Pages

Wednesday, July 09, 2014

Fidel Castro, un error y sus tres tragos amargos

Publicado el martes, 07.08.14

NICOLAS PEREZ: Fidel Castro, un error y sus tres tragos amargos

Fidel Castro envejece avinagrándose en su propia salmuera.

Hay algo que sorprende, ¿cómo es posible que a brutales dictadores se
les respete mientras tienen un hálito de vida, y en el instante en que
mueren salgan a la luz sus rosarios de canalladas como en el caso de
Hitler, Mussolini y Stalin? ¿Cómo mandatarios latinoamericanos
supuestamente demócratas como José Mujica, Cristina Fernández, Dilma
Rouseff y una Michele Bachelet, ambas víctimas de dictaduras sangrientas
siguen respaldando al castrismo? ¿Acaso el odio al gran vecino del Norte
por los errores que Washington cometió hace una turbamulta de años es
más fuerte que sus convicciones sobre la importancia de la libertad? ¿Es
miedo? ¿Opinan que un sistema agresivo y violento en su lecho de muerte
puede ser más peligroso y capaz de recurrir a los actos más desesperados
que cuando gozaba de perfecta salud política? ¿Temen que el castrismo
aún tenga suficiente fuerza en sus países como para ser capaz de
crearles un caos social?

Para mí hay algo de fascinante en el hecho de que Fidel siga vivo y esté
presenciando cómo su obra que costó cientos de fusilados, miles de
presos políticos y millones de exiliados se desmorona en pedazos ante
sus ojos. Es espectacular como en vida ha tenido que sufrir el trago
amargo de asumir un error mayúsculo, y como sus tres principales dogmas
de la revolución cubana se hayan derrumbado como castillo de naipes.

Como en la Biblia, en el principio fue el Verbo, y el más errado de los
verbos fidelistas fue cuando en abril de 1968 con un fuerte
estremecimiento del hipotálamo declaró: "Soy marxista leninista y lo
seguiré siendo hasta el fin de mis días", colocándose en el lado
equivocado de la historia y convirtiéndose en un satélite soviético.

Su primer trago amargo fue cuando renunció al principal de sus dogmas,
el respeto por la soberanía de los pueblos. En la vida no hay gesto más
doloroso que la renuncia. Esto se produjo cuando la Operación Danubio,
nombre de un hermoso río con que bautizó el Bloque Soviético la invasión
de la URSS a Checoslovaquia la noche entre el 20 y el 21 de junio de 1968.

Con una atención casi enfermiza, tenía 27 años, llevaba varios años en
las cárceles castristas y desde mi hogar de entonces, una celda que era
un circo en el Pabellón CD de la prisión de Boniato donde ni compañero
de desgracias era "Manino" Gómez y nos visitaba entre otros Alfredo
Elías, que nos hacía suspirar de envidia con sus boleros de amor que nos
cantaba por Nenita, por Saturnino Polón, y por José Sadurní, por el
mulato Zapata, que le hacía trampas jugando al dominó a un oriental más
mentiroso que el Viejo Cay, y finalmente por Paquito Mendieta, el único
equilibrado y normal del grupo; entre ese espacio demencial donde
concentrarse era difícil, un tiempo después de la invasión escuché el
discurso más absurdo, irreflexivo e incoherente de Fidel Castro donde
hacía largas pausas, tartamudeaba y apenas se le entendía lo que estaba
diciendo. Un discurso en que no solo apoyó, sino que pidió que si en
Cuba ocurriese algo parecido a Checoslovaquia, la URSS debía invadir la
isla.

Yo me equivoco, tú te equivocas, nosotros nos equivocamos, pero si hay
alguien que piensa con soberbia infinita que jamás se ha equivocado es
Fidel Castro, por lo que su garganta debió atragantarse hace algún
tiempo, cuando en un momento de sublime lucidez le confesó al periodista
norteamericano Jeffrey Goldberg del publicación The Atlantic: "El
sistema cubano ya no funciona ni para nosotros".

Su tercer dogma guillotinado lo esbozó Alejandro Armengol en el Nuevo
Herald en su artículo con el sugestivo título de "La frita le gana la
guerra al comunismo". Cuando en la Ofensiva Revolucionaria que el pueblo
cubano con su imaginación portentosa llamó "La guerra contra los
timbiriches", en un acto de suprema rabia fidelista pretendió eliminar
para siempre hasta la última gota de propiedad privada, de raíz, donde
se intervinieron desde un carrito de fritas y un puesto de vender
ostiones, hasta leyendas como los rellenos en las curvas de La
Engañadora y el estetoscopio del médico chino que salvaba a todos sus
pacientes.

Pero se volvió a equivocar; hoy Cuba coloca alfombra roja a los Fanjul y
otras fortunas exiliadas y clama por el regreso al capitalismo, no por
convicción, sino para ganar tiempo.

Pero con ellos no hay remedio, acabo de leer una noticia del domingo
pasado en este mismo periódico en la página 11B donde Raúl Castro acaba
de declarar ante la Asamblea Nacional del Poder Popular con una
convicción absoluta que asombra: "La revolución cubana ha sido exitosa".

Source: NICOLAS PEREZ: Fidel Castro, un error y sus tres tragos amargos
- Columnas de Opinión sobre Cuba - ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/07/08/1794748/nicolas-perez-fidel-castro-un.html

No comments: