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Wednesday, September 10, 2014

Testimonio de una maestra

Testimonio de una maestra
Felina María Pupo Suárez
10 de septiembre de 2014

La Habana, Cuba – www.PayoLibre.com – La educación es un ingrediente
fundamental para la vida de todo ser humano y de la sociedad en general.

Por su innegable calidad y rigor, la educación en Cuba siempre mereció
distinción a nivel nacional e internacional. A poco de su llegada al
poder, el gobierno de Fidel Castro comenzó a maniobrar para erradicar la
enseñanza privada, creando el Sistema Nacional de Educación, operado
exclusivamente por el estado.

Con la Campaña de Alfabetización, comenzó una desenfrenada y clamorosa
"batalla" por erradicar el analfabetismo primero, para posteriormente,
alcanzar altos índices académicos, que llevarían al país a conquistar un
lugar prominente a escala universal. Había que hacer lo ineludible para
alcanzar la meta trazada. Y así se hizo. Y se logró.

Mi llegada al mundo, a cinco meses exactos del triunfo de los barbudos,
no fue un suceso deliberado, ya que mi madre, Clotilde Suárez, tenía
cuarenta y un años, seis hijos y era ama de casa. Para un matrimonio
humilde con una prole tan numerosa, representaba privaciones y
sacrificios adicionales, pues mi padre, Luis Pupo, era un simple
operador de caldera del antiguo central azucarero Preston (luego
Guatemala y actualmente, convertido en chatarra).

Corrieron los años y llegó 1974, período en el que me inicié como
maestra primaria, impartiendo los grados quinto y sexto. A los quince
años de edad me enfrenté por primera vez a un aula, en la que había
alumnos, incluso mayores de mi edad, que no sabían leer ni escribir.

En lo referente a la BME (Base Material de Estudio), se daba una libreta
por asignatura. Actualmente se dan dos libretas a los grados de 2do a
4to que reciben de cuatro a seis asignaturas, y los grados de 5to y 6to
tres libretas cuando imparten de ocho a diez materias. Los Libros de
Texto, nunca están completos por lo que se reparten uno cada dos niños.
Lo mismo sucede con los materiales de Educación Plástica y Educación
Laboral. En la mayoría de los casos los padres deben comprarlos.

Me gusta el magisterio. Venero a los niños porque, como dijo el Apóstol,
son los que saben querer, y consideré que estaba obligada a ser
transparente con ellos.

Quizás por mi corta edad, no pude advertir mucho ante la pérdida de
rigor en la enseñanza, por la absurda pretensión de elevar,
artificialmente, los índices de promoción escolar para adecuarlos al
síndrome triunfalista que ya permeaba todo el esquema
socio-político-económico del país. Eran los vientos del Gran Salto
Adelante maoísta. Desde entonces me di a la tarea de salvaguardar la
pureza en la enseñanza y combatir el fraude académico al precio que
fuera necesario. Esta determinación me traería serias dificultades más
adelante.

Sólo como botón de muestra, recuerdo un caso particular e ilustrativo.
Hubo un curso escolar, en el que dimos como desaprobada a una niña de
5to grado que tenía dificultades en el aprendizaje al escribir en bloque
y leer en forma silábica; también en el cálculo y en problemas
aritméticos. Al iniciarse el nuevo curso y ver a esta niña formando
junto a los alumnos de 6to grado, le señalo que debe formar con los
niños de 5to, pues sabe que está desaprobada y me responde que había
sido la Directora quien la puso con los niños de 6to. Cuando voy a
reclamarle a la Directora, ésta me confiesa que la dio como aprobada
porque no se podía incumplir el plan de promoción exigido por el Sistema
Nacional de la Enseñanza. Me quedé perpleja ante aquella explicación. No
podía dar crédito a lo que escuchaban mis oídos. Me miró y me dijo: ya
está hecho. Luego supe que lo mismo había dispuesto con alumnos de los
grados 2do y 3ro. Me sentí frustrada pese a que el magisterio siempre ha
sido una labor que me ha cautivado.

Este hecho no impidió que yo, junto a mi colega de aula, insistiera en
mi afán de luchar contra el fraude académico. En el siguiente curso, se
repite la misma historia, pero esta vez con un final mas funesto: fuimos
sancionadas con la reducción del sueldo de 520.00 a 148.00 pesos, el más
bajo en esa época. Hicimos la reclamación a todos los niveles
pertinentes y de todos obtuvimos la misma respuesta: ese es problema de
ustedes. Confundida ante este incomprensible conflicto me dirigí por
escrito a la Dirección Provincial de Educación, la que me respondió que
esperara respuesta. Han pasado ocho largos años y aún espero por ella.

