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Wednesday, April 23, 2014

Las buenas maneras, la cultura perdidas

Chusmería, Represión, La denuncia de hoy

Las buenas maneras, la cultura perdidas
Causa escozor leer sobre esas campañas que en la actualidad ha
emprendido el régimen en contra de la chabacanería
Félix Luis Viera, México DF | 21/04/2014 1:18 pm

Casi inmediatamente después del triunfo de la revolución de 1959, Fidel
Castro fue estableciendo un orden que más tarde extinguiría no pocos de
los rasgos de la cultura cubana. Si entendemos por cultura las tantas
aristas, meandros, detalles en ocasiones sectoriales que componen la
presencia, esencia y evolución de una sociedad. Hoy uno se reiría, si no
fuese tan triste, cuando en congresos culturales y de intelectuales en
Cuba, estos, ecos del régimen, persisten en valorar la cultura de la
Isla, y declarar unos y otros detalles de la misma, atrincherados en el
insuficiente concepto de cultura como arte y literatura y varios de sus
conexos.
Desde principios de la década de 1960, bien por razones económicas
—veamos la pobreza de géneros que desde entonces se fue gestando—, o
bien por los decretos que establecían una sociedad atea, materialista,
marxista-leninista, etcétera, numerosos componentes de las tradiciones
culturales del cubano, y por consiguiente de su cultura, se fueron
desvaneciendo hasta la extinción.
¿O acaso no formaban parte de nuestra "cultura diaria" la pulpa de
tamarindo, el chilindrón de chivo, el coquito prieto, el boliche
mechado, las frituras de bacalao, el cucurucho de maní, el dulce de coco
rallado, el guarapo, el casco de guayaba, el chivirico, la champola, la
galleta de manteca, las chambelonas de anís o las fritas de carne magra?
El cancionero fue diezmado a granel: para fuera las canciones de tinte
"pesimista" como esas que proponían lo efímero, lo inconsistente del
vivir o lo poco que vale la vida, etcétera; o esas otras letras que, en
fin, no aportaban positivamente para el advenimiento de un ser
optimista-materialista, el "hombre nuevo", una imagen de piedra
manufacturada para actuar de acuerdo con los mandatos establecidos en
los manuales del comunismo; o esas de corte "diversionista" como aquel
Negrito de Batey que proclamaba el ánimo de ocio, la decisión de no
sumarse al "trabajo creador". Y para fuera asimismo las piezas que
alababan a Santa Bárbara, San Lázaro, San Antonio y los demás, que desde
entonces no serían motivo de velorios y otros festejos y sus imágenes y
postales desaparecerían de los expendios, sustituidas en buena medida
por las de Vladimir Ilich Lenin. Y bueno, si ya no existían los
cucuruchos de maní, languidecía también una de las melodías de un género
en exterminio, el pregón. Por otra parte, tal vez para que no fuese
objeto de una "lectura adversa" por algún segmento de la población,
sería restringida hasta finalmente desaparecer del dial y de las
emisiones en público aquella Clave aMartí, que en algunos de sus versos
proclamaba: "Si Martí no hubiera muerto,/otro gallo cantaría,/ la patria
se salvaría/ y Cuba sería feliz".
Los santeros, espiritistas y los religiosos de todas las órdenes serían
proscritos y en ocasiones enviados a campos de reeducación. Quedaría
abolida la Lotería Nacional y sus afluentes como "La Bolita" y demás
juegos de azar.
Ya en la década de 1960 se impondría una prensa —plana, radial,
televisiva—, explayada en una sola dirección, la de la "moral
revolucionaria"; de modo que, posteriormente, el cubano carecería de
interactuación con segmentos de la cultura nacional y extranjera, y en
buena medida de lo que llaman cultura general. En el caso específico de
las revistas impresas, desaparecieron aquellas que, en este sentido,
mostraban información sobre hechos y tradiciones culturales tanto de
Estados Unidos como de otros importantes países de Occidente; lo que
incluía diferentes aspectos de las artes populares y la contracultura y
de igual modo de diversas manifestaciones culturales nacientes en la
propia Latinoamérica.
En el decenio citado, fueron exterminadas las verbenas que antes se
realizaban por diversas tradiciones, religiosas o no, y en los
carnavales —que más tarde se convertirían en potreros con música y
cuadrángulos expedidores de toda la cerveza que durante el año anterior
no se habían podido beber los cubanos—, fueron prohibidos los disfraces
y ciertas conmemoraciones de índole regional que mostraban argumentos
que no se avenían con la "moral socialista". Igualmente resultaron
extirpadas las fiestas navideñas, incluido algo tan candoroso como el
Día de los Reyes Magos. El castrismo se empecinó en algo improcedente y
diabólico: una cultura sin fantasía.
En cuanto a la poesía, por ejemplo, resultaron omitidos tantos de los
poemas que formaban parte del imaginario popular y se iría estableciendo
algo tan terrible como el llamado Realismo Socialista, que estimularía a
los escritores que entrasen por ese cauce y condenaría al olvido, o al
