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Tuesday, July 08, 2014

“Espacio Laical” y la utopía prearmada

Espacio Laical, Iglesia Católica, Intelectuales cubanos

"Espacio Laical" y la utopía prearmada
La clave democrática no radica en tal o cual mecanismo de
representatividad o control constitucional, sino en la libre formación y
expresión de la voluntad política
Arnaldo M. Fernández, Broward | 07/07/2014 3:27 pm

Hacia 2005 el Consejo Arquidiocesano de Laicos (La Habana) emprendió el
proyecto editorial Espacio Laical con ánimo de contribuir a "edificar la
Casa Cuba", que monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal
(1936-2014) había concebido como "hogar común en el que todos los
cubanos quepamos". Para 2012, la publicación pasaba al "nuevo espacio,
más afín", del Centro Cultural Padre Félix Varela, como "proyecto de
comunicación social".
Según Roberto Veiga y Lenier González, "ratificados por el cardenal
Jaime Ortega" como editor y vice-editor, el proyecto se comprometió al
"encuentro, el diálogo y el consenso entre cubanos con posiciones
diversas" para acompañar "de forma crítica y constructiva, el actual
proceso de reformas económicas y sociales", así como abogar "por un
ajuste político que facilite la canalización de toda la pluralidad
política de la nación".
En solo dos años, Veiga y Lenier renunciaron dos veces, pero el Cardenal
no aprobaba y ellos aguantaron. A la tercera fue la vencida y, en vez de
anunciar que el Cardenal había aceptado la renuncia, Veiga y Lenier
optaron por la cobertura ideologizada empobrecedora de que "fuimos
liberados de nuestras obligaciones".
Ambos admitieron que venían editando "una publicación que provocaba
divisiones dentro de la propia comunidad eclesial". Así y todo, se
fueron con su música a otra parte del mismo mapa cartografiado por "el
querido padre" Céspedes: un nuevo espacio de facilitación y continuidad
denominado "Cuba Posible".
El padre y la casa
El 2 de febrero de 1874, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo
(1819-74) dejó anotado en su último diario que la cuestión nacional "va
mal entre la traición, el egoísmo, la ignorancia y el espíritu de
partido". El fenómeno histórico denominado nación cubana no daría más
que identidad dañada, ya sea escindida o integrada por coacción, como
reconoce el discurso teórico del propio monseñor en torno a su "bella
metáfora" Casa Cuba: la nación desaprovechó "la primera gran oportunidad
para el consenso en sus momentos fundacionales" y corrió igual suerte
con "la reconstrucción republicana" (1940) y la revolución (1959), que
desembocaría en "violenta confrontación" por causa "del rumbo ideológico
tomado".
Hace falta demasiada fe para suponer que luego de tantas fallas
históricas se pueda edificar, aquí y de ahora en adelante, algo así como
"un umbral nacional donde todos y cada uno podamos ser actores
protagónicos y conciudadanos fraternos". En vez de atenerse a la fe y
pedir el milagro, monseñor urdió su bella metáfora para la razón
práctica. Ya no hay que arreglárselas con Dios, sino con "la vieja
hembra engañadora" que, según Nietzsche, vino a suplantarlo: la gramática.
El espacio laical aguanta que la Casa Cuba, la Cuba Posible o cualquier
otro giro gramatical se arme "con los materiales que su tradición y su
historia ofrecen", como si ambas no confirmaran hoy la traición, el
egoísmo, la ignorancia y el partidismo que el otro Céspedes advirtió tan
temprano.
La Casa Cuba es la imagen trasnochada de la propia moral cristiana, que
no acaba de dar con el fundamento del bien ni siquiera entre su clero,
junto con la ucronía marxista del paraíso que "se construye
paulatinamente". Los materiales serían los valores familiares entendidos
a partir del latín "famulus, sirviente, y de eso se trata precisamente".
El peso mundano del ideal martiano "con todos y para el bien de todos"
se descarga entonces en el espacio laical para replicar el más allá
cristiano mediante la invención de un pueblo cubano ahistórico, fuera
del reino de este mundo, con eso de que "una Casa Cuba requeriría de sus
habitantes una constante actitud de servicio desinteresado".
La inflación del espacio laical
Tal y como suele suceder con tantos y tantos proyectos cubiches, Espacio
Laical se infló como "el único medio capaz de reunir a los cubanos de
diferentes tendencias políticas dentro y fuera de la Isla para discutir
sobre diversos temas" ("Iglesia Católica en Cuba puede restringir un
