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Monday, October 27, 2014

La China, ¿la loca alegre de La Habana?

La China, ¿la loca alegre de La Habana?
Entre las muchas locas que han zapateado las calles de la capital,
ninguna es tan memorable como La China. No hay habanero con más de
cuarenta años de edad que no la recuerde con una sonrisa
lunes, octubre 27, 2014 | José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba -Entre las muchas locas que han zapateado las calles de
La Habana, ninguna es tan memorable como La China. No hay habanero con
más de cuarenta años de edad que no la recuerde con agrado, o con una
sonrisa al menos. Lástima que resulte tan difícil conseguir una foto
suya, carencia que no debieran perdonarnos nuestros nietos. Aunque, por
suerte, todavía hoy somos muchos los que ante su simple mención, ya la
vemos ahí delante, gozadora y dicharachera, con su boca roja abierta de
oreja a oreja, la cara toda embadurnada de colorete, el pañuelo chillón
en la cabeza, la infaltable cartera, ingeniándoselas con mil ocurrencias
para divertirnos y bailando con aquellas piernas largas, flacas,
escarranchadas, emblemáticas como las de un artrópodo.

En tiempos del soviet supremo, con la solemne gala, el partido inmortal,
la sangre derramada y los discursos terroríficos asediando a toda hora
nuestra ligereza criolla, aquel ambiente de relajo que en unos minutos
armaba a su alrededor La China, caía como un soplo de aire fresco en
nuestra atmósfera de plomo.

Eran los últimos años 70 y los primeros 80. La China aparecía de pronto
en cualquier cola, en las afueras de la heladería Coppelia, en una
parada o a bordo de las más diversas rutas de guagua. Y bastaba con su
mera presencia para atraer completamente la atención del público. El
arsenal de sus dicharachos, inteligentes, agudos, pícaros, es otro
tesoro perdido sin remedio para la cultura popular cubana. En especial
le complacía dispararlos en las guaguas repletas de pasajeros, donde
desgranó más de una perla de antología.

"Si está bien parada, da lo mismo por delante que por atrás". Así se
burlaba de la regla que exige a los pasajeros subir al ómnibus por la
puerta delantera y descender por la trasera. Y de paso, ella misma
desobedecía la regla bajando siempre por delante, pero bajaba de
espaldas sólo para decirle al chofer: "Mira, chino, me voy de espaldas
para que parezca que me vengo de frente". Todos éramos "chinos" para La
China, cuyo nombre real nadie o casi nadie llegó a conocer.

En cambio, fue ampliamente conocida y comentada entre los habaneros
cierta especulación sobre su origen de familia adinerada, antiguos
propietarios, según vox pópuli, de la llamada Casa de Los tres Kilos,
una de las tiendas más famosas de la capital, a la que, luego de
expropiada por el régimen, apodarían Yumurí.

Siempre creí que el comentario sobre La China como posible
"siquitrillada" por la revolución no era sino de una de esas leyendas
que suelen tejerse en torno a los personajes populares. Sin embargo, la
suerte iba a convertirme en testigo de la confirmación de la verdad en
voz de ella misma. Tal vez fuera la única vez que La China habló en
serio durante aquellos años de sus aventuras como ¿alegre? enajenada.

Una mañana, me encontraba yo en la parada de la ruta 74, en calle G y
25, en el Vedado. La gente se aglomeraba en espera de la guagua. Y allí
desembarcó ella, bailando y poniendo en órbita sus locas paremias. En
algún momento, un policía que estaba entre el público repitió en voz
baja el ya tan cacareado comentario sobre su origen. Y para rematar,
dijo: "Yo no sé dónde habrá metido todo el dinero que tenía". Fue
suficiente. La China, que se había mantenido alejada y al parecer
completamente ajena al comentario, dejó de bailar y vino a situarse
justo frente al policía para preguntarle, con el rostro grave y los ojos
llorosos: "Cómo que tú no sabes dónde está nuestro dinero. Pero si
ustedes fueron los que se lo robaron, cómo no vas a saber. Mi familia se
fue para Puerto Rico y yo me quedé aquí, porque esto es lo que me gusta,
pero ellos no se llevaron el dinero que me tocaba, fueron ustedes
quienes me lo robaron".

Dicho esto, se viró al otro lado para seguir desgranando sus prendas
como si nada hubiera ocurrido.

Y así continuaría, hasta un día en que dejamos de verla tan
repentinamente como había aparecido. Es de suponer que la hayan llevado
-de espaldas para que pareciera que la traían de frente-, a ocultarla en
algún oscuro manicomio, donde iba a morir en paz y amén, destinada por
el diablo a perturbar la paz de los solemnes sepulcros.

Source: La China, ¿la loca alegre de La Habana? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad/actualidad-destacados/la-china-la-loca-alegre-de-la-habana/

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