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Friday, July 11, 2014

Heridas de la memoria - Cuba, nombrar lo que ya no existe

Heridas de la memoria: Cuba, nombrar lo que ya no existe
Posted on 10 julio, 2014
Por José Antonio Michelena*

Hace apenas unos días, en Lawton, cuando pregunté por un puesto de venta
de papas, me dijeron que estaba unas cuadras más adelante, frente al
cine Erie. Caminé en esa dirección, y al llegar, comprobé que ya no
había papas, ni tampoco existía el Erie, sino apenas una construcción
ruinosa. Donde había un cine ahora hay una herida, en el entorno y en la
memoria.

La Habana es una ciudad llena de heridas. Apenas hay un sitio en la urbe
que no las muestre. Lo peor es que la memoria de los habaneros también
lo está. Toda una diversidad de edificios, calles, lugares, espacios que
solo existen en nuestra memoria lacerada.

La muerte de los cines es una de las heridas que más nos duelen, que no
cicatrizan. Las ruinas y ausencias de unos -Capri, Campoamor,
Rex-Duplex, Moderno, Tosca, Ideal, San Francisco- y la inexistencia
funcional de casi todos los otros, convertidos en almacenes, oficinas,
locales de danza o teatro, nos crea una sensación inefable, entre la
pena y la rabia.

Pero hay otras pérdidas igualmente lastimosas, como la Peña de Teresita
Fernández y el Anfiteatro, en el Parque Lenin -donde cantaron Joan
Manuel Serrat, Santi Castellanos, Luis Gardey, Dean Reed-, los
Paragüitas de Prado, la red de clubes, las piscinas públicas, los campos
deportivos, las librerías, las tiendas, o los parques de diversiones.

Restaurantes fantasmas

Los fantasmas de los restaurantes son similarmente persistentes y
angustiantes, quizás de los peores, porque aún "existen", pero sin alma,
sin el sabor que les dio fama: El Polinesio, El Mandarín, La Carreta, El
Cochinito, El Conejito, El Emperador, La Torre, La Bodeguita, El Centro
Vasco, Taramar. ¿Adónde fueron aquellas paellas, arroces, caldos,
fabadas, platos paradisíacos?

Porque si hay un campo que ha sufrido la erosión y los cambios de las
últimas décadas ha sido la gastronomía. Para no ir tan atrás, en la
década de 1960 el consumo de pastas se hizo popular con el auge de las
pizzerías. Enormes colas se hacían para acceder a las mismas, pero valía
la pena el tiempo invertido para degustar aquellas lasañas, espaguetis y
pizzas cuyos precios y calidades se extraviaron años más tarde. La
popularidad de las pastas no ha decrecido, pero "aquellas" pizzerías
solo habitan en nuestros recuerdos.

Los sesenta también vieron florecer los restaurantes llamados MAR-INIT,
repletos de alimentos del mar. Recordarlos ahora es uno de los
ejercicios más atormentadores, otra herida en la memoria. Langostas,
camarones, calamares, cangrejos, ostiones, pargos y agujas se nos
confunden en sueños y pesadillas con seres mitológicos.

En los setenta llegaron los Pío-Pío, especializados en pollo. En algunos
lugares, sustituyendo a los Mar-Init, en otros, en nuevos espacios.
Fueron muy bien acogidos y rápidamente se hicieron muy populares. Sus
amplias canchas siempre estaban concurridas por adictos al pollo frito y
la cerveza.

Pilotos y hamburgueseras

El extendido consumo de la cerveza en la población cubana y su expendio
en bares, cafeterías y restaurantes reclama una crónica aparte, pero no
puede dejar de mencionarse a las cerveceras en esta relación de
pérdidas, las llamadas "piloto", tan parecidas a las cantinas de las
películas norteamericanas del oeste -por la violencia que allí se
desataba- que su desaparición fue un alivio ambiental. Sin embargo,
alguna de ellas -como la enclavada en la llamada Feria de la Juventud,
en Plaza- se echa en
falta.

En realidad, el expendio de cerveza a granel tuvo un inicio afortunado
en La Habana, con la creación de "La Taberna checa", en la calle San
Lázaro, durante los sesenta. El líquido era de óptima calidad y el
ambiente agradable, quizás un intento de establecer en la ciudad algo
así como los pubs británicos. Pero entre aquella taberna y las pilotos
hubo una diferencia sideral, como entre una sinfonía de Mozart y un
reguetón.

Si las pilotos dejaron un mal recuerdo y, por tanto, no forman parte de
la añoranza, tampoco las "hamburgueseras" que invadieron La Habana en el
punto más caliente de las crisis, en los noventa. Ellas se apropiaron de
los espacios de restaurantes y cafeterías y llegaron para ofrecer algo
cuando no había prácticamente nada que llevar a la mesa, pero aquella
mezcla de soya y carne dudosa nunca fue bien recibida. Fue un recurso de
sobrevivencia como las ollas colectivas en los refugios.

La última mutación de los espacios vio nacer a los restaurantes
vegetarianos, los que languidecieron en poco tiempo, hasta finalmente
desaparecer, entre la desidia administrativa y, quizás, la falta de
costumbre de los cubanos de consumir vegetales. La esquina de Infanta y
San Lázaro es un muestrario de esas mutaciones. Quien pase por allí
podrá sentir la vibración de esos fantasmas -con El Caballero de París
incluido- en un local que aún no sabe cuál será su próximo destino.

Una forma de resistir

En el siglo pasado -en 1928- se desató una polémica en la prensa
habanera por los nombres de las calles de la ciudad, muchas de las
cuales habían sido renominadas. Ocho años después, un proyecto del
historiador Emilio Roig de Leuchsenring restituyó la mayoría de los
nombres antiguos. Pero 22 de esas calles conservaron el nuevo. La
población, sin embargo, siguió utilizando la nominación tradicional:
Galiano, Reina, Belascoaín, Prado, Monserrate, Egido, Cristina,
Infanta., todas ellas asentadas en la memoria y las costumbres.

La gente se negó a llamar Avenida de Italia a Galiano, Padre Varela a
Belascoaín, Avenida del Presidente Menocal a Infanta, o Avenida de
Bolívar a la calle Reina. En muchas de ellas conviven los rótulos más
antiguos y los posteriores, contribuyendo a la confusión del caminante.

Similarmente, los habaneros dan puntos de referencia fantasmales en la
ciudad: El Pio Pío de la Víbora, el Ten Cent de Galiano (tienda
Trasval), Sear (actual Palacio de la Computación en Centro Habana), El
Picadero y El Golfito (en Alamar), Feíto y Cabezón (ferretería de la
calle Reina), el cine Martha (en Arroyo Naranjo) y muchísimos más.

Nombrar lo que ya no existe es acaso una forma de resistencia de la
memoria, una manera de lidiar con sus heridas y contener la añoranza por
tantas pérdidas.

*Este artículo fue escrito para IPS y se publica en CaféFuerte con el
consentimiento de su autor.

Source: Heridas de la memoria: Cuba, nombrar lo que ya no existe | Café
Fuerte -
http://cafefuerte.com/cuba/15889-heridas-de-la-memoria-cuba-nombrar-lo-que-ya-no-existe/

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