inusual foro para el debate abierto", Reuters, 16 de junio de 2014). La
izquierda plattista sopló aún más: "Washington debería tomar el
editorial de Espacio Laical ["Senderos que se bifurcan", No. 230, mayo
de 2013] como indicador del sentir de la sociedad civil cubana y sus
sectores aperturistas relevantes" (Arturo López–Levy: "El editorial de
Espacio Laical y sus descontentos", 20 de mayo de 2013).
Nadie se preocupa, como advirtió ya el filósofo Emilio Ichikawa, de qué
cosas valiosas emergieron en ese inusual foro ni de hasta qué punto
confluyeron allí "imbecilidades de derecha, idioteces de centro y
cretinadas de izquierda". Algo que debió hacerse para despejar la
sospecha que incuba haber publicado ideas tan alejadas de su contexto
vital de surgimiento y aplicación como:
Un tribunal sui generis [este giro gramatical esconde la carencia
crónica de asideros históricos y jurídico-doctrinales] con superjueces
encargados de fallar sobre "la justeza" de las reformas
constitucionales. Hace rato que las piezas del control judicial de la
(in)constitucionalidad fueron recortadas a la medida racional del género
humano: recurso de parte afectada, acción pública y sala o tribunal de
garantía.
Las elecciones directas del presidente y demás miembros del Consejo de
Estado como mejoría del orden democrático. Si los diputados al
parlamento son elegidos directamente y enseguida eligen al Consejo de
Estado, este mecanismo guarda correspondencia con la democracia
representativa.
La clave democrática no radica en tal o cual mecanismo de
representatividad o control constitucional, sino en la libre formación y
expresión de la voluntad política. Y salvo por ingenuidad o hipocresía,
como decía Kelsen, puede pensarse que haya democracia sin pluralidad de
partidos. La falta de espacio para coger ese toro por los cuernos
propicia el embaraje laical.
Antes de analizar si venía con calidad intelectual y lectores en alza,
Espacio Laical se sublimó hasta como indicador de cierto sentir social
relevante, a pesar de que su perfil sociopolítico se apartaba ya de la
difícil labor fundacional para lidiar en los ruedos de la polémica con
editoriales y declaraciones, de réplica o defensa, por entre las
posiciones del gobierno y la oposición. Así cundiría la percepción
sinestésica de oír al Cardenal Ortega Alamino al ver el Espacio Laical.
Al pregonar que, con su revista, "La relación Iglesia-Estado en Cuba ha
dado un salto cualitativo" (La Jornada, 13 de marzo de 2012), Veiga y
González acotaron que había "sectores del Partido Comunista que siguen
manifestándose a la vieja usanza [y] torpedean el diálogo", pero dejaron
al lector adivinar cuáles serían estos sectores. De este modo
incurrieron en otro avatar del juego con la cadena sin tocar al mono,
que también puede apreciarse dentro del único partido con la crítica a
la burocracia sin precisar qué males burocráticos ni cuáles burócratas.
Y como suele suceder también entre cubanos, la alharaca extramuros hizo
que la gente intramuros se creyeran cosas tan solo por llenar espacios
con ideogramas antes que con fuerzas o grupos políticos. Esos ideogramas
se rastrean fácil por entre publicaciones y eventos, pero apenas dan pie
a efusiones en tertulias o en Internet, sin llegar a infusiones entre
mucha gente como medida del éxito del perfil sociopolítico declarado.
Coda
Veiga y González se toparon con que hasta la tarea práctica de publicar
una revista entre otras de la Iglesia católica en Cuba, puede malograrse
por tensiones dentro de la propia Iglesia. Deja mucho que desear
entonces la tarea titánica de edificar la Casa Cuba sobre la base
indicada por monseñor: que "el núcleo cultural es optimista en cuanto al
destino histórico de la nación".
Ese optimismo impregna la bella metáfora con determinada
contranaturaleza conceptual y ahí mismo, en el espacio laical, se
pretende que los elementos prefabricados —incluso puertas y ventanas
para proteger el interés público— se ensamblen de acuerdo con el plano
del monseñor como "única alternativa [del] futuro mejor para todos". La
razón dada es que "así lo exige el sueño de Cuba", pero todo parece
indicar que primero hay que sacarla de la pesadilla.

Source: "Espacio Laical" y la utopía prearmada - Artículos - Opinión -
Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/espacio-laical-y-la-utopia-prearmada-319016

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