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Wednesday, September 17, 2014

Oposición en el castrismo tardío

Oposición en el castrismo tardío
Como sistema que se adapta para sobrevivir, el castrismo tardío se
afinca en la apariencia de legitimidad que dan los números electorales,
expresa el autor de este artículo
Arnaldo M. Fernández, Broward | 16/09/2014 2:12 pm

La gula mediática del anticastrismo llegó la pasada semana al anuncio de
que el barco camaronero Santrina, asociado indefectiblemente al tambor
mayor de la propaganda castrista, Luis Posada Carriles, se vendió para
destinar el importe "a la ayuda de aquellos que en nuestra patria están
valientemente enfrentándose a la dictadura".
Así la bandería anticastrista sirve por enésima vez, en bandeja de
plata, otro pretexto para que la bandería castrista pregone el vínculo
entre la mafia terrorista y la disidencia, oposición o resistencia,
según las respectivas álgebras verbales.
Antes sobrevino otro acto de prestidigitación opositora: el cisma
interno de las Damas de Blanco parió a Ciudadanas por la Democracia, tal
y como la debacle de la Agenda para la Transición Cubana dio a luz a
UNPACU. Así quedó servida por enésima vez, en bandeja de plata, otra
paradoja opositora: quienes se arrogan la sublime tarea de enderezar a
Cuba hacia la democracia, algo imposible sin unir a la mayoría del
pueblo contra la dictadura, no pueden unirse entre sí.
La situación
Tras emerger victorioso en la guerra civil y la guerra sucia, el
castrismo se desparramó de arriba abajo por toda la pirámide social
cubana y cristalizó como sistema que, simplemente, se adapta para
sobrevivir al pasar del tiempo. Así mismo ha cristalizado ese fenómeno
histórico que se denomina oposición pacífica o cívica.
Entre la alternativa ineludible de revuelta popular o fuerza electoral,
las "iniciativas" de proponer leyes, convocar plebiscitos o referendos,
cambiar la constitución y otros sonsonetes —desde cartas abiertas hasta
llamados urgentes— constituyen la tercera vía inventada para no hacer
política, sino bulla y fanfarria, con la doble ilusión o engaño de traer
la última en algún panfleto y atraer la debida atención de los demás,
incluso de la elite gobernante.
Vamos a suponer que la iniciativa de "consenso constitucional" de Manuel
Cuesta Morúa genere la constitución mejor redactada del mundo. Vamos a
suponer también que los promotores, en lugar de recoger firmas como les
da la gana, consigan el respaldo de más de diez mil electores de la
manera que exige sin remedio la ley complementaria de la constitución.
Así y todo, el consenso constitucional no podrá siquiera asomarse a su
fin declarado de allanar el camino hacia una asamblea constituyente. Sin
un solo diputado a favor en la Asamblea Nacional —que es la asamblea
constituyente realmente existente, a la vez que parlamento— la
"iniciativa" no pasará jamás el filtro de la Comisión de Asuntos
Constitucionales y Jurídicos. Si por divina providencia llegara a
discutirse en sesión plenaria, sería rechaza por abrumadora mayoría.
Por esta desconexión de medio a fin, el consenso constitucional y todas
las "iniciativas" de igual corte son políticamente fútiles, aunque
resulten mediáticamente apetitosas, como la campaña por el plebiscito de
una sola pregunta que anunció Rosa María Payá, sin sacar lección de que
su padre y el Movimiento Cristiano Liberación tuvieron que irse con su
música (Proyecto Varela) a otra parte (Madrid) por falta de arrastre
popular en la Isla de Cuba pintoresca.
Guía para perplejos
La suerte de toda oposición pacífica o cívica se decide en la Asamblea
Nacional, pero el camino viable, en vez de farsante, es largo y
engorroso. Empieza por las votaciones a mano alzada en las
circunscripciones electorales y todo parece indicar que el alarde
opositor de tener la inmensa mayoría del pueblo a su favor no alcanza
para que ese pueblo nomine y elija opositores tan siquiera como
delegados a las asambleas municipales.
Desde luego que proponer a viva voz y alzar la mano por un opositor en
las asambleas de circunscripción electoral entrañaría represalias, pero…
¿acaso los firmantes de las "iniciativas" no dan sus nombres y números
de identidad para entregarlos a la Asamblea Nacional? De aquí pasan con
entera facilidad al MININT y se desglosan hasta el jefe de sector de la PNR.
Desengañémonos: como sistema que se adapta para sobrevivir, el castrismo
tardío se afinca en la apariencia de legitimidad que dan los números
electorales. Y si la oposición no puede tomar por asalto a la Asamblea
Nacional con votos, no queda más remedio que deslegitimar al castrismo
con números en contra cada vez que haya elección parcial o general.
El abstencionismo es número equívoco. Dejar de acudir a las urnas puede
obedecer a diversas causas y, además, la apatía electoral es siempre
constructiva para la estabilidad del orden político. Los números
inequívocamente anticastristas son las boletas anuladas o en blanco.
La candidatura única y la regla de elección por mayoría de "votos
válidos", en los cuales no cuentan las boletas en blanco ni anuladas,
aseguran que los candidatos del gobierno salgan electos incluso si sólo
ellos votaran por sí mismos, pero esta trampa legal tiene doble filo: si
votar tan siquiera por un candidato es votar por el castrismo, entonces
anular la boleta o dejarla en blanco vale tanto como votar contra el
castrismo.
Irónicamente, cada elección en Cuba es un referendo, como pregona el
gobierno, porque es carrera de un solo caballo, como pregona la
oposición. Así que no hay que desfogarse en "iniciativas" para convocar
ningún plebiscito, sino trabajar a diario y en serio para que la gente
deje en blanco o anule su boleta en cada elección general o parcial, de
por sí plebiscitaria.
Dejar en blanco va también contra el castrismo, pero abre las puertas al
fraude: al contarse las boletas, alguien de la mesa electoral puede
alterar fácil algunas en blanco con solo marcar a lápiz el círculo del
"voto unido". Mucho más difícil sería embarajar la boleta anulada con
expresión o garabato a gusto, sobre todo si los opositores ejercieran
los derechos previstos en la Ley Electoral (1992) de presenciar el
escrutinio "como ciudadanos que lo deseen" (Artículo 112) y denunciar a
quien "altere los resultados de la votación" (Artículo 172.h).
Si hemos de creer a Guillermo Fariñas, UNPACU tiene 5-6 mil seguidores y
sería muy difícil que con los demás grupos opositores, si se unieran por
providencia divina, pudieran cubrirse los casi 30 mil colegios
electorales con un vigilante en cada uno, para que en caso de fraude
llamara enseguida a las corresponsalías de prensa extranjera usando el
teléfono móvil generosamente provisto y cargado desde el exilio.
No obstante se podrían cubrir al menos los colegios electorales más
populosos y esto sería mucho mejor que seguir con el tumbaito de tachar
las elecciones de farsa, porque a la postre nadie entra a la casilla de
votación con el compañero que lo atiende por el MININT.
Toda justificación socio-psicológica o psico-sociológica de por qué
tantos electores votan a favor del castrismo tropieza con que si un
pueblo vota mayoritariamente una y otra vez en contra de su convicción,
entonces no sirve para nada políticamente. Muchos menos para la democracia.
Tea Party cubiche
Aunque ningún opositor salga electo como delegado a la asamblea
municipal, el número de boletas anuladas y en blanco indicaría con
muchísima más fuerza la oposición al castrismo tardío que el numerito de
firmas recogidas al bulto para tal o cual "iniciativa". Antes que por
las campañas sin salida práctica que vocea la prensa extranjera y los
materiales de estudio que difunde Radio Martí o se acomodan en Internet,
memorias flash u otros dispositivos, la gente perderá el miedo a
proponer en voz alta y votar a mano alzada, e incluso salir a la calle
cívica o pacíficamente, pero en masa, si comprueba que tiene la fuerza
del número en boletas nulas y en blanco. Pero la oposición viene
esquivando la tarea electoral desde 1976.
Sobre la base del repudio electoral al castrismo, la oposición podría
empinarse por encima del tumbe y el figurao que ilustra ejemplarmente
Eliécer Ávila con su "iniciativa" del partido Somos+. Hace rato que el
partido anticastrista está en el electorado, aunque sin líderes que, en
vez buscar premios o presencia mediática afuera, capitalicen e impulsen
la tendencia electoral opositora dentro —apreciable en las tres últimas
elecciones generales— para que algún día el bando anticastrista pueda
decir somos más, pero de verdad, no de dientes pa'fuera.
CENSO ELECTORAL: Los electores registrados crecieron en 318 mil
2003 2008 2013
8.313.770 8.495.577 8.631.836
VOTOS VÁLIDOS: Crecieron en sólo 74 mil
2003 2008 2013
7.803.898 7.839.358 7.877.906
BOLETAS EN BLANCO: Crecieron más (121 mil) que los votos válidos
2003 2008 2013
243.390 306.791 364.576
BOLETAS ANULADAS: Crecieron menos (25 mil) que los votos válidos
2003 2008 2013
69.863 85.216 94.808
CONCURRENCIA A LAS URNAS: El declive más drástico: por primera vez, los
votantes suman menos del 90 % del electorado
2003 2008 2013
8.117.151 8.231.365 7.877.906
97,64 % 96,89 % 89,68 %
ABSTENCIONES: El crecimiento más espectacular: casi el doble (577 mil)
que el propio electorado (318 mil).
2003 2008 2013
196.619 264.212 753.930
CUBAN TEA PARTY
2003 2008 2013
509.872 656.219 1.213.314
La suma de los indicadores de oposición equívoca (no ir a votar),
inequívoca blanda (ir a votar para dejar la boleta en blanco) e
inequívoca dura (ir a votar para anular la boleta) pasó ya del millón de
electores. Las elecciones parciales venideras ayudarán a descifrar si la
anomalía estadística del abstencionismo en 2013 trajo su causa de la
excusa oficial por lluvia o de la preocupación que expresó Fidel Castro:
¿será que la gente no quiere ir a votar como antes?

Source: Oposición en el castrismo tardío - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/oposicion-en-el-castrismo-tardio-320212

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