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Thursday, April 25, 2013

Un futuro de caos y violencia

Un futuro de caos y violencia
Miércoles 04/24/13
Por Alejandro Armengol

No es siquiera noticia. Cuba continúa atravesando una situación difícil
y el impulso bajo el cual el mandato de Raúl Castro inició una serie de
reformas limitadas ha desaparecido. Aferrarse a la ilusión de que el
régimen pueda sucumbir en un futuro cercano es apostar por la fantasía.
No es así. El proyecto revolucionario está agotado, pero los mecanismos
de supervivencia permanecen y siguen intactos. Sin embargo, este afán de
sobrevivir está generando un caos y una violencia que atenta no sólo
contra la población en la isla sino hace dudar sobre un mejor destino
para la nación
Cuba sigue siendo una excepción. Se mantiene como ejemplo de lo que no
se termina. Su esencia es la indefinición, que ha mantenido a lo largo
de la historia: ese llegar último o primero para no estar nunca a
tiempo. No es siquiera la negación de la negación. Es una afirmación a
medias. No se cae, no se levanta.
Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso
revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de
vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a
los principios del internacionalismo proletario, centralismo
democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco
condimentado según la astucia, primero de Fidel Castro y ahora de su
hermano.
No se puede negar que en la isla existiera por años una estructura
social y económica —copiada con mayor o menor atención de acuerdo al
momento— similar al modelo socialista soviético. Tampoco se puede
desconocer la adopción de una ideología marxista-leninista y el
establecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) como órgano rector
del país. Todo esto posibilita el análisis y la discusión de lo que
podría llamarse el ''socialismo cubano''.
Sin embargo, este análisis es sólo una fracción necesaria a la hora de
comprender una realidad simple y compleja a la vez.
En los últimos años han ocurrido hechos que evidencian que hay cubanos
que se muestran dispuestos a realizar actos violentos ―o no saben
controlar sus pasiones e instintos― y reaccionan ante los estímulos más
simples. Ese es el sector de la población que se presta a participar en
actos de repudio, donde son guiados y controlados por un grupo de
agentes represivos. No alcanzan siquiera el grado de profesionales de la
violencia: son simplemente matones de ocasión.
En un futuro más o menos cercano, tras la desaparición de los Castro, de
este estrato de la población cubana saldrán los pandilleros,
extorsionistas, abusadores y hasta asesinos que muy probablemente
servirán para suplir la demanda de delincuentes y personas violentas a
ser empleadas por los diversos grupos dedicados a las actividades
ilegales que se espera y teme florezcan en la Isla.
No es un florecimiento de hechos delictivos el único peligro que acecha
respecto a estos seres sin escrúpulos que en la actualidad encuentran
satisfacción y provecho en participar en los actos de represión.
El problema principal es la existencia de un grupo poblacional
acostumbrado a vivir bajo un régimen totalitario, que de pronto va a
encontrarse incapaz de vivir en libertad, con las responsabilidades que
este hecho atañe. Esos que golpean hoy serán los inadaptados de mañana.
Enfrentar la necesidad urgente de crear los medios que posibiliten los
cambios, para que el cubano devenga en un individuo capaz de enfrentar
los retos y beneficios de un Estado democrático y una sociedad civil, es
tan apremiante como discutir las bases económicas y políticas de la
nación del futuro. Conocer cómo piensan y actúan las personas que por
demasiado tiempo han sobrevivido en un país en ruinas abarca un universo
más amplio que las discusiones políticas.
Lo que se ha estado fraguando durante los últimos años en Cuba es un
escenario extremadamente volátil, que hasta ahora el Gobierno ha logrado
controlar con represión y promesas.
Esta situación sin salida lleva a un aumento de las posibilidades de un
estallido social. De producirse esta fragmentación violenta ―y con
independencia del resultado de la misma― el uso del caos y la fuerza
como solución de los problemas se convertiría en un patrón de conducta
adoptado por una parte de la población de la isla, que limitaría o
impediría el avance social

http://armengol.blogspot.fr/2013/04/un-futuro-de-caos-y-violencia.html

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