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Tuesday, November 11, 2014

Fábula de la ‘soberanía’ cubana

Fábula de la 'soberanía' cubana
MIRIAM CELAYA, La Habana | Noviembre 10, 2014

En las últimas semanas hemos sido testigos de una gran alharaca
mediática a propósito del embargo estadounidense contra el gobierno
cubano y la pertinencia o no de su levantamiento. El diario The New York
Times marcó la pauta, con varios incendiarios editoriales anti-embargo
que encontraron inmediata respuesta en otros numerosos espacios
digitales, señalando el peligro de una supresión incondicional y
unilateral de las sanciones al proporcionar al régimen de la Isla una
nueva posibilidad de extender y consolidar su poder tras medio siglo de
dictadura.

Sin dudas, el tema del embargo constituye el nudo gordiano que marca las
relaciones Cuba-EE UU, aunque con un hito claramente diferenciador: si
bien su levantamiento constituye hoy por hoy un elemento de crucial
importancia estratégica para la supervivencia del régimen cubano, no es
una prioridad para el Gobierno estadounidense ni constituye un punto
estratégico en la agenda de su política exterior.

Este antecedente, por sí mismo, explica que las negociaciones acerca de
las relaciones entre ambos gobiernos no deberían desarrollarse sobre el
principio de "igualdad de condiciones", como (¿puerilmente?) reclaman
las autoridades cubanas y su comparsa de intelectuales orgánicos, toda
vez que, si bien la supervivencia del régimen castrista depende en gran
medida de la supresión de las sanciones estadounidenses, para Washington
esto no supone un elemento de importancia estratégica ni una prioridad,
en lo político ni en lo económico.

Por demás, resulta ridículo suponer que el Gobierno cubano –tras
secuestrar los derechos de sus gobernados y excluirlos de todo beneficio
legal– haciendo gala de un cinismo inenarrable pretenda erigirse en
defensor de los derechos "del pueblo estadounidense", privado por su
propio Gobierno de la posibilidad de viajar libremente a Cuba o de
invertir en la Isla, aunque resulte un secreto a voces que EE UU es en
la actualidad uno de los principales socios comerciales de Cuba, en
especial en el renglón alimentario, y se haya hecho habitual la
presencia de estadounidenses en los principales destinos turísticos de
la Isla.

Pero, sobre todo, tanto debate sobre una política extranjera echa por
tierra el principal pilar sobre el que se ha cimentado toda la
estructura de la revolución cubana: la defensa irrenunciable de la
soberanía.

La falacia de la "soberanía" cubana

En los años 70, Fidel Castro se burlaba públicamente del embargo
("bloqueo", en el argot revolucionario). Para entonces la muy cacareada
soberanía cubana omitía la humillante subordinación a la Unión
Soviética, refrendada jurídicamente en la Constitución, y en virtud de
la cual Cuba se erigía como base estratégica del imperio comunista ruso
en el hemisferio occidental, incluyendo en esas relaciones de
servidumbre la fallida tentativa de crear una base de ojivas nucleares
rusas en los inicios de la era castrista, la existencia de una base de
espionaje soviética en la Isla, tropas militares soviéticas en
territorio cubano, la construcción de una planta termonuclear
–afortunadamente nunca terminada–, el envío de tropas cubanas para
fomentar y/o apoyar conflictos armados en América Latina y África, entre
otros compromisos cuya envergadura y costo aún no han sido revelados.

En compensación, la Unión Soviética sostenía el sistema cubano a través
de enormes subsidios, que permitieron el mantenimiento de los fabulosos
programas de salud y educación en la Isla, así como otras prestaciones
sociales. Para entonces, el llamado "bloqueo" norteamericano quedaba
circunscrito a los manuales de enseñanza y adoctrinamiento en las
escuelas, o se mencionaba en algún que otro discurso oficial, siempre
que fuera oportuno para justificar la ineficiencia productiva o alguna
carencia que el bloque comunista europeo no era capaz de cubrir.

Tras la desaparición de la Unión Soviética y del socialismo de Europa
del Este, el régimen administró con relativo éxito una crisis económica
sin precedentes en Cuba, eufemísticamente conocida como "Período
Especial", gracias a dos factores claves: las inversiones extranjeras de
un grupo de empresarios aventureros que creyeron que un mercado virgen y
un sistema en ruinas eran condiciones suficientes para negociar
ventajosamente; y la obligada apertura a la iniciativa privada bajo la
forma de pequeños negocios familiares. Dos elementos que habían sido
demonizados durante décadas, desde la nacionalización de las empresas de
capital extranjero a inicios de los años 60, y posteriormente con la
intervención de la pequeña propiedad durante la llamada Ofensiva
Revolucionaria de 1968.

A finales de la década de los 90, sin embargo, apareció una nueva
posibilidad de subsidios, bajo la forma del caudillo venezolano Hugo
Chávez, cuyo gobierno profundamente populista y personalista asumió la
manutención del sistema castrista en base a la explotación y
dilapidación despiadada del petróleo de ese país, sosteniendo con ello,
a la vez, el mito de la soberanía cubana, sobre el que se cimenta el
metarrelato revolucionario antiimperialista (David versus Goliat)
interpretado hasta la saciedad en esta ignorante y supersticiosa región
por la pléyade intelectual oportunista de izquierdas, de la cual
Latinoamérica es tan fecunda.

Eso explica que, transcurridos más de medio siglo de revolución, Cuba
siga siendo una de las naciones más dependientes del mundo occidental… y
a la vez la más "soberana". Aunque en la actualidad sea vox pópuli, a
partir del propio reconocimiento oficial, la dependencia del destino
final de la Isla a las inversiones del capital extranjero. Resulta que
en esta nación tan independiente y soberana ya los oligarcas verde-olivo
no se burlan del embargo, sino que gimen por su supresión. Probablemente
sus capitales personales, fruto de la depredación del erario nacional,
estén confortablemente a salvo en los fondos y bóvedas de bancos
extranjeros, pero sin inversiones foráneas los días de su reinado están
contados.

Desde la caída del Muro de Berlín han transitado por el poder unas seis
administraciones estadounidenses, tres presidentes han gobernado en la
Rusia post-comunista y varios más se han sucedido en los gobiernos de
los países de Europa del Este, mientras en Cuba se mantiene el mismo
sistema de gobierno impuesto por la sucesión de los hermanos Castro, con
ajustes y "renovaciones" que apenas sirven para encubrir la capacidad
mimética de una camarilla militar elite en transición al capitalismo de
Estado, administradora de un monopolio económico y político que intenta
sobrevivir exitosamente a la inevitable transformación del
tardo-castrismo en algo que nadie sabe a ciencia cierta qué será.

Actualmente, mientras otros dirimen los destinos de Cuba, los cubanos
sujetos siempre a poderes extraterritoriales y a merced de una
autocracia octogenaria –pero lo suficientemente soberbios o estúpidos
para no reconocerlo y demasiado mansos como para rebelarnos– hemos
acabado ganando una sola carta: la de la mendicidad. Solo que también la
elite verde olivo posa de pordiosera, con las "soberanas" manos palmas
arriba, solicitando la limosna del capital extranjero. La realidad ha
acabado imponiéndose al discurso: nunca antes fuimos más dependientes.

Source: Fábula de la 'soberanía' cubana -
http://www.14ymedio.com/opinion/fabula-sobre-la-soberania-cubana-columna-opinion-Miriam-Celaya_0_1667833212.html

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