Bahía de Cochinos, de zona ideal a trampa del desembarco

Publicado el domingo, 04.20.14

Bahía de Cochinos, de zona ideal a trampa del desembarco
ARMANDO H. PORTELA
APORTELA@ELNUEVOHERALD.COM

Si la Brigada 2506 y la CIA buscaban hacerse de una cabeza de playa
accesible y defendible en una faja aislada de terreno, la Bahía de
Cochinos era un sitio ideal. Pero su singular geografía era también la
trampa perfecta, el lugar de donde no podía escapar nadie que no contara
con respaldo.

Al amanecer del 17 de abril de 1961 una fuerza expedicionaria de 1,400
hombres bien armados y entrenados desembarcó -por mar y por aire- en un
sitio aislado, inhóspito y despoblado de la costa sur de Cuba, unas 100
millas al sureste de La Habana.

A diferencia de otras bahías naturales de la isla, la Bahía de Cochinos
-el lugar escogido- es fácilmente accesible desde el mar de día o de
noche sin ayudas de navegación. Es una ensenada amplia y profunda, como
un gran tajo abierto en la costa suroccidental de la isla, con acceso
despejado al Mar Caribe. Su profundidad muy cerca de la orilla excede
los 650 pies (200 metros), lo que les permite a los barcos de mayor
calado aproximarse a la costa y a las vulnerables lanchas de desembarco
hacer un recorrido mínimo hasta la playa.

La zona escogida para desembarcar queda aislada de la tierra firme de
Cuba por su lado norte, justamente desde donde vendrían las fuerzas de
Castro a hacerles resistencia. El área está rodeada por terrenos bajos y
cenagosos, cubiertos por hierbas y manglares, que son parte de la
Ciénaga de Zapata, el mayor humedal del Caribe. Este terreno es una
barrera natural impasable para hombres o vehículos, a no ser por cinco
caminos estrechos y secos que pueden ser bloqueados y defendidos con una
fuerza relativamente pequeña. En los puntos de desembarco de Playa Larga
(que llevaba el nombre de código de Playa Roja en los planes de la
invasión) y de Playa Girón (Playa Azul) la ciénaga tiene de unas 5 a 8
millas de ancho y está separada de la costa por una franja de terreno
más alta y seca, una superficie escabrosa de rocas coralinas -llamada
localmente con el descriptivo nombre de "diente de perro"- cubierta por
un denso bosque tropical donde es posible establecer campamentos y
concentrar equipos de combate y hombres. En esa franja, justo al norte
del caserío de Playa Girón, de Playa Larga, San Blas y en las salidas de
la Ciénaga, se estableció el Estado Mayor de la brigada de desembarco y
se emplazó el grueso de las fuerzas de combate.

Tanto la bahía como la ciénaga colindante estaban entonces, como hoy,
prácticamente despobladas. En 1961 había allí escasamente unas decenas,
quizás pocos cientos de familias de leñadores, carboneros y pescadores,
muy aisladas entre sí y del resto del país. La gente vivía en
condiciones precarias, sin luz eléctrica ni comunicaciones y con solo
una carretera asfaltada -acabada de construir- para salir hacia la
provincia de Matanzas.

El día del desembarco, el 17 de abril, los brigadistas lograron navegar
inadvertidos hasta casi la misma costa y ocuparon con rapidez una cabeza
de playa de 35 millas de largo y hasta de 10 millas de profundidad,
desde Playa Larga, al noroeste, hasta más allá de Girón al sureste;
sellaron los accesos desde tierra firme y despejaron cualquier
interferencia desde la costa. La primera etapa del plan de la invasión
había sido cumplida de manera impecable. Sin embargo, privados de
abastecimientos y sobre todo del apoyo aéreo prometido, no pudieron
avanzar ni impedir que Castro acumulara ante sus ojos una fuerza mucho
mayor y bien apertrechada que les excedía en proporción de 43 hombres a
uno, y que a la postre los obligaría a replegarse pulgada a pulgada en
cinco frentes. Los combates fueron intensos, especialmente en los
accesos a la ciénaga y en las zonas de San Blas, en Playa Larga y en Girón.

Tres días después del desembarco, exhaustos y sin municiones, los
brigadistas sobrevivientes cayeron prisioneros en los alrededores de su
Estado Mayor de Playa Girón, atrapados entre el mar y las fuerzas
enemigas. Algunos lograron escabullirse por el bosque y las ciénagas,
solo para ser capturados en su mayoría poco después.

La zona ideal para el desembarco se había convertido en una trampa de la
que pocos consiguieron escapar.

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