Renuentes a aceptar la complicidad con el fraude académico, varios
compañeros míos pidieron baja de la entidad. En ese momento yo no lo
hice, pues era la que mantenía mi hogar con dos hijos y una nieta recién
nacida.

En 2004 surgieron nuevos conflictos. Fue asignado al colectivo de
trabajadores de mi escuela un televisor de procedencia china ATEC PANDA,
que sería vendido a quien más méritos laborales tuviese acumulados.
Nadie habría podido prever los problemas y dificultades que esto
traería. Durante cuatro cursos consecutivos había sido seleccionada
Mejor Trabajadora del Centro, tenía siete galardones por Círculos de
Interés con categorías relevantes, dos trabajos sobre Pedagogía
ganadores a nivel de Escuela, de Zona, de Municipio y de Provincia y
cinco Trabajos de Fórum con varios reconocimientos. Tenía todo el
derecho a que me fuera asignado el bono para comprarlo, por lo que hice
mi solicitud. Además, es la única vía que tenía un cubano en esa época
para poder adquirir un electrodoméstico.

En una sociedad donde enfrentar a los superiores requiere una valentía
que no se inculca al ciudadano, varios de mis colegas, por temor a las
consecuencias, se alinearon a la Directora, quien también había
solicitado el bono. Además, mi perseverancia en el quijotesco
enfrentamiento al fraude académico me había ido granjeando el rechazo de
esos mismos colegas, conniventes con cualquier inmoralidad a cambio de
su inmunidad económica. El sindicato del centro, aliado incondicional de
la patronal, como es norma en toda Cuba, hizo cuanto pudo para
despojarme de mi derecho, pese a tener actualizada mi cotización a ese
engendro anti obrero, junto a los meritos que ya mencione.

Surgieron incontables discrepancias en busca de un motivo para
despojarme de mi derecho, pero la razón se impuso y gané esta absurda
batalla. En represalia, la Directora comenzó a realizarme visitas
diarias a mi aula, a revisarme los planes de clases a cada momento, las
libretas de los niños, los expedientes académicos, los materiales
didácticos, etc. Una verdadera persecución desde su posición de poder
que me originó un insoportable estrés.

Durante las vacaciones de 2005 me detecté un nódulo en una mama; en
busca de mejores recursos asistenciales me dirigí a La Habana. Entre
ultrasonidos, placas, mamografías y biopsias estuve en la capital tres
meses, enviando a mi centro de trabajo los certificados médicos
correspondientes. Al retornar a mi provincia me dirigí rápidamente a mi
escuela, y cuál no sería mi sorpresa al ser recibida por la Directora
con una medida disciplinaria de separación definitiva de la entidad,
expresada en un documento carente de legitimidad al haber sido firmado
por mi hijo, al que presionaron a firmar diciéndole que si no lo hacía
me traería serios problemas.

Inicié mi reclamación. Primero al Tribunal Laboral de la escuela, luego
al Municipal y más tarde al Provincial, sin ningún resultado. Mi
desilusión fue tan fuerte que renuncié a todo intento de defensa y me
alejé del Sistema Nacional de Educación. Después una colega me entregó
todos los certificados médicos que los encontró engavetados en la dirección.

Según la explicación que se me dio yo estaba afectando el Proceso
Docente-Educativo. Durante esos tres meses mis alumnos carecieron de un
maestro estable, pasando por mi aula la Directora, la Bibliotecaria, los
maestros de otros grados (en sus turnos libres), la Maestra de
Computación, la de Educación Física y hasta las Auxiliares de Limpieza.
Así continuó el curso completo.

A resultas de mi injustificada sanción, esa situación se mantuvo el
resto del curso escolar. Cabe preguntarse, ¿afectaba yo el Proceso
Docente Educativo integrándome al aula tres meses después de iniciar las
clases, o fueron ellos los que lo afectaron durante el resto del curso?

Después de 35 largos años de trabajo ininterrumpidos educando niños, hoy
sólo me queda una extraña mezcla de satisfacción y orgullo por el amor
con el que ejercí tan hermosa labor, junto a la frustración por la
ingratitud del Sistema Nacional de Enseñanza de Cuba. No percibo ni un
solo centavo para cubrir las necesidades de mi vejez.

Source: PayoLibre.com - Cuba - -
http://payolibre.com/articulos/articulos2.php?id=6110

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