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Tuesday, July 08, 2014

Sueños y realidades

Sueños y realidades
JORGE OLIVERA CASTILLO | La Habana | 8 Jul 2014 - 6:54 am.

Casi todos los cubanos piensan que sin Fidel y Raúl Castro el país será
una maravilla. Quizás sea mejor moderar esas expectativas.

Sublimar el futuro es una terapia nacional. Casi todos los cubanos
piensan que sin Fidel y Raúl Castro el país será una maravilla.

La ausencia de ambos se asocia con un aumento espectacular del poder
adquisitivo, la legalización de los derechos fundamentales y el acceso a
internet y a la televisión por cable, desde los hogares, a precios
módicos, entre una larga lista de beneficios.

Dentro del paquete no podían faltar quienes desean un mayor
consentimiento para el relajo.

En democracia, autoritarismo light, o lo que surja de los despojos del
sistema actual, habría, según dicho parecer, más prostíbulos legales y
clandestinos y mejores oportunidades para el tráfico y consumo de
drogas. Son apenas una muestra de muchas torcidas ambiciones.

El segmento poblacional que anhela el establecimiento de esas
prerrogativas es peligrosamente alto, algo a no perder de vista y que
indica los riesgos de una anarquía si desde el comienzo no se toman las
debidas precauciones.

Las lesiones antropológicas del pueblo cubano causadas por más de 50
años de totalitarismo son razones para ofrecer pronósticos poco
halagüeños en cuanto a la construcción de una nueva sociedad.

No es que no sea posible hacerlo. El asunto es que se trata de cuatro
generaciones afectadas por valores impuestos a punta de pistola. Basta
recordar que una de las primeras medidas que inauguraron el proceso
revolucionario fue el cambio de concepción respecto a la familia.

Sin dar muchas explicaciones, el Estado usurpó el rol de los padres,
dando pie a una serie de deformaciones que con el paso de los años
terminaron codificando el desorden y las indisciplinas sociales.

Por otro lado, tantos controles y prohibiciones absurdas, muchas todavía
vigentes, son también motivos que explican la masividad de la apatía, el
uso de la doble moral como coartada para insertarse dentro de los
mecanismos de legitimación social, la proliferación de las corruptelas y
la extendida práctica del soborno. A modo de resumen, se creó un modelo
que debe única y exclusivamente su longevidad al empleo del terror
selectivo y a la hegemonía de los burócratas.

Las idealizaciones en torno al postcastrismo, amén de las disparidades,
tienen un punto en común y es la creencia de que, sea como sea, el
futuro será mejor.

Sería bueno moderar las expectativas. Más de medio siglo de demolición a
golpe de voluntarismos, guerras internacionalistas, estadísticas
falsificadas, pleno empleo y racionamientos, no se resarcen con tres
chasquidos de dedos.

En los escenarios venideros es casi seguro que las demandas de una
población agobiada por la miseria y la falta de espacios para ejercer
sus derechos ciudadanos durante tanto tiempo, superarán con creces las
posibilidades de cumplirlas.

A miles de cubanos les costará aceptar la realidad. Más que una
transición, con su carga de complejidades, esperan un acto de magia. A
causa de esto, las pasiones podrían desbordarse.

Si no se ajustan bien las amarras en lo que se supone sea un Gobierno
respetuoso del estado de derecho o en camino a consolidarse como tal,
vendrá el caos.

La marginalidad, en todas sus variantes, está presente en el país sin
distinción de edad, raza y sexo. Es uno de los productos más
representativos del socialismo.

Source: Sueños y realidades | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1404775776_9414.html

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