES,
CREÓ EN LOS AÑOS 70 LA "RESERVA DEL COMANDANTE"
Para librarse de todo control, Fidel, que está por encima de las leyes,
creó hace mucho (en los años sesenta) la famosa «reserva del
Comandante». Se trata de una cuenta particular constituida con fondos
especiales extraídos de la actividad económica nacional. Destinada al
uso exclusivo del Comandante, escapa a toda comprobación. Fidel la
utiliza a discreción. Casi sagrada, la reserva del Comandante es
intocable. Por supuesto, Fidel explica que las necesidades de la
Revolución, es decir, la amenaza de una agresión imperialista, imponen
este tipo de gestión poco ortodoxo. En realidad, la reserva sirve tanto
para los intereses privados de Fidel Castro como para la acción pública.
Es la paga que le permite vivir como un rey sin preocuparse jamás de los
gastos. Pero también es la que lo autoriza a mostrarse magnánimo cual
gran señor cuando se desplaza por «sus» tierras, a través de «su» isla.
En efecto, Fidel puede echar mano en todo momento de su hucha para
ordenar construir un dispensario, una escuela, una carretera, o para
atribuir vehículos a determinado municipio (porque la reserva comprende
también un parque automovilístico) sin pasar por un ministerio o una
administración. Basta con que el benefactor se vuelva hacia su edecán y
le indique una cantidad para que el proyecto se convierta en realidad…,
y para que Fidel pase por ser un hacedor de milagros. Es decir, un
populista.

RESULTA INIMAGINABLE QUE NO HAYA TOMADO PRECAUCIONES POR SI ÉL O SU
FAMILIA TIENEN QUE HUIR DE CUBA
Sin embargo, su relación con el dinero no es de la misma naturaleza que
la de los nuevos ricos, como el italiano Silvio Berlusconi o el
expresidente argentino Carlos Menem, tan propensos al lujo, el
consumismo y los placeres in- mediatos. Cierto es que el austero Fidel
Castro no descuida su propia comodidad. Cierto es que el Líder Máximo
posee (en secreto) un yate de casi treinta metros. Pero no experimenta
el deseo de sustituirlo por un modelo último grito, más moderno, más
vistoso. Para él, la riqueza constituye ante todo un instrumento de
poder, de supervivencia política, de protección personal. A este
respecto, conociendo su carácter precavido y su mentalidad de viejo
campesino español, resulta inimaginable que no haya tomado medidas y
protegido sus espaldas (como hacen todos los dictadores), por si él y su
familia tuvieran que huir de Cuba e instalarse en el extranjero, por
ejemplo en Galicia, la tierra natal de su padre. Por otra parte, un día,
Dalia, su mujer, me dijo como de pasada: «No te preocupes, Sánchez, el
futuro de la familia está asegurado».

Al ser considerada un instrumento de la Revolución, en la cumbre del
poder la reserva no se contempla como un tema tabú. Se habla de ella con
normalidad, sin perífrasis, en presencia de Fidel o en boca de éste. No
constituye un secreto de Estado. Lo que sí lo es, en cambio, es la
cuantía de la reserva. (…) Cuando Cuba dependía de las subvenciones
procedentes de la URSS, era frecuente oír a Fidel decir a Chomy, su
secretario particular, que extrajera de dichas subvenciones un importe
de x millones de dólares (porque la unidad de cuenta de Fidel es el
dólar) y los ingresara en la reserva. Del mismo modo, el Líder Máximo
podía disponer del petróleo soviético como le viniera en gana: donar una
parte a Nicaragua o vender otra en el mercado negro para generar
liquidez. Con el oro negro venezolano cedido por Hugo Chávez a precio de
amigo estoy seguro de que ese modo de gestión a discreción ha perdurado.

Diversas fuentes alimentan ese fondo especial, empezando por las
empresas colocadas bajo la tutela del Consejo de Estado (dirigido por
Fidel), como indicaba la revista estadounidense Forbes en 2006. Entre
éstas: la Corporación Cimex (bancos, construcción inmobiliaria, alquiler
de vehículos, etc.), Cubalese (empresa disuelta en 2009, que
proporcionaba a embajadas y empresas extranjeras servicios como el
alquiler de mano de obra cubana o alojamientos) o incluso el Palacio de
Convenciones, creado en 1979 para acoger la 6.ª cumbre de los No
Alineados y dirigido por el fiel Abraham Maciques. Un día en que éste
recibió a Fidel ante dicho centro de convenciones, a mediados de los
años ochenta, lo vi entregarnos una bolsa de viaje que contenía un
millón de dólares en efectivo. Como siempre, fue el edecán Pepín Naranjo
el encargado de trasladar y consignar la cantidad en la reserva. Otro
día, también a mediados de los años ochenta, fue el ministro del
Interior José Abrantes quien entró en el despacho de Fidel con una
maleta llena de billetes y pronunció la expresión consagrada:
«¡Comandante, esto es para la Revolución!». Fidel se limitó a contestar:
«Muy bien» y se volvió hacia Pepín para decirle que lo ingresara en la
reserva.

Sé que el director de la Banca Nacional, Héctor Rodríguez Llompart, era
el consejero económico de Fidel, pero desconozco los circuitos
financieros y si existen cuentas en el extranjero (en mi opinión, tal
sería el caso). Una cosa es cierta, no obstante: a Fidel nunca le ha
faltado dinero en metálico. Pude constatarlo, por ejemplo, en Harare
(Zimbabue), cuando me confiaron una maleta con doscientos cincuenta mil
dólares en metálico para preparar la llegada del jefe del Estado cubano.

Entre los episodios más divertidos de que he sido testigo se encuentra
éste: en cierta ocasión, oí a Fidel decir a Pepín y a Chomy que parte de
los fondos de la reserva servirían para prestar dinero a la Banca
Nacional, dirigida por Llompart. Ahora bien, ese par, Llompart y Fidel,
habían fijado las tasas de interés en el 10 %. Dicho de otro modo, el
Comandante iba a prestar un dinero que no le pertenecía al país que
gobernaba, mediante la banca cuyas tasas de interés fijaba él, ¡y a
embolsarse de paso el 10 % de los beneficios

A la hora de alimentar la reserva, Fidel no escatima los medios. A tal
efecto, es capaz de comportarse como un jefe de pyme. Así, ha
contribuido con su flota de la Caleta del Rosario, su puerto deportivo
particular, donde, además de su yate Aquarama II, posee dos barcos de
pesca llamados Purrial de Vicana I y II, uno de cuyos capitanes se llama
Emilio. Tras sus salidas al mar, sus capturas son enviadas a las
unidades de congelación del puerto de La Habana y a la Unidad 160 (la
plataforma logística de la escolta de Fidel). Estas capturas no se
destinan al consumo de la familia Castro, que no come pescado congelado:
se venden en uno de los mercados de alimentación más importantes de La
Habana, el Super Mercado, situado en la esquina de la Tercera Avenida y
la calle 70 del barrio de Miramar

Del mismo modo que un grano no hace granero pero ayuda al compañero, una
unidad de producción de pavos y una granja de cría de corderos coadyuvan
al mismo propósito: aumentar la reserva. A lo que cabe añadir los
negocios emprendidos en Luanda durante la guerra de Angola en el
kandonga, el famoso mercado negro angoleño, donde los cubanos fueron
hiperactivos a lo largo de quince años. Cosa que también permitió
incrementar la reserva del Comandante.

En el momento de la aparición del artículo en Forbes, el historiador
Eusebio Leal, muy cercano a Fidel, había salido a la palestra para
defender la reputación del Comandante.

Como prueba del altruismo del Líder Máximo, reveló que en los años
noventa éste le encargó distribuir entre los museos y los centros
culturales 11.687 obsequios recibidos por él, entre los que había
cuadros, joyas, objetos de marfil y valiosos tapices procedentes de
ciento treinta y tres países. Puede que sea cierto. Pero no demuestra
nada. Porque en lo que a mí respecta, bien que vi los diamantes de
contrabando en el despacho de Fidel. Originarios de Angola, habían sido
enviados por Patricio de la Guardia y Arnaldo Ochoa, jefe de la misión
del MININT y jefe de la misión militar cubana, respectivamente, en ese
país africano sumido en la guerra. Eran diamantes de pequeño tamaño,
guardados en una caja de puros Cohiba. Chomy, el secretario, y Pepín, el
edecán, se los iban pasando de mano en mano en presencia de Fidel, su
médico personal, Eugenio Selman, y yo. Toda vía recuerdo su diálogo.

—Bien, Pepín, ya sabes lo que hay que hacer. Los vendes en el mercado
internacional…

—Sí, Comandante —respondió el edecán, convertido de repente en experto
en gemología—. Pero ya sabe que el valor de estas piedras no será
demasiado elevado, porque son pequeñas… Bien, en todo caso algo han de
valer, porque su tamaño será apreciado en joyería.

CONTRARIAMENTE A LO QUE AFIRMA, FIDEL SIEMPRE HA ESTADO AL CORRIENTE DE
LAS ACTIVIDADES ILÍCITAS DE PATRICIO DE LA GUARDIA Y ARNALDO OCHOA
En lo tocante a los negocios, Fidel tiene en ocasiones la mentalidad de
un pirata del Caribe. Situarse fuera de la ley, navegar en la
informalidad, practicar el contrabando no le plantea ningún problema,
puesto que las circunstancias lo exigen y su postura de resistencia ante
el embargo estadounidense lo autoriza todo. Por otra parte,
contrariamente a lo que él afirma, siempre ha estado al corriente de
todas las actividades ilícitas (incluido el tráfico de drogas en los
años ochenta) concebidas y llevadas a la práctica por Patricio de la
Guardia y Arnaldo Ochoa, quienes, en el seno del Departamento MC (Moneda
Convertible), se esforzaban por hacer acopio de divisas sin importarles
los medios, con el fin de apoyar a la Revolución. Del mismo modo, Fidel
estaba al corriente de las actividades paralelas del ministro del
Interior José Abrantes, quien ordenaba fabricar falsos tejanos Levi's en
talleres clandestinos (donde trabajaban prisioneros cubanos) y traficaba
con Chivas Regal adulterado para comercializarlo en el mercado negro de
Panamá. Y siempre con la misma finalidad: irrigar la «reserva del
Comandante en Jefe».

Todas estas operaciones comerciales las conozco porque Fidel y su
entorno hablaron de ello en mi presencia durante diecisiete años
seguidos, y porque Pepín y Chomy, con los que yo colaboraba
estrechamente a diario, rendían cuentas con regularidad al Comandante en
Jefe sobre el particular, sin recelar de mi presencia porque,
ciertamente, por entonces yo pertenecía al círculo más íntimo del Jefe.

(…………………….)

Como resulta imposible evaluar la fortuna de Fidel Castro, al menos se
puede intentar calcular su patrimonio. En un país donde no existe
mercado inmobiliario, es difícil tasar la inmensa propiedad de Punto
Cero (con su piscina, su parque arbolado y sus invernaderos) o la isla
paradisíaca de Cayo Piedra. Estos bienes excepcionales no dejan de
poseer un valor intrínseco, que sería fácil comparar con sus
equivalentes en el mercado del lujo, muy cotizados en el mar de las
Antillas, las Bahamas, Granada o Antigua. Así, la isla privada de Cayo
Piedra valdría, como mínimo, entre dos y diez millones de dólares.

Ahora bien, el patrimonio de Fidel no se limita a esas dos residencias
principales. A ellas hay que sumar docenas de otras. Para ceñirme a una
evaluación rigurosa, objetiva y minimalista, me limitaré a la veintena
de casas al servicio exclusivo del Comandante, que conozco por haberlas
pisado y visto con mis propios ojos, sin tener en cuenta otras viviendas
que podrían pasar por alojamientos oficiales.

Pasaremos revista a esa cartera inmobiliaria, región por región, de
oeste a este de la isla. En la provincia de Pinar del Río, en el extremo
occidental de Cuba, posee tres bienes: la casa del Americano (con
piscina al aire libre), la granja de la Tranquilidad, en el paraje
llamado Mil Cumbres (muy poco frecuentada por Fidel; yo sólo fui dos
veces), y La Deseada, un pabellón de caza que conocí bien, situado en
una zona pantanosa y donde caza patos en invierno.

En La Habana, el Comandante (aparte de la propiedad de Punto Cero),
tiene seis eventuales residencias: la casa de Cojímar, que fue su
primera vivienda tras el triunfo de la Revolución, en 1959; la de la
calle 160, en el distrito de La Pla- ya, bastante lujosa; una tercera
reservada a sus citas galantes: la casa de Carbonell, situada en el
recinto de la Unidad 160; una adorable casita en Santa María del Mar,
estilo años cincuenta, encarada al mar y al lado del hotel Trópico (en
el municipio de La Habana del Este), y por último, las dos casas
provistas de refugios antiaéreos para la familia Castro en caso de
guerra: la casa de Punta Brava (donde Dalia vivió en 1961 antes de
convivir con Fidel) y la casa del Gallego, muy cerca de la Unidad 160.

En la provincia de Matanzas, posee dos residencias de verano en los
litorales norte y sur: en el norte, una casa situada en el corazón de la
estación turística de Varadero, muy apreciada por los hijos que ha
tenido con Dalia porque da a la playa; y en el sur, La Caleta del
Rosario (en la bahía de Cochinos), donde una marina sirve de puerto de
amarre para el yate Aquarama II y el resto de la flotilla privada del
Comandante. Más al este, en la provincia de Ciego de Ávila, otra casa da
a la arena fina: es la de la Isla de Turiguanó, cerca del centro
turístico Cayo Coco, muy apreciado por buceadores de todo el mundo, en
la costa septentrional de Cuba.

En la provincia de Camagüey, siempre más al este, se encuentra la
pequeña hacienda de San Cayetano, la cual, aunque Fidel no monta a
caballo, posee un picadero exterior (conocido como «palestra» en el
mundo de la equitación). Otra vivienda, llamada Tabayito, siempre en
Camagüey, queda oculta en el interior de un complejo que alberga otras
viviendas reservadas a los miembros de la nomenklatura. Por último,
conozco otra propiedad llamada Guardalavaca, en la provincia de Holguín,
y dos residencias en Santiago de Cuba, la gran ciudad situada en la
parte oriental de la isla: una casa en la calle Manduley (con dos pisos
y una bolera) y otra, con piscina, en el interior de un complejo
perteneciente al Ministerio del Interior

No estoy seguro de que el presidente de Estados Unidos disponga de un
patrimonio inmobiliario tan surtido. No obstante, cualquiera que sea la
respuesta a este interrogante, Fidel jura y perjura, y te pide que lo
creas, que sólo gana novecientos pesos al mes…

Del libro La vida oculta de Fidel Castro, de Juan Reinaldo Sánchez y
Axel Gyldén (Ariel, 2014)

PUBLICADO POR INFOBAE

Source: La verdad sobre la fortuna de Fidel Castro | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-verdad-sobre-la-fortuna-de-fidel-castro/

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