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Sunday, October 05, 2014

La Cuba de hoy - ¿la URSS de ayer?

La Cuba de hoy: ¿la URSS de ayer?
PEDRO CAMPOS | La Habana | 5 Oct 2014 - 9:39 am.

Si la llamada dirección histórica, no desea terminar como la de
Brézhnev, debería realizar importantes reformas.

Revisando los últimos tiempos de la era Brézhnev, nos encontramos con
que el aumento del presupuesto militar de la entonces URSS la estaba
arruinando, mientras que aumentaba aceleradamente la escasez de
productos de primera necesidad, junto al deterioro de la agricultura la
industria y los servicios. Fue la época de mayor "estancamiento".

Debido a la falta de un liderazgo sensato, dada la vejez, el
alcoholismo, la autocomplacencia y las enfermedades del más condecorado
de todos los soviéticos, la elite burocrática del Partido y el Gobierno
se concentraba en sus intereses estrechos, a la espera de la etapa
post-Brézhnev.

Las diferencias se pagaban con las destituciones. La oposición
democrática, la lucha por los derechos humanos y libertades civiles eran
asfixiadas con represiones, juicios y apresamientos. "Las sombras del
estalinismo eran visibles", reconocería después Gorbachov.

La apatía hacia el "socialismo" se generalizaba y el alcoholismo en la
población crecía, como vía de escape de los ciudadanos.

La confrontación con Occidente, y especialmente con EEUU, se
acrecentaba. La retórica "antimperialista" de los medios de prensa
oficiales pretendía justificar la represión interna, la falta de
democracia y la carrera armamentista.

Hoy, en Cuba, el panorama no es igual, presenta características propias,
pero a pesar de la "actualización", se le parece en no pocos aspectos y
en otros la situación es más complicada.

La economía no puede estar peor. Aumentan el cuestionamiento a la
gestión estatal y a los resultados de la "actualización". La oposición
crece a pesar de la represión no disimulada. El estatalismo absoluto se
ve obligado a ceder terreno. Las nuevas tecnologías imponen su signo.

La imagen de dirección colegiada que pretende Raúl entra en
contradicción con la realidad del sistema centralista establecido. Su
liderazgo, no obstante sus cuatro estrellas y sus nombramientos al
frente del Partido, del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, no
parece suficiente a una burocracia acostumbrada al mando directo,
personal y pormenorizado de Fidel.

Y este, con sus Reflexiones, dando respuestas o imponiendo líneas omisas
en el Estado-Partido-Gobierno, alienta las confusiones.

Raúl, enigmático, apenas aparece en público y sus opiniones no pasan de
sus discursos en el último Congreso del PCC y en las sesiones, dos veces
al año, de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Solo algunos miembros del Buró Político hacen, de vez en cuando, alguna
declaración general aislada, desconectada de la realidad y de los graves
problemas que aquejan a la sociedad cubana.

La segunda figura del Gobierno, Miguel Díaz Canel , "joven" con el que
se desea proyectar una imagen renovadora, no es el segundo del PCC,
institución que según la Constitución ejerce la dirección del país; ni
proviene de la nomenclatura militar que concentra el poder político y
económico…

El espíritu innovador de los primeros discursos de Raúl y de algunos
aspectos de la actualización, son constantemente impugnados por las
propias leyes del Gobierno, por las regulaciones de los burócratas
encargados de concretar las políticas y por la misma lentitud en las
"reformas".

El cuentapropismo y el cooperativismo, que según los Lineamientos
deberían asumir un papel más importante en la economía y la sociedad
cubanas, son frenados por incoherentes imposiciones. La pretendida
autonomía para las empresas estatales, sin control obrero, alienta las
expectativas de los burócratas para adueñarse de ellas con el primer
jalón a la piñata.

Monopolios y entidades estatales como ETECSA, la Aduana de la República,
la ONAT, las corporaciones turísticas y últimamente Labiofam y otras,
actúan en contradicción con el espíritu anunciado en las políticas
oficiales o ponen en ridículo al Gobierno. La corrupción es
generalizada, con muchos funcionarios procesados a todos los niveles.

Aumenta la apatía de las mayorías hacia el "socialismo" y crece el
número de simples trabajadores dispuestos a abandonar el país por
cualquier vía, buscando mejoras económicas. La deserción de peloteros,
otros deportistas, artistas y misioneros es alarmante.

La cantidad de cubanos que llegan a territorio norteamericano o son
interceptados en alta mar, recuerdan momentos de crisis similares
anteriores, lo que unido al incremento de las salidas legales por las
últimas reformas migratorias, están desangrando la masa joven,
profesional, trabajadora y emprendedora del país.

El proyecto "socialista" que enroló a las mayorías en las primeras
décadas, ya no logra entusiasmarles y, de todo, se vuelve a culpar al
bloqueo imperialista.

El "cambio de mentalidad" no pasa de ser una consigna, y el militarismo
desestimula la iniciativa.

Los bajos resultados económicos del Estado asalariado, los temores
naturales por la economía en crisis y su control casi absoluto por el
Estado, junto al fortalecimiento de las medidas del bloqueo-embargo de
EEUU para obstaculizar el desenvolvimiento de las finanzas
gubernamentales, desalientan el arribo sustantivo de capitales externos
frescos.

El gobierno de Raúl creyó que liberar los presos que quedaban del grupo
de los 75 con la mediación de la Iglesia, mover algunas medidas (no
convincentes) en el área del mercado y eliminar algunas absurdas
regulaciones, le permitiría cambiar la imagen internacional que existe
sobre las violaciones de los derechos humanos e influir en la posiciones
de los grandes controladores del capital internacional, especialmente
estadounidenses.

A la espera del levantamiento del bloqueo todavía con Fidel, el Estado
concentraba recursos en el turismo, que Raúl intensificó con la
unificación de los monopolios militares y estatales, el mega-proyecto
del Mariel y las marinas, campos de golf y zonas residenciales para ricos.

Quedaron para tiempos mejores las inversiones en vivienda, alimentación
y transporte, los sectores que más afectan a la población y,
consecuentemente, su respaldo al Gobierno.

Hoy, el bloqueo continúa y los dueños de la plata en el mundo no han
cambiado esencialmente su percepción sobre el carácter totalitario del
Estado cubano.

En América Latina, el surgimiento de gobiernos izquierdistas y el
interés de otros democráticos en mantener buenas relaciones con La
Habana para desalentar sus anteriores compromisos con la izquierda
extremista, han favorecido los intercambios de todo tipo. Y el aporte
de Venezuela, Brasil, Ecuador y otros, a cambio de servicios médicos,
representa un alivio a la economía estatal.

Los acercamientos nostálgicos a China y especialmente a Rusia, cuyas
evoluciones internas y apetencias imperiales no entienden o aparentan no
entender algunos, aportan apoyo político al Gobierno, pero hasta ahora
poco significan para una verdadera recuperación económica.

Si la llamada dirección histórica, con todavía clara la influencia de
Fidel, no desea terminar como la de Brézhnev, tendría que realizar
importantes transformaciones económicas y políticas.

A fin de liberar las fuerzas productivas, detener —y hasta revertir— el
éxodo ya masivo y conseguir un cambio en la percepción de la comunidad
capitalista internacional sobre su situación interna, el Gobierno
debería aplicar prontamente medidas económicas más allá de la
"actualización", encaminadas a liberar el mercado, fomentar las formas
de producción autónomas "no estatales" y revisar su concepción
estatalista de la propiedad y el mercado.

Y, paralelamente, entablar un diálogo nacional inclusivo que, para
empezar, no tiene que ser directo, sino permisivo del libre intercambio
de ideas diferentes y opuestas, junto al cese de la represión, hacia un
clima de confianza que facilite reformar y democratizar el sistema político.

Esto implicaría un cierto reconocimiento de todas las tendencias
políticas pacíficas y aflojaría las tensiones que soliviantan la
sociedad. Las críticas a los gobiernos no nacen de la libertad de
expresión ni de las nuevas tecnologías, sino de sus errores y falta de
transparencia.

Las fuerzas democráticas de todos los colores, también podrían
contribuir con la formalización pública de su compromiso con el diálogo
nacional y la lucha política por las vías pacíficas y democráticas,
contra el uso de la violencia y la intervención directa extranjera.

Esto las pondría en mejores condiciones para ayudar a mover al Gobierno
en la misma dirección, pues por sí solo no parece que este vaya a
cambiar verdaderamente. Habrá de entender que es mejor canalizar la
corriente creciente que represarla.

Si no se avanza en ese camino u otro similar, con la participación de
todos, la situación continuará deteriorándose y sus consecuencias serían
impredecibles para el futuro de la nación cubana.

Source: La Cuba de hoy: ¿la URSS de ayer? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1412494788_10676.html

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