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Saturday, August 09, 2014

Pan y circo en Santiago

Pan y circo en Santiago
LOURDES GÓMEZ | Santiago de Cuba | 9 Ago 2014 - 9:31 am.

No importan los males endémicos que vienen azotando la ciudad, el
carnaval es la válvula de escape a las tensiones cotidianas.

Santiago de Cuba espera cada año con ansias el mes de julio porque el
pueblo está necesitado de la catarsis del carnaval. No importan los
males endémicos que vienen azotando la ciudad, el carnaval es la válvula
de escape a las tensiones cotidianas del ciudadano común. Es el tiempo
de emborracharse con licencia, de relegar las penurias en un mar de
cerveza de pipa.

Dicen los más viejos que los carnavales de ahora no son los de antes. Es
cierto que distan mucho de aquellas tradicionales fiestas de verbenas
vecinales que duraban todo el mes de julio. Las de ahora, se reducen a
los últimos 10 días del mes, aunque mucha gente dice que no hay mejor
celebración en el país que las del rumbón santiaguero.

La celebración ocurre en las avenidas fundamentales. Una de las áreas
más concurridas es la del Jurado, pues todos quieren disfrutar de las
evoluciones de comparsas, congas, paseos y carrozas. Sin embargo, no son
suficientes las gradas. A lo que se añade el trapicheo de las entradas,
de manera que la mayoría solo sabe lo que pasa allí por referencias.

Una buena iniciativa de este año fue la de trasmitir los desfiles a
plenitud por la televisión local. Para entretenerse en casa, es una
opción preferible a la aburrida programación nacional.

Los elementos supuestamente alegóricos al medio milenio de la villa y
otras caricaturas fueron ejecutadas redundantemente, con espirales de
tonos lúgubres y cenizos. Las formas, supuestamente hechas para alegrar
la vista, resultaban apagadas. No había recursos para más, pero lo
importante era desfilar, aunque fuera a retazos

De ello dio fe el pobre vestuario y las coreografías repetidas hasta el
cansancio. Fue increíble constatar cómo varias comparsas se atrevían a
homenajear a países y personalidades con un ínfimo bagaje cultural del
referente. En los figurantes, con danzas que rayaban en la obscenidad,
la tradición se desdibujaba hacia una mofa cabaretera vulgar. Rostros
cansados, degastados, velados por el calor y la impotencia fueron
apreciados en los paseos.

Otras áreas de fiesta bien acogidas cada año son aquellas en las que se
colocan los "artefactos", frutos de la inventiva popular que se arman
cual feria ambulante. Se agradece el ingenio de estos cuentapropistas
porque es la única vez en el año que tenemos nuestro Disneyworld. Los
niños disfrutan allí más de lo acostumbrado, puesto que el parque de
diversiones de la ciudad es un cementerio de chatarra.

Y aunque año tras año observamos con pesar como suben las tarifas de las
vueltas de un peso que era lo que se cobraba hace unos cinco años hasta
tres y cinco pesos los aparatos más complejos, estos tiovivos
representan las mayores expectativas de diversión infantil.

Los "tótems" son otra parte de la ambientación del carnaval en la que
parece que se desborda el mayor sentido creativo y, sobre todo, del
rescate de la esencia del carnaval. Diferentes alegorías como las
máscaras, bebidas, disfraces, el colorido y su adaptación al entorno
hacen reflexionar sobre la sinceridad de la recuperación de la tradición.

Para el pueblo santiaguero su carnaval es imprescindible, arrollar en
una conga es un evento único que te permite expresar, y vaticinar, en
punzantes estribillos la debacle nacional. Al paso de "Yo vivo en el
agua como el camarón…", la multitud se libera, arrastra deseos y
frustraciones, aun rodeados del cordón policial con su jaula.

No importa si ya no vienen los mejores músicos de Cuba o si ganan las
mismas comparsas y congas, esas son estadísticas para el olvido. Lo
crucial es que el pueblo recibió su circo.

¿Fueron los de este año unos buenos carnavales? Aún está por
constatarse. Los que gozan al amparo de la cerveza a granel o bajo una
carpa con otra de mejor calidad, pueden asegurarlo. Los que desprecian
los tumultos, la mala higiene, el peor servicio, la falta de sentido
común, pueden aseverar otra cosa. Y todavía más pueden decir aquellos
que supieron vivir unos carnavales de verdad, carnavales en los que
Fidel Castro pudo asaltar el Moncada impunemente.

Source: Pan y circo en Santiago | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1407522854_9878.html

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