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Tuesday, September 23, 2014

Democracia deliberativa en Cuba

Democracia deliberativa en Cuba
Como concepto y herramienta, la democracia deliberativa es la garantía
de esa anchura horizontal del debate y la discusión política. Sería
bueno retenerla y afinarla para el proyecto de nación que se avecina. A
pesar de nosotros
martes, septiembre 23, 2014 | Manuel Cuesta Morúa

LA HABANA, Cuba -El ejercicio de la democracia deliberativa (DD) en Cuba
comenzó hace dos años. Un 12 de febrero a las 2:39 am un grupo de
ciudadanos empezamos el debate político empleando las herramientas de
este procedimiento democrático, que entonces conocíamos solo por un par
de libros y algunos artículos dispersos. Para nosotros la idea era y es
explorar un poco más allá de las formas y los modelos de democracia más
conocidos y tradicionales que tienen una clara tendencia al agotamiento
y a tomar clara distancia de los ciudadanos. O del pueblo: la palabra
favorita de los demagogos.

Empezar en esa fecha fue simbólico. Ese día del año 1952 fue cuando al
general Fulgencio Batista y Zaldívar, quien venía gravitando en la
política cubana desde 1933, se le ocurrió la fatal y triste idea de
interrumpir el proceso democrático y suspender el entramado
constitucional del país que trabajosamente se perfiló en 1940.

En términos simbólicos tratamos entonces de reinventar un proceso
político y democrático desde la mejor de sus garantías: la ciudadanía,
que aquí solo es importante, y eso negativamente, cuando se nos acerca
la policía y nos dice, si acaso: buenas tardes ciudadano. Y está claro
que ese ejercicio inaugural tiene una mejor expresión y un concepto más
definitorio en la democracia deliberativa (DD). Un procedimiento inédito
en Cuba que nos permitirá, entre otras cosas y si se hace cultura,
acercar la soberanía a su principal fuente de legitimidad: los
ciudadanos que tanto detestan la política y policía cubanas.

Así y durante un año y medio es decir, hasta finales del 2013, logramos
reunir a miles de ciudadanos en cientos de Casas del Foro de Nuevo País
para debatir, no solo en términos teóricos, también en términos
prácticos, propuestas concretas sobre cómo y qué hacer para reinstaurar
la democracia en Cuba desde las ideas y necesidades de la gente común.
La cuestión no ha sido exclusivamente la de familiarizar a los
ciudadanos con las herramientas y los procedimientos democráticos que le
otorgarán voz como sujetos políticos, sino la de hacerlo tomando en
cuenta sus problemas concretos, lo que es un modo de activar su legitimidad.

¿Y qué es la legitimidad?

Bueno, para lo que nos interesa, puede describirse así: el derecho mayor
que se tiene para definir y decidir los asuntos comunes. Quien pueda
hacerlo, goza de legitimidad.

Dondequiera que en la isla se ha respondido a la pregunta de qué país
queremos, pero en común, se ha ido estableciendo sin mucha fanfarria la
DD. Lo que hemos hecho nosotros es ponerle algo de fanfarria, dirección
y concepto porque se sabe bien que iniciar cualquier recorrido en forma
consciente, y más o menos apertrechados, significa ya la mitad del
camino. Y que mucha gente practique la DD al interior de sus comunidades
y de sus familias garantiza un punto fundamental para el futuro:
arrinconar para luego destruir al mesías que todos llevamos dentro por
la imitación involuntaria de la mediocridad mesiánica de estos últimos
50 años. Si lo logramos, la democracia estará garantizada en dos de sus
requisitos esenciales: escuchar y aprender de los demás, en el entendido
de que ella es posible si todos asumimos que somos bastante ignorantes
de lo que siempre acontecerá un día después.

Esos dos requisitos esenciales son la médula de la DD, junto a otros
varios conceptos clave que se han venido poniendo en juego con este
proyecto: la relación entre democracia deliberativa y toma de decisiones
políticas (quién tiene la última palabra); la nueva dimensión
estructural entre representación política y deliberación ciudadana
(quién y cómo se controla a quienes le damos parte de la representación
política de nuestros intereses); el tipo de ciudadano que requiere una
nueva cualidad democrática (qué ciudadano ser: ¿el que solo vota o el
que también define?); el papel de la transparencia informativa en la
calidad de la deliberación ciudadana ( el acceso a la información
necesaria para tomar decisiones correctas y de calidad) y el valor de la
multiculturalidad en los procesos deliberativos y en lo que podríamos
llamar ciudadanía identitaria ( cómo las diferencias culturales y de
identidad tienen valor en el juego democrático, como individuo y como
grupo).

Un asunto complejo

En Cuba está en juego el fenómeno de lo político como reinvención de la
convivencia moderna acercándonos cada vez más a los fundamentos
pluriculturales de nuestra nación, y optando por los recursos más
democráticos en debate. Y este es un tema fundamental porque todavía se
escucha por ahí, y en círculos influyentes, que el componente africano
de nuestra cultura es un injerto en su matriz ibérica. Algo que asusta
de cara al futuro y destruye el necesario camino hacia la posracialidad:
el ni negros ni blancos, siendo negros y blancos.

Claro que aquí se presentan de un modo particularmente acuciante tres
presiones muy fuertes para sociedades de escasa madurez democrática como
la cubana: el multiculturalismo (la combinación cívica entre la zarzuela
y el bembé), la equidad distributiva (garantizar una base material
mínima en un país improductivo y con una cultura parasitaria desde el
Estado hasta el último de sus ciudadanos) y el autoreconocimiento
individual de la persona a partir de los derechos fundamentales y las
exigencias de participación política autónoma ( salirse de estructuras
masificadas, como los CDR donde, como dice un amigo, la gente paga para
que le vigilen).

Desde varios proyectos, Nuevo País básicamente, hemos venido
defendiendo, promoviendo y definiendo estos conceptos, intentando que
desemboquen en procesos prácticos que atraigan el interés de los
ciudadanos. El aprendizaje como cambio en sí mismo de las circunstancias
en las que vivimos, en dirección a resultados tangibles; al menos en
términos políticos.

Uno de los puertos de llegada ha sido, y esto desde finales de 2013,
pero con más fuerza desde febrero de 2014, la plataforma Consenso
Constitucional que busca la confluencia de dos proyectos seminales: una
Asamblea Constituyente que legitime y, dos, un cambio constitucional
profundo. Pero, y esto es esencial, desde la ciudadanía como poder
constituyente, y desde todas las orillas cubanas.

Conceptos básicos

La DD ha sido fundamental para ello, y permite reforzar algunos de sus
conceptos básicos: la pluralidad; la idea de autogobierno; la
controversia de conflictos culturales de una manera razonada; el valor
de la cultura cívica; la inversión de la construcción democrática,
entendida como un proceso desde abajo; la conversación franca e
informada, como sustento de una deliberación auténtica; el papel de la
democracia mediana, es decir la que se ejerce y puede ejercerse en los
estamentos burocráticos del poder y que no siempre tiene relación con la
alta política; el concepto de que los ciudadanos de una democracia no lo
sean únicamente los políticos profesionales, aquellos que están a cargo
del timón, y de que el proceso político puede y debe abrirse a las
definiciones de todos los ciudadanos naturales y culturales de un país.
En fin, la posibilidad y necesidad de construir democracias fuertes como
garantía de democracias inclusivas y estables.

La respuesta positiva a la participación en Consenso Constitucional de
la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil y de miles de
ciudadanos ha estado bien relacionada con las prácticas y adquisiciones
de la DD, extendida a cientos de ciudadanos en todo el país que han
incorporado sus conceptos y los van capilarizando gradualmente por toda
la sociedad. Siempre con una premisa de partida impostergable: en
Consenso Constitucional no estamos definiendo ni decidiendo quién será
el próximo jefe de Estado; estamos definiendo y decidiendo cuáles serán
las próximas reglas del juego de la convivencia democrática y del Estado
de Derecho. De modo que nuestra dinámica es ancha y horizontal, no
estrecha y vertical. El caudillo que viene no se anida en Consenso
Constitucional.

Como concepto y herramienta, la democracia deliberativa es la garantía
de esa anchura horizontal del debate y la discusión política. Sería
bueno retenerla y afinarla para el proyecto de nación que se avecina. A
pesar de nosotros.

Source: Democracia deliberativa en Cuba | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/democracia-deliberativa-en-cuba/

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