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Friday, November 07, 2014

Votantes de Miami apoyaron a candidato antiembargo

Votantes de Miami apoyaron a candidato antiembargo
El retador demócrata Charlie Crist obtuvo 304.138 votos en Miami-Dade,
el equivalente al 58,43 %, mientras que el republicano Rick Scott
recibió 204.682, un 39,32 %
Alejandro Armengol, Miami | 07/11/2014 11:25 am

Son tres votaciones seguidas. Dos presidenciales y esta última para
gobernador de Florida. Los cubanoamericanos votan mayoritariamente en
favor del candidato demócrata. Si usted quiere seguir apostando al
Partido Republicano en esta ciudad tiene todo su derecho, pero luego no
diga que aquí solo triunfan los políticos que se oponen al embargo y
mantienen una posición estridente contra el régimen de La Habana. Porque
sencillamente no es verdad. Las cifras indican lo contrario.
El miércoles 13 de agosto del 2014 el diario de Miami El Nuevo Herald
traía una nueva noticia con sabor viejo. El tema de Cuba volvía a una
campaña electoral en este país. Las diferentes posiciones sobre el caso
cubano, entre el gobernador republicano Rick Scott y el aspirante
demócrata Charlie Crist, se habían convertido en el tema más polémico
"en cuanto a asuntos de interés para los votantes hispanos, considerados
decisivos en la campaña", según el periódico.
El gobernador Scott había mostrado siempre compartir lo que puede
catalogarse como la "prueba de fuego" del exilio histórico, tradicional,
vertical o de línea dura de Miami —todos estos términos son equívocos e
incompletos, pero no por ello dejan de usarse por apatía o costumbre—,
que era estar a favor del mantenimiento del embargo económico de Estados
Unidos contra el régimen de Castro.
Crist, por su parte, había declarado que deseaba viajar a la Isla como
parte de una iniciativa para modificar la actual estrategia nacional
hacia La Habana que, según él, había fracasado, ya que el actual
gobierno sigue siendo el mismo esencialmente desde 1959 cuando Fidel
Castro tomó el poder. Crist también había dicho que por entonces estaban
suspendido sus planes iniciales de ir a Cuba, pero que no por ello
renunciaba a realizar la visita en el futuro. Tanto Scott como Crist
rechazan el régimen castrista, así que no era una diferencia de actitud
hacia el gobierno de La Habana, sino de enfoque.
Todo ello no dejaba de ser típico de Miami, pero al mismo tiempo era una
vuelta al pasado —o al presente—, donde un argumento ajeno a lo que
debiera ser la elección se convierte en elemento de votación, para
provecho de políticos demagogos.
Al conocer los resultados electorales, en que Crist perdió la apuesta
por la gobernación del estado, no faltaron las opiniones —más que
apasionadas interesadas— en salir a proclamar que esa derrota
significaba un rechazo al levantamiento o modificación del embargo y a
la ampliación de los viajes turísticos a la Isla.
El error corre veloz en boca del zorro, que sabe muchas cosas, pero el
erizo sabe una sola y es verdadera: tratar de engañar no contribuye a la
democracia en Cuba, sino la dilata.
Para quienes siguen pensando que ningún político puede ganar una
elección en Miami si está en contra del embargo, y quieran evocar el
ejemplo de Charlie Crist, es bueno advertirles a tiempo que están
equivocados.
En la capital del exilio ganó Crist con un amplio margen frente a Rick
Scott. El republicano gobernador de la Florida recibió 204.682 votos,
que hacen un 39,32 % del total de electores, mientras su retador
demócrata ganó 304.138, el equivalente al 58,43 %, según datos de
Miami-Dade County Elections.
La victoria de Crist, en la ciudad que cuenta con el mayor porcentaje
del voto cubanoamericano del estado y el país, mucho mayor que el margen
que en toda la Florida le dio el triunfo a Scott.
Que el estar a favor o en contra del embargo no contó en ningún momento
en las elecciones en Miami se evidencia también en otro dato. En
Miami-Dade los demócratas ganaron en todas las votaciones salvo una. Con
un margen menos notable, el republicano Carlos Curbelo, con 69.318
votos, que representan el 52,20 %, se impuso al demócrata Joe García, al
que favorecieron 63.487 partidarios y quedó por debajo con un 47,80 %.
Solo que este caso, ambos candidatos habían declarado su posición en
favor del embargo.
Nada de lo anterior habla a favor o en contra de eliminar el embargo o
permitir el turismo estadounidense a Cuba. Nada tampoco inclina a pensar
que si se cambian estas medidas se abrirá la puerta de la democracia en
la Isla
Por supuesto que afirmar que Crist se impuso en Miami solo por su
posición antiembargo sería tan disparatado como indicar que un vecino de
Hillsborough o Volusia —preocupado por las atrocidades del régimen
castrista— se decidió en las urnas por un gobernador conocido por su
firmeza frente al gobierno de La Habana.
Por lo tanto, lo más prudente es reconocer que nadie se acordó en el
colegio electoral que en una ocasión, y con poca fortuna, Scott firmó
una ley que limitaba el comercio del estado con los regímenes de Cuba y
Siria, y una hora después envió una carta a Washington en que afirmaba
que la ley no se podía aplicar. En resumidas cuentas, al final la ley no
obtuvo mejor destino que quizá caer bajo la implacable crítica de los
ratones en cualquier almacén de desperdicios.
En aquel momento Scott actuó con igual cinismo que del capitán Renault,
en la escena de Casablanca que muchos la saben de memoria:
"—No. Por favor, señor —dijo el capitán y le arrebató la cuenta al camarero.
Se apresuró en explicar su generosidad a la pareja de refugiados.
—Es un juego muy sencillo. Lo ponen en la cuenta y yo rompo la cuenta.
Y agregó complacido y aún sonriente:
—Resulta muy conveniente".
Sin duda conveniente para un grupo de partidarios sin temor al ridículo
y seguidores ilusos que confiaron en que un estado de esta nación podía
legislar en política internacional como si fuera un país. Absurdo desde
el punto de vista legal, pero con una profunda justificación, más que
ideológica emocional, para los exiliados que han tratado de convertir a
Miami —y en este caso más delirante aún en el deseo de ir más allá de la
ciudad y abarcar toda Florida— en una patria independiente en territorio
estadounidense.
Pero de igual forma, no hay que creer que a la hora de encerrar en negro
el círculo por la votación para gobernador hubo otro elector que
priorizó el hecho de que, de ser elegido Crist aspiraba a ser nuestro
hombre en La Habana, al menos de visita.
Todo es más simple: no hay que colocar el caso cubano por encima de todo
y en todo momento, si adopta otra ciudadanía.
Para quienes adoptan esa actitud, hay que señalar que es muy patriótica
con respecto a la Isla, aunque secundaria a los efectos electorales
estadounidenses.
Si en vez de ninguno, se prefiere decir que fueron pocos —de acuerdo a
las cifras— los que priorizaron al embargo en estas elecciones en Miami,
no hay problema en ello. A los efectos estadísticos no hace diferencia.
Durante décadas, a políticos locales, estatales y nacionales les bastó
una estrecha plataforma anticastrista. Lo demás quedó a cargo de una
maquinaria política, simple pero efectiva: recolectar boletas ausentes,
apelar a los beneficiados del Plan Ocho, montar en autobuses a quienes
almuerzan en comedores para personas de bajos ingresos y movilizar a
simpatizantes con una fe ingenua de que esos candidatos iban a
contribuir al fin del castrismo.
Luego los recién elegidos se limitaban a beneficiarse de la propaganda
obtenida gracias a frenéticas y repetitivas declaraciones en contra de
Castro, que carecían de efectividad pero no por ello dejaban de hacer
bulla. Después de pocos o varios años —en el caso de los políticos
locales— algunos terminaban destituidos o en la cárcel y otros cumplían
su mandato o continuaban en sus cargos laborando de forma eficiente.
Sin embargo, en todos los casos —y por supuesto que esto excluye a los
legisladores federales— su capacidad para influir en un posible destino
democrático para Cuba resultó casi nula; no por falta de deseo sino al
quedar fuera de su competencia.
Si a un político le interesa tanto el respeto a los derechos humanos en
la Isla, y no forma parte del Congreso en Washington, lo mejor que hace
es buscar otros medios de satisfacer su saludable intención.
De lo contrario se arriesga al ridículo, como le ocurrió al gobernador
Scott, cuando en el estado se presentó esa ley que impediría a las
compañías que negocian con Cuba y Siria el participar en licitaciones de
contratos con fondos públicos, y Scott firmó primero y luego dijo que no
y después afirmó que sí, para que la medida terminara siendo declarada
inconstitucional.
Porque en el caso de una elección para gobernador en Florida, lo
importante no es estar a favor o contra del embargo, sino la capacidad
para hacer las cosas bien en este estado.
Los problemas de Cuba son de los cubanos, no de los floridanos. Si
alguien considera que el asumir esta actitud es antipatriótica, en el
caso de los ciudadanos norteamericanos nacidos en Cuba —los únicos que
tienen derecho a votar—, que comience por mostrar la parte del texto que
se repite durante el juramento de adopción de la ciudadanía
estadounidense, donde se declara la fidelidad al anticastrismo, el apoyo
al embargo y a las repúblicas de Hialeah y Calle Ocho.
En esta última elección, los votantes de Florida prefirieron a Scott por
un estrecho margen. Si lo hicieron por la enorme cantidad de dinero
invertida por el gobernador en una campaña negativa, por apatía de los
demócratas o debido a que consideraron que el republicano estaba mejor
capacitado para la labor que el demócrata queda fuera del tema de este
artículo. Aquí lo importante es recalcar que en dos ocasiones el
candidato presidencial demócrata, Barack Obama, ganó el condado
Miami-Dade, y que ahora lo volvió a ganar Crist. El debate sigue abierto.

Source: Votantes de Miami apoyaron a candidato antiembargo - Artículos -
Internacional - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/votantes-de-miami-apoyaron-a-candidato-antiembargo-320833

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