Pages

Sunday, April 07, 2013

Por qué el socialismo?

¿Por qué el socialismo?
abril 6, 2013
Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES — Hace unos días, mientras compartía una velada con una
joven pareja de compatriotas, debatíamos sobre los colores ideológicos
de la Cuba futura. Gente sensible y bien formada, hijos del (buen)
legado educacional de la Revolución Cubana, mis amigos se mostraban
pesimistas sobre las oportunidades de una opción socialista, como
solución a los problemas cubanos.

"No hay chance, –me decían- aunque traiga costos parece que la solución
será tocar fondo, acelerar las reformas capitalistas, para resolver el
desorden y atraso acumulados".

Semejante reflexión, en personas que admiro y respeto por sus valores y
por un compromiso social demostrado en empeños bonitos y cotidianos –que
van desde la ecología al software libre-, me puso a pensar sobre el
descrédito de la idea socialista, en buena parte de nuestro pueblo.

Viviendo (y padeciendo) los rigores de un modelo estatista -que dura ya
medio siglo-, es entendible que al vecino de Marianao o Placetas le
horrorice la posibilidad de darle, a ese ismo, una nueva oportunidad.

Junto a tal perspectiva, un sector no despreciable de la población
(envejecido, resignado) asume la decisión de seguir viviendo bajo el
patrón actual, por el temor a un cambio que, como evidenció la
experiencia esteuropea, no dejara de ser traumático. Neoliberales o
neoestalinistas: esas parecen ser las opciones restringidas del menú
antillano.

Sin embargo, habida cuenta de los problemas del presente -que abarcan
desde las carencias materiales acumuladas al menoscabo de libertades y
derechos humanos- y las que se avecinan -incremento de las
desigualdades, de todo signo- creo que, lejos de rendirnos, hay que dar
la batalla por el futuro de la opción socialista.

Ello es, ciertamente, algo difícil de sostener bajo una expansiva
hegemonía capitalista como la que enseñorea la isla; hegemonía que
abarca los consumos culturales, la devaluación de la solidaridad
auto-organizada y el visible protagonismo de los sectores economicistas
y tecnocráticos de la academia y política cubanas.

Pero si queremos que Cuba no sea -como vaticinó, con triste profetismo,
un prestigioso intelectual cubano- un mercado sin república, me parece
que habrá que dar la pelea.

Hacerlo supone, lejos de lo que algunos pregonan, abandonar los
utopismos abstractos. Se trata de defender propuestas viables de
gestionar los servicios sociales, de regular las empresas fundamentales
y de someter a discusión –a todo nivel- los gastos del estado. Implica
impulsar el cooperativismo, los presupuestos participativos y los
sindicatos independientes.

Demostrando con ejemplos- que existen, como archipiélagos de
autodeterminación, dentro de este mundo capitalista- que lo colectivo no
equivale a lo estatal, lo participativo no es un mero disfraz de lo
autoritario, y que la ineficiencia "socialista" no se supera con
privatizaciones.

Recuperando experiencias reales y virtuosas, como los sistemas de
cobertura social nórdicos, las redes de economía social uruguaya y las
políticas públicas del actual gobierno ecuatoriano.

En el campo específicamente político, se trata de construir una
democracia sustantiva (representativa, participativa, deliberativa)
donde no existan exclusiones por motivos ideológicos y donde las
hegemonías se ganen a golpe de razón y debate y no de porrazos
acompañados por su (irreversible) congelamiento institucional.

Una democracia transinstitucional, de organizaciones políticas y
sociales, donde la ciudadanía mande y la soberbia de los burócratas no
sea sustituida por la autoreferencia de (nuevas o recicladas) elites
partidistas y empresariales. Y donde las Batallas de Ideas no se
suplanten por Campañas de Mercadeo.

La historia de la Cuba prerrevolucionaria fue una larga secuencia de
gobiernos autoritarios, que arrancaron en la colonia y abarcaron dos
férreas dictaduras anticomunistas, apoyadas por Washington.

Sin embargo, no faltan hoy liberales cubanos, demócratas y patriotas
–parte ineludible de la nación- que recuperan el legado de una prensa
plural (como la republicana) y un constitucionalismo progresista (1940)
para seguir pugnando en pro de la instauración de un Estado de derecho
–con tripartición de poderes y pluripartidismo- afín a los cánones
clásicos de la democracia representativa.

Entonces, si otros tienen todas las fuerzas y el derecho para soñar un
futuro distinto ¿porque nos negaremos, desde la izquierda, a intentar un
socialismo diferente, como alternativa al régimen vigente y a sus
sucedáneos neoliberales?

En pocas semanas se cumplirán cinco años de aquel primero de mayo
cuando, pese a las amenazas represivas, un grupo de compañeros salimos a
la Plaza de la Revolución, a desfilar en el día de los trabajadores con
una manta que decía: "Abajo la burocracia, vivan los trabajadores. Mas
socialismo ¡" .

A la luz del presente, no puedo sino reconocer la pertinencia de aquella
acción, donde nos sobrepusimos al temor para defender –sin sesgo alguno-
la soberanía nacional y popular.

Recuerdo que entonces vislumbramos- en la alegría, sorpresa y
complicidad de la gente- una posibilidad para el futuro.

Porque si algo (creo) debe distinguir a un socialista no es la búsqueda
de un mundo irreal y puro; sino la construcción, razonada, libre y
colectiva, de mejores formas y espacios para convivir, aquí y ahora,
como seres humanos.

Búsqueda en la que necesitaremos acompañar (y acompañarnos) de las
luchas y aportes de todos los movimientos prodemocráticos,
ambientalistas, feministas, antiimperialistas.

Todo lo que atente contra el feliz advenimiento de esta pluralidad
emancipadora – sea el verbo de un mesías o la prédica de mercaderes- es,
en el más raigal sentido de la palabra, profundamente reaccionario.

http://www.havanatimes.org/sp/?p=83012

No comments: