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Wednesday, October 08, 2014

El guapo criollo

El guapo criollo
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, Santa Clara | Octubre 08, 2014

En cualquier lugar del mundo esta especie, al descubrirse en público, de
inmediato infla el tórax y recoge la barriga. Saca pecho, al decir de
esos guapos de otros tiempos, que ya ancianos conocí en mi niñez. Mas
estamos en la Cuba de inicios de este III Milenio, donde el poder es
omnipresente, omnipotente y por sobre todo muy, muy pesado. Es quizás
por ello que el guapo cubano de estos años finales del castrismo más que
pecho saca maleta. O sea, se encorva maletudo, abrumado al parecer por
ese poder político más ubicuo que la propia fuerza de gravedad.

El guapo cubano tiene otros rasgos peculiares. Se desprende que si
siempre anda encorvado, su frente buscará el suelo más que las alturas,
por lo que no extraña que mire al mundo de una muy particular manera.
Desde abajo, desde la oscuridad de un rostro siempre a la sombra,
contraído por demás en ese rictus tan suyo, más bien mueca, que él
supone le ayuda a mantener al resto del mundo a raya. Porque no debe
dejar de advertirse que nuestro guapo cree que el mundo entero no tiene
otra ocupación que joderlo a él. Al pobrecito, al hijo de su mamá.

Otro de sus tópicos es el de los andares bamboleantes, con los brazos
bien contraídos y muy separados del cuerpo, cual si padeciese de unos
golondrinos de campeonato. Por cierto, en sus desplazamientos el guapo
no hace distingos al empujar o aplastar al otro que tiene la mala suerte
de cruzarse con él en la acera. A una anciana con un bastón, a una mujer
fea o aun a una hermosa, a la cual le dedicará una frase soez pero sin
por otra abrirle paso, a un niño, a un anciano, a otro guapo... Bueno,
en realidad, al encontrarse con otro de su misma especie, la actitud del
guapo cambia por completo, se hace diferente.

En su interacción con los otros guapos echa mano de estereotipos. En sí,
los guapos parecen no conocer otra forma de relacionarse entre ellos que
no sea mediante estereotipos. No solo es esa babosa afición a darse
besitos con sus congéneres, costumbre que entre varones se ha hecho hoy
muy frecuente en la Isla. Lo fundamental es que no bien ha visto a un
congénere asomarse en el horizonte, nuestro sujeto salta al escenario de
inmediato. Porque ser guapo es por sobre todo una actuación, o mejor,
una sobreactuación, que se interpreta primero que nada para los otros
guapos, cuya opinión es en definitiva la única que importa. De hecho,
uno a veces se pregunta si el guapo cubano no tiene mujer más que para
presumir de ella ante los socios.

Nunca es más evidente la naturaleza histriónica de nuestro guapo
autóctono que en sus broncas. A pesar de que en los últimos tiempos
algunos tratan de imponerse el laconismo como suprema virtud guapetonil,
la verdad es que en nuestras broncas siguen escuchándose muchísimas más
palabras que trompadas. No en balde, muchas de esas broncas suelen
conservar un marcado aire de romance antiguo en que los héroes, entre
lanzada y lanzada, intercalaban larguísimos parlamentos. Aunque claro,
no puede pedírsele a nuestro hombre la misma esmerada articulación o
riqueza de ideas y vocabulario.

Es también ese histrionismo suyo la razón de que el 99,9% de los duelos
a machetazos que se registran en la Cuba presente no terminen en
miembros cercenados y chorros de sangre a la manera del peor cine
japonés, sino en alguna heridita de tres puntos, o si acaso alguna
contusión del que esquivaba un temeroso ataque; que por cierto ha sido
antecedido por media docena de avisos.

Un último detalle. Como bien conocen nuestros policías, en la privacidad
de un cuartel no puede amagársele muy en serio una galleta a un guapo
nacional. Nunca se sabe a quién podrá echar palante cuando se suelte a
hablar, y tampoco si con otra galleta se podrá cerrar esa tan peligrosa
fuente, que puede terminar embarrándolo hasta a uno mismo.

Source: El guapo criollo -
http://www.14ymedio.com/opinion/guapo-criollo_0_1648035183.html

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