menos a una promoción muy baja, a quienes se apartaran o no abrevaran en
esa corriente. Cualquier joven poeta se vería censurado bajo el rótulo
de Pesimista, por solo escribir unos versos con algún salpique de llanto
debido a la añoranza por la amante o por un familiar lejano. Entonces se
espoleó hasta la gloria un verso así como "No me dan pena los burgueses
vencidos", que anunciaba la impiedad, la intolerancia presente y por venir.
El amante del cine, de la narrativa literaria, se vio anegado por una
filmografía soviética, unilineal y triunfalista como igual por novelas y
cuentos de la misma estirpe.
Así tenemos que, tan temprano como en 1960, se fue inoculando la
utilización de los términos "compañero", "compañera", "compañerito" y
"compañerita" para dirigirse a hombres, mujeres, niños y niñas. Todo el
mundo así denominado. Desaparecieron los vocablos señor, señora,
señorita, el joven, la joven, dama, caballero, para dirigirse o aludir a
los demás. Todo el mundo, desde un ratero, pasando por un policía, un
anciano asilado o un juez hasta un misionero, debía ser llamado
"compañero". O sea, todos eran "compañeros"; aun en diversos documentos
oficiales. Si bien muchísimos cubanos no lo interiorizaran, aunque
utilizaran el término; algo propio de un pueblo zorro, agachado, de
débil identidad, que antes de la revolución bautizaba a sus hijos como
Jacqueline, Marilyn, Richard o Bobby, y ya en la primera década de 1960,
cuando la Unión Soviética influía manifiestamente en la Isla, comenzaron
a registrarlos como Katiuska, Liudmila, Nadiezhda, Pável, Yuri o Boris.
Como todo el mundo era compañero, ya no tenía razón de ser cederle el
asiento en el autobús a una dama o un viejecito o darles prioridad en un
paso peatonal. Como en las escuelas fueron abolidas las clases de
educación cívica y de civismo en general no era menester que el niño
ofreciera las buenas noches a un visitante que llegara a casa o se
pusiera de pie si se presentaba una "persona mayor". Como el lenguaje
bestial de las congas revolucionarias se fue imponiendo —Somos
socialistas/ lo dijo el Caballo/ y al que no le guste/ que lo parta un
rayo—, ¿qué sentido tenía para un niño decirle "usted" a una persona
mayor, ya fuese hombre o mujer? Como todos eran iguales, el relajo en el
tratamiento de alumnos y maestros se fue acentuando exponencialmente
hasta terminar en la carencia total de respeto de estamentos y de este
modo la relajación de las normas se hiciera patente no únicamente en la
disciplina, sino además en la entrega y recepción de conocimientos.
Visto lo anterior, hoy resulta, cuando menos ingenuo, exigirles a las
nuevas generaciones la decencia, el cumplimiento de las normas de
conducta, los valores éticos que deben formar parte de una cultura
específica. De modo que causa escozor leer sobre esas campañas que en la
actualidad ha emprendido el régimen en contra de la chabacanería, el mal
gusto en el lenguaje y otros detalles de categoría semejante. Y así
resulta cínico que los gobernantes cubanos, respaldados por un grupo de
intelectuales servidores del régimen, acusen a la población de tantos
males de este corte de los que ella no tiene la menor culpa, puesto que
fueron sembrados y cultivados por el quehacer castrista, por la
indecencia, la puerilidad y la hediondez establecida por este.
De igual manera, se enmarca dentro de lo injusto exigirles a los cubanos
hoy residentes en su país, de la edad que fueren (consideremos que las
personas que nacieron con la revolución de 1959 hoy tienen 55 años), un
gusto estético adecuado y a la vez contestatario, si vieron la luz y se
criaron en un medio donde había sido decretada una cultura
unidireccional; aparte de que el cubano de hoy, sin acceso a lo "malo" y
lo "bueno", por ejemplo, de la música popular, es natural que reaccione,
como cualquier ser humano confinado, apropiándose, si es posible, de
todo aquello para sí desconocido, no obstante resulte de lo peor del
"más allá".
Luego de que en Cuba se dé la transición hacia el mundo real, hacia la
vida lógica, o hacia la vida que transcurra con una lógica
verdaderamente humana en concordancia con una sociedad "natural" con
costumbres, raíces y proyectos definidos por la espontaneidad, pasarán
muchos años para que se recupere lo perdido a causa de la imposición,
precisamente inhumana, de un modo de vida concebido en un laboratorio,
el laboratorio castrista. Entonces se podrá hablar nuevamente de una
cultura nacional, dialogante real y libremente con lo extranjero, en la
cual resulte valorable lo mismo la pieza de una ópera que un San Lázaro
de yeso, pasando por el respeto y reconocimiento incondicional al
prójimo y el enaltecimiento de la gandinga en salsa.
Ya ven. Así van las cosas.

Source: Las buenas maneras, la cultura perdidas - Artículos - Cultura -
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http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/las-buenas-maneras-la-cultura-perdidas-317729

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