Pages

Wednesday, September 10, 2014

Editoriales cubanas ante muerte asistida

Editoriales cubanas ante muerte asistida
Una casa emblemática como Arte y Literatura, históricamente dedicada a
publicar clásicos, está a punto de hundirse
miércoles, septiembre 10, 2014 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- Ha transcurrido más de un año desde que las
editoriales cubanas pasaran de ser instituciones culturales
"subvencionadas" por el Estado a "empresas". El término, de acuerdo con
el discurso entusiasta de los dirigentes que promovieron la
transformación, identificaría un tipo de negocio estatal que debería
rendir mayores ganancias y, en consecuencia, mejores salarios.

La medida, según se planteaba en las asambleas realizadas para convencer
a los trabajadores de que era un cambio beneficioso, fue aplicada con
urgencia, más bien con desesperación, sin tomar en cuenta al menos dos
factores que son esenciales para el desarrollo de una empresa editorial,
como la capacidad de los poligráficos y la comercialización de los
libros. Elementos que en Cuba son un verdadero desastre.

Los augurios de crecimiento y las garantías ofrecidas han sido solo
espejismos para ocultar la verdadera oleada de desempleo y la
improductividad que afectan al sector editorial y que amenaza con
hacerlo desaparecer. La prometida autonomía de las editoriales para
diseñar sus propios planes de publicaciones es una verdadera tomadura de
pelo a los editores que aún están obligados a rendir cuenta al Instituto
Cubano del Libro sobre lo que han de publicar y, peor aún, deben acatar
las "sugerencias" de carácter político que llegan desde las altas
esferas de poder, casi siempre relacionadas con algún texto escrito por
alguno de los principales funcionarios.

Los planes editoriales, sometidos a análisis en avalanchas de reuniones
con los "cuadros de dirección" de Cultura, constantemente deben ser
reacomodados para complacer los antojos de esos mismos que anunciaron
total libertad para las nuevas "empresas" y que manipulan la industria
del libro convirtiéndola en un instrumento de propaganda ideológica, a
juzgar por el papel prioritario que tienen los libros de política, cuya
producción masiva de un modo o de otro es cargada al presupuesto de las
"nuevas empresas", sin importar el perfil editorial que las defina ni
los estragos que cause en la producción literaria.

Bajo tales presiones, una editorial emblemática como Arte y Literatura,
históricamente dedicada a publicar obras y autores clásicos, se
encuentra en estos momentos a punto de hundirse. Sin capital para
emprender ni siquiera planes modestos, con el mismo equipamiento
obsoleto de hace más de una década, con una sola impresora para todo el
trabajo, sin suministro estable de papel u otros insumos necesarios, la
"empresa" ha sobrevivido hasta ahora gracias al recorte de los salarios
de los trabajadores, a la retención de los pagos de las escasísimas
utilidades que obtienen gracias al sistema de pequeñas ventas ambulantes
que hacen sus empleados, que apenas alcanzan para mantenerse a flote con
el pago de los servicios más esenciales como la electricidad y el teléfono.

Realizar el balance de los gastos mensuales (muy por encima de los
ingresos), saldar las deudas con el banco y los poligráficos se
convierte en una verdadera tarea de magos, según confiesan sus propios
directivos que, invadidos por la incertidumbre y el descontento,
comienzan a temer la paralización del trabajo y a perder la fe en un
nuevo paquete de medidas recientemente convenido con los ministerios de
Cultura y de Financias y Precios, donde se habla de un aumento en las
tarifas de pago a los trabajadores pero que, al no tomar en cuenta la
crítica realidad que hoy vive el país en todos los aspectos, deja al
descubierto que no es más que otro globo inflado para dilatar la orden
de "apaga y vámonos".
Obligado a abaratar los costos de producción para evitar el aumento de
los precios de los libros, el instituto establece límites irrisorios
para los pagos de los procesos editoriales y de los derechos de autor,
pero también a las tiradas y la calidad de éstas. Sin embargo, a pesar
del llamado a los recortes y la austeridad, los principales funcionarios
de la institución continúan sin reparar en gastos de viajes a ferias y
eventos en el extranjero, donde la promoción de la literatura cubana
está ausente o termina eclipsada por los programas de propaganda
política, cuando no por el simple placer de escape personal de los
leales funcionarios que, periódicamente, necesitan "tomar distancia" de
la horrible realidad nacional.

La nueva empresa, aunque obligada por el llamado "nuevo modelo
económico" a crecer y a competir, paradójicamente no puede tomar
decisiones ni asumir estrategias de crecimiento que contradigan la línea
ideológica trazada. Ni siquiera alcanzan a controlar la distribución de
los libros, que aún permanece atada a mecanismos en apariencias absurdos
pero que sabemos que en Cuba cumplen una función más eficiente que la
censura, puesto que el modo más fácil de hacer desaparecer un libro o a
un escritor incómodos es enviarlo a los oscuros almacenes de la
Distribuidora Nacional, y más tarde decirle al autor que está agotado.

El engaño y la burla han definido los varios paquetes de medidas
implementados para supuestamente salvar la industria editorial, a
sabiendas de que la han llevado a un callejón sin salida muy beneficioso
para los gendarmes del poder que, amparados en el bajo nivel de ventas
de algunos géneros literarios (como la poesía o aquellas zonas de la
narrativa y el ensayo dueñas de discursos sospechosamente disidentes),
promueven la reducción de las tiradas y el incremento de otras
producciones menos problemáticas.

Por otra parte, el gobierno enmascara la crítica situación quitándose de
encima la responsabilidad del fracaso pero, contradictoriamente, teme
perder el control de lo que siempre ha constituido una zona estratégica
de salvaguarda ideológica y continúa renuente a aceptar las iniciativas
privadas, a la vez que coarta las libertades que en principio ofreció en
una jugarreta para silenciar la inconformidad de una buena parte de los
editores y escritores.

Es sabido que más del ochenta por ciento del público que acude a la
Feria de La Habana lo hace o porque no tiene otro lugar más o menos
asequible al bolsillo a donde ir a compartir con la familia o en busca
de libros y revistas importados, cuyo contenido, usualmente atrasado,
nada tiene que ver con lo literario. Magazines de modas y chismes,
volúmenes de autoayuda y tonterías de toda clase le ganan a las
producciones de las editoriales cubanas, plagadas de textos de historia
y panfletos políticos, por las que muy pocos se interesan. Los
mecanismos de divulgación, en manos del Partido Comunista, no admiten
contenidos sospechosos. El rosario de prohibiciones de temas, autores y
títulos, casi infinito, influye en el escaso éxito de la
comercialización de la literatura.

Algunos dicen que el viejo Palacio del Segundo Cabo, antigua sede del
Instituto Cubano del Libro, será convertido en un museo, otros comentan
que será un hotel. La sede actual de la institución, en la esquina de
Obispo y Aguiar, antiguamente fue un banco. Creo que tales permutaciones
son el presagio de un cambio de rumbo hacia la inmovilidad y el absurdo
o la proximidad de una quiebra segura. En fin, un panorama nefasto para
el desarrollo de esas editoriales obligadas a autofinanciarse, lo que,
traducido al crudo escenario actual, es lo mismo que una muerte asistida.

Source: Editoriales cubanas ante muerte asistida | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/editoriales-cubanas-ante-muerte-asistida/

No comments: