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Monday, April 08, 2013

Fusilados y cómplices en abril

Represión, Disidencia

Fusilados y cómplices en abril

Se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, y
de subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y
funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 08/04/2013 9:55 am

En este abril de 2013 se cumple una década de uno de los momentos más
deprimentes de la historia postrevolucionaria: la llamada primavera
negra. Fue un momento en que Fidel Castro, entusiasmado por lo que
asumía como una ola revolucionaria en América Latina y la llegada de los
primeros lotes de subsidios venezolanos, decidió erradicar todas las
muestras de descontento y oposición que se habían ido acumulando en ese
camino de-derrota-en-derrota-hasta-la-victoria-final que él había
trazado. El pretexto fue, como ha sido usual desde 1959, cerrar el paso
a la amenaza imperialista.

Aunque la primavera negra es recordada sobre todo por el encarcelamiento
sin derecho al debido proceso de 75 activistas opositores, quiero
enfocar mi atención en otro hecho: el fusilamiento de tres jóvenes
negros por el secuestro fallido de una lancha de pasajeros que brindaba
servicios en la bahía de La Habana.

Como es conocido, un grupo de once jóvenes participaron en ese acto
delictivo el día 2 de abril de 2003, con el propósito de alcanzar las
costas de La Florida. Ello implicaba la toma como rehenes de una
treintena de pasajeros, incluyendo dos jóvenes extranjeras que se
convirtieron para los secuestradores y para la policía en las piezas
claves de la negociación. Finalmente la lancha se quedó sin gasolina, lo
que movió a los secuestradores a aceptar un acuerdo que solo la candidez
puede aconsejar: ser remolcados hasta el muelle de Mariel donde serían
reabastecidos de combustible para que pudieran reemprender la marcha al
norte.

El resultado fue la captura de todos los secuestradores sin que hubieran
producido daño físico alguno a ningún pasajero. El día 8 concluyó un
juicio sumario en que los detenidos no tuvieron acceso a un abogado de
su elección. Tres —Lorenzo Capello de 31 años; Bárbaro Sevilla de 22
años y Jorge Martínez de 40— fueron condenados a muerte, mientras otros
fueron sancionados con penas que iban desde prisión perpetua hasta dos
años de cárcel. Según la CIDH el estado cubano había procedido a
"juzgarles y condenarles sin las debidas garantías procesales", y entre
ellas "por cuanto la tipificación para las ofensas cometidas por las
presuntas víctimas (en la ley blandida) no prevé la pena de muerte, sino
una pena privativa de libertad".

En el tiempo galáctico de tres días la condenas fueron revisadas por el
Tribunal Supremo y por el Consejo de Estado, cuyos miembros se
pronunciaron unánimemente por el fusilamiento de los tres jóvenes.
Finalmente fueron fusilados el día 11 de abril, sin notificarlo a sus
familiares —que estuvieron todo el tiempo confiados en una revocación de
la orden— ni permitir una despedida. Es decir que en 9 días
transcurridos entre el 2 y el 11 de abril se decidió, apelaciones por el
medio, sobre la vida de tres personas, y se procedió a la ejecución.

El Consejo de Estado basó su decisión, cito a Fidel Castro en una
perorata de 4 horas que sucedió al fusilamiento, en "los peligros
potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas
inocentes sino también para la seguridad del país —sometido a un plan
siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del
Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami
con el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a
nuestra Patria".

Es decir, que según Fidel Castro se fusiló a tres cubanos jóvenes que no
cometieron hechos de sangre, ni segaron vida alguna, para afrontar las
supuestas amenazas del Gobierno americano presidido entