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Wednesday, September 10, 2014

Cuba y la Cumbre de las Américas ¿cuál es el reto verdadero?

Cuba y la Cumbre de las Américas: ¿cuál es el reto verdadero?
JUAN ANTONIO BLANCO | Miami | 9 Sep 2014 - 4:35 pm.

La idea de que el tema de Cuba es el obstáculo para una mayor fluidez en
las relaciones de América Latina con EEUU es falsa, como aquella de que
el embargo estadounidense es lo que impide el desarrollo del potencial
productivo en la Isla.

Casi todas las polémicas en torno a Cuba padecen del mismo mal: no solo
las respuestas sino las preguntas mismas usualmente están equivocadas.
El debate sobre su eventual participación en la próxima VII Cumbre de
las Américas en Panamá no es la excepción.

Vale la pena preguntarse lo siguiente:

a) ¿La amenaza de boicotear la Cumbre si no se invita a la Isla responde
realmente a la consideración de que ese es el tema decisivo del
hemisferio, o a la baja valoración existente sobre los resultados de ese
proceso interamericano?

b) ¿Tiene Cuba real interés en reincorporarse a un sistema
interamericano que siempre ha rechazado —incluso cuando en junio de 2009
levantaron las sanciones de la OEA para que pudiera solicitar su retorno?

Para responder la primera interrogante podríamos imaginar cuál sería la
postura que asumirían los estados miembros respecto al boicot si se
diera un golpe de timón a la agenda de la próxima Cumbre. ¿Se quedarían
en casa los representantes de los gobiernos si en lugar de someterse a
una nueva ronda de discursos insulsos y acuerdos sin financiamiento
adecuado para asegurar su implementación, se abordasen asuntos urgentes
para sus intereses nacionales?

El titulo general de esta VII Cumbre es "Cooperación para el Desarrollo
Democrático y la Seguridad en las Américas"("Partnership for Democratic
Development and Security in the Americas"). Es difícil imaginar que los
presidentes Maduro, Correa, Morales, Fernández de Kirchner y Ortegase
sientan motivados a participar en un cónclave dirigido a fomentar la
cooperación interamericana en temas normados por la Carta Democrática y
monitoreados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero
siendo eso inconfesable, es más elegante justificar su ausencia con una
supuesta defensa antiimperialista de la soberanía cubana. Los otros no
ganan virtualmente nada asistiendo y poco pierden con no asistir. Y
"enfrentarse a Washington" —sin pagar costo alguno— apacigua el lado
zurdo de la ciudadanía.

¿Renunciarían los países centroamericanos a adelantar en Panamá el
asentamiento de bases para posibles acuerdos con Estados Unidos que
vinculen los temas de migración, seguridad y apoyo económico al
desarrollo democrático? ¿Se ausentarían los países del Caribe si durante
la Cumbre se discutiese con Washington y Ottawa el marco de una
estrategia de cooperación energética vinculada a la seguridad y el
desarrollo democrático? ¿Preferirían acudir al boicot —forma extrema de
protesta sobre cualquier asunto— solo para expresar su supuesta
solidaridad con Cuba —o con Argentina en el tema de Las Malvinas— si
tuviesen algo urgente que ganar en la VII Cumbre en Panamá? Lo dudo.

La idea de que el tema de Cuba es el obstáculo que impide una mayor
fluidez en las relaciones de América Latina y Caribe con Estados Unidos
es falsa, como también lo es aquella de que el embargo estadounidense es
la causa que impide el desarrollo del potencial productivo en la Isla.
Ambas son consignas que pertenecen al reino de la propaganda. La actual
crisis migratoria concita mayor atención y urgencia en las relaciones
hemisféricas que el tema de Cuba.

Al igual que les sucede a otras instituciones multilaterales, la OEA y
las Cumbres de las Américas —cuyo presupuesto anual aporta en casi un
60% Estados Unidos— padecen anomia y disfuncionalidad. La I Cumbre de
Miami en 1994 generó expectativas porque, después de la Guerra Fría, EE
UU proponía un nuevo proyecto de cooperación regional basado en el
Tratado de Libre Comercio de las Américas. Al abandonarse ese macro
propósito el llamado "proceso de las Cumbres" se desdibujó en múltiples
temas sin una misión clara. Sus agendas, decididas con gran antelación,
se desfasan de aquello que mas apremia en el momento de celebrarse el
evento.

En las actuales circunstancias es improbable que los ciudadanos
latinoamericanos y caribeños lamenten demasiado la noticia de que el
proceso de Cumbres ha llegado al final. Más allá de la gestión de la
Comisión de la Interamericana de Derechos Humanos es debatible el
aprecio que la gente le profesa a la OEA como institución capaz de
gestar soluciones a temas apremiantes.

Alentados por el grupo de ALBA y, sobre todo al inicio, financiados con
petrodólares venezolanos, surgieron otros foros: CELAC / Unasur. El
motivo real no era tanto excluir a Estados Unidos y Canadá como
escabullirse de las normas democráticas y el sistema de protección de
los derechos humanos vigentes en la OEA. Si esas organizaciones
desaparecieran mañana solo las echarían de menos aquellos gobiernos que
impulsaron su creación para evadir todo monitoreo de su actuación y
legitimidad democrática.

Lo verdaderamente decisivo para las Cumbres de las Américas no es la
eventual participación del régimen cubano, sino la pertinencia o no de
preservar ese proceso en circunstancias mundiales y regionales muy
diferentes a las de 1994.

En aras de no romper el consenso de los Estados miembros, lo primero
puede resolverse aceptando que se le invite como observador y La Habana
decidiría después si finalmente solicita el reingreso al sistema
interamericano aceptando sus reglas. A fin de cuentas Rusia y China son
hoy observadores en la OEA. Lo esencial es si este proceso —y en general
el sistema interamericano— tiene futuro al margen del tema cubano.

Al fin y al cabo, todo lo que nace debe algún día morir. Pero si eso
ocurriese en Panamá en 2015, no sería la decisión per se de invitar a un
régimen antidemocrático lo que provocaría la defunción del proceso de
Cumbres de las Américas. Lo único trascendente de esa decisión es que
reflejaría la ausencia actual de consenso regional para funcionar en un
marco normativo basado en valores democráticos compartidos.

La invitación a Cuba para incorporarse como miembro pleno al proceso de
las Cumbres constituiría la señal inequívoca de que el actual sistema
interamericano orientado a la promoción de la democracia y la
salvaguarda de los derechos humanos habría finalmente colapsado. Ese
sería el legado de su actual secretario general, José Miguel Insulza,
poco antes de abandonar ese cargo.

Source: Cuba y la Cumbre de las Américas: ¿cuál es el reto verdadero? |
Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1410273313_10327.html

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