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Tuesday, April 09, 2013

Saco en apuros

Saco en apuros
Manuel Cuesta Morúa | La Habana | 9 Abr 2013 - 10:26 am.

¿Cómo la 'actualización del modelo' cubano puede lograr que las dos
terceras partes de la población excluidas, en su mayoría negros,
ingresen a la economía emergente? La reforma tendría que ser más profunda.

"Para los negros cubanos, la revolución no ha comenzado." Esta
expresión, sacada de la nota que el ensayista Roberto Zurbano escribió
para The New York Times hace un par de semanas, ha causado pánico
intelectual en medio de la poética revolucionaria, se escriba en prosa o
en verso.

El pánico ha sido de tal magnitud, que se organizó una guerrilla
improvisada con el propósito de propinar algunos rasguños al impacto que
el texto de Zurbano puede causar en el mejor de los plazos: el mediano.
Publicar en el medio neoyorquino tiene un efecto esencial que los
críticos del ensayista saben o intuyen: el de reforzar la credibilidad
de quien allí publica o es publicado. E independientemente de la fuerza
de sus argumentos, la matriz de ideas que fija The New York Times tiene
un peso académico agregado por el alcance global de su opinión. Todo muy
interesante, porque al final este periódico puede decir que no se
responsabiliza con el criterio de sus articulistas.

Ante semejante desafío mediático me llama la atención la debilidad
argumental de la embestida compuesta contra Zurbano. Se suponía que todo
el razonamiento y la argumentación acumulados por años de "profunda
investigación" de parte de sus críticos se pusiera en versión
periodística y se enviara como op-ed al mismo medio, demostrando la
supuesta pobreza y superficialidad de las ideas de Zurbano. Pero nada en
ese sentido pudo leerse en los textos de más largo aliento que intentan
contestar al ensayista. Excepto un par de lugares comunes con los que
probablemente él coincidiría.

Lo curioso es que la frase puede leerse con ojos asustados, como parte
de una pauta contrarrevolucionaria, tal y como ocurrió, y llegar a la
conclusión de que es excesivamente dura con la llamada Revolución porque
no deja espacio para el reconocimiento de sus reales o supuestos logros
en materia racial. Pero también pudo ser leída dentro del canon
revolucionario, con una visión más generosa hacia la indiscutible
solvencia de su autor y más en consonancia con la adultez, el itinerario
y la experiencia acumulados por un proceso político a la altura de sus
54 años.

Semejante lectura podría concluir que en efecto, por las razones que
fueren, incluyendo el embargo, ciertos errores de compresión y la
subestimación de la fuerza de la cultura, la Revolución no ha comenzado
para la gente negra, pero que en breve se verá —y a partir de la
profunda labor que viene haciendo una serie de instituciones ante tan
complejo problema— cómo la Revolución llega por igual a todos los
ciudadanos sin importar el color de su piel. Y esto, en medio de las
dificultades económicas que enfrenta el país.

De hecho lo que Zurbano dijo, sin enojo ni victimismo, como a mí me
gusta, fue que la Revolución no ha comenzado; nunca dijo que no podía
comenzar. Con una coherencia política sólida que, implícitamente, la ve
más allá de Raúl Castro. Y aquí es donde los críticos revolucionarios
del revolucionario Zurbano podían haber desplegado más y mejor
imaginación, y con menos susto porque parece que ellos sí que la ven
agotada después del General-presidente. A fin de cuentas, si a partir de
1986 sí que íbamos a construir el socialismo, 25 años después de
proclamado, bien podría llegar la Revolución a los hogares de las
mayorías negras 54 años después de decretada la muerte del racismo y la
discriminación racial en Cuba. En rigor, ni el tiempo ni el dictado
político como imposibilidad de lo social son datos relevantes para los
revolucionarios.

Pero los críticos de Zurbano no desplegaron creatividad. ¿Por qué?
Bueno, podían haberlo hecho, pero necesitaban una fuerte imaginación
sociológica y estética para sacar ventajas de los déficits políticos y
sociales del proceso que defienden.

Alarmas disparadas en un proyecto de nación

Admito que eso es difícil. Roberto Zurbano disparó desde dentro las
alarmas del proyecto de nación diseñado por José Antonio Saco, el cual
ha sobrevivido a todos los modelos políticos que hemos sufrido e intenta
prolongarse a cualquier costo. A grandes rasgos, ese proyecto de nación
postula tres cosas: primero, que la matriz cultural del proyecto es de
origen hispano, solo luego occidental, y que todo lo demás que nos llegó
es un injerto más o menos feliz que no alcanza a las raíces; segundo,
que a las personas negras hay que desbordarlas, blanquearlas,
someterlas, emanciparlas o cooptarlas pero nunca permitirles que
articulen sus propias herramientas de liberación desde su visión o
cultura; y tercero, que el mercantilismo o la economía rentistas son las
bases esenciales que garantizan la doble hegemonía criolla de la
sociedad y de la política. La modernidad económica plena inevitablemente
lleva a la conformación de una clase media y burguesía muy anchas donde
caben todos los colores, y eso nunca ha cuadrado a nuestros mercantilistas

Este proyecto de nación tuvo un éxito increíble hasta 1959, corregido en
el ámbito económico de cierto modo por una mentalidad productiva
aprendida en las aulas del capitalismo estadounidense, pero empezó a
hacer aguas a fines del siglo XX porque fue llevado a sus últimas
consecuencias por un modelo que pretendió la autarquía de espaldas al
mercado, la tecnología y el capital. Y destrozado el modelo, se destruye
el proyecto.

Los intentos por reanimarlo son y han sido muchos. Lo que Zurbano
advierte desde el campo revolucionario es que la reanimación en curso
del proyecto de Saco, llamada "actualización", e incluso las
reanimaciones posibles, dejan atrás a las personas negras. El problema
enciende una potente luz trasera, hacia el pasado, porque la llamada
Revolución no se está reinventando utópicamente. No está haciendo lo que
quiere la izquierda radical con su discurso de cooperativismo y
participación popular, en una fuga hacia adelante; sino que recula,
abriéndose a un proceso de franca recuperación de nuestro capitalismo
más elemental para el que las personas negras no cuentan con recursos —
y tampoco para el capitalismo más sofisticado.

De modo que si antes de 1959 estas no podían trabajar en los comercios
por la discriminación institucionalizada, hoy no pueden hacerlo por la
discriminación estructural. ¿Cómo la "actualización del modelo" puede
lograr que las dos terceras partes de la población excluidas, en su
mayoría negros, ingresen a la economía emergente? La reforma tendría que
ser más profunda. Y descartada esta posibilidad, las personas negras no
cuentan tampoco con los recursos necesarios para la llamada economía del
conocimiento, que hoy se encuentra subutilizada pero cuenta con cierta
rentabilidad económica en los crecientes servicios privados basados en
el mundo digital

La otra pregunta es, entonces, si la Revolución favoreció a algunos para
seguir adelante, ahora sin la ayuda del padre abrasivo, ¿por qué no
favoreció a las personas negras para seguir el mismo camino,
queriéndolas mantener atadas y bien atadas por otro lado, al padre que
ya nada puede ofrecer? La respuesta hay que encontrarla en la estructura
de distribución del poder y la economía criollos durante los 54 años que
lleva la Revolución: desde el poder político, pasando por el
representacional hasta llegar al poder simbólico. Lo que Zurbano está
diciendo es que las personas negras se colocan en 2013 en el mismo
desigual punto de partida de 1959, ahora que la Revolución pretende un
nuevo comienzo con la "actualización del modelo" para alcanzar, según
dicen, un "socialismo próspero y sostenible". Y no se rían.

Pero algo más y mejor: Zurbano nos dice que la distribución actual de
recursos por parte del Gobierno está abismando los distintos puntos de
partida entre negros y blancos. Legalizar la digitalización privada de
documentos y reprimir a los vendedores aleatorios que comercian en las
calles cualquier cosa que intentan convertir en mercancía no es una
buena manera de actualizar el modelo, pretendiendo al mismo tiempo que
se favorece a las personas negras.

Nos enfrentamos así a una desigualdad estructural mirando al pasado y un
diseño estructural desigual de cara al futuro. Y no es necesario
mencionar la alianza corporativa que se teje entre el gobierno de la
actualización y un grupo importante de cubanos de mucho capital allende
los mares. El asunto se pondría peor.

Falta de apertura en el discurso de la nación

Desatar un revulsivo intelectual dentro de los revolucionarios es
siempre interesante. Esto sucede cada vez que la tensión entre intereses
y honestidad se rompe en favor de esta última, aunque sea
provisionalmente, y los intelectuales atraviesan, mirando a la gente
real, la frontera epistemológica que hace coincidir la realidad con su
mundo particular. Cuando esto pasa, nos encontramos frente al
intelectual cívico que construye su discurso lejos o a cierta distancia
de las avenidas del poder. Esto lo han hecho muchos. En algún momento lo
hizo Esteban Morales, para regresar más tarde al redil. Lo hizo también
Guillermo Rodríguez Rivera en su polémica con el historiador Rolando
Rodríguez, a propósito del tema racial, y ahora lo hace Zurbano desde la
pirámide del The New York Times.

Y como siempre, se busca un cierre a la fractura que cada cierto tiempo
ocurre dentro del discurso saquista de la nación. El miedo al otro, sea
negro, mujer, homosexual o ciudadano, se dispara y le cae a uno encima
el peso de la escolástica con su escritura ideológica para sustituir la
discusión intelectual del argumento por la destrucción moral y política
del adversario. En no pocas ocasiones también física. A veces en
contradicción con lo que se dice defender.

Fijémonos en esta pieza excelente para revelar la revisitación apurada
al imaginario construido por José Antonio Saco, en una demostración de
la carencia de recursos intelectuales para pensar las llamadas
complejidades del tema. Según un crítico, "habría que ser poseedor de
una ignorancia histórica extraordinaria para pensar que un cambio de
liderazgo político en Cuba pudiera beneficiar a los negros". Traducido
en términos culturales es la convalidación de que las personas negras no
están en capacidad de pensar y poner en práctica un proyecto de nación
en el que pudieran beneficiarse participando y definiendo el próximo
liderazgo político.

Lo que constituye una naturalización, bastante usual en la literatura
racista, del supuesto retardo étnico para pensar, actuar y convivir en
la modernidad. El pensamiento exacto de los criollos para legitimar todo
el discurso que llevó a la masacre de 1912. Una versión del fin de la
historia para las personas negras que alimenta el pesimismo y liquida la
esperanza de autoemancipación en medio de la desesperanza social. Si
quieren enterarse de cómo, desde el discurso supuestamente
revolucionario, puede regresarse a la teoría de los pueblos incapaces de
escribir una historia distinta a la que le escriben sus
(neo)colonizadores, pueden principiar por aquí.

En lo adelante toda la síntesis de la crítica a Zurbano es de escasa
entidad y bastante pretenciosa. Decir que Zurbano "se aparta del
consenso al que han arribado los investigadores cubanos más serios" es
desconocer que todo avance real en la ciencia se produce rompiendo
consensos muy pero que muy serios, como demostró Thomas Kuhn en La
estructura de las revoluciones científicas; y no brilla precisamente la
investigación social cubana, no obstante, por su nivel conceptual y
categorial, excluyendo como siempre a las excepciones. Todavía andamos
por aquí con aquello de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, y reputados investigadores desdeñan sin más la historia de
las mentalidades y la antropología cultural, sin enterarse o asumir el
neomarxismo que pulula por todas las academias del mundo. Semejante
consenso no ha hecho avanzar las ciencias sociales en Cuba.

Por otra parte, escribir con la fuerza paternal del regaño político y
"científico" que "el instrumento legal contra la discriminación racial
se desplegó a fondo en el marco de la Revolución Cubana, del mismo modo
que se puso en juego un amplio dispositivo ideológico contra el racismo
que, de hecho, transformaron en vergonzantes las manifestaciones de
discriminación que podían aparecer" es desdeñar el discurso
demostrativo, no saber nada la mímesis cultural, del fundamento también
cultural y racista de la ideología institucionalizada en el Artículo 5
de la Constitución cubana, que inscribe orgullosamente la superioridad
cultural de la visión eurocéntrica para la formación de la voluntad
política del Estado, e ignorar la proyección simbólica del lenguaje
cuando se ve obligado a enmascarar su racismo gramatical, filtrándolo en
el humor racista con el que la mayoría de los cubanos nos reímos sin
ataques de vergüenza.

En el fondo, el problema colateral es de sintaxis inglesa. Otro crítico
lo reflejó muy bien cuando empleó una frase típicamente norteamericana
para atacar a Roberto Zurbano. "En el órgano equivocado y en el lenguaje
equivocado" es una expresión que cabría imaginar también como figura
lingüística equivocada, y que revela la dependencia psicológica de los
Estados Unidos de cierta porción de la intelectualidad cubana. Algo
similar sucedió hace un tiempo atrás cuando importantes referentes de la
afrodescendencia norteamericana respondieron positivamente a la
convocatoria de Carlos Moore a propósito del injusto encarcelamiento del
Dr. Darsi Ferrer Ramírez.

La falta de apertura en el discurso heredado de la nación, la peor
herencia del proyecto de José Antonio Saco, en otros aspectos
formidable, conduce a considerar la narrativa de los otros como textos y
cuerpos extraños que atentan contra la visión poético-militar de la
cubanidad unitaria. Pero si una obra se tiene que defender con las
palabras, es porque tiene serias dificultades para defenderse en los
hechos. Este es el origen de la propaganda que sigue haciendo creer que
el de Cuba es un gobierno de izquierdas.

http://www.diariodecuba.com/cuba/1365455274_2674.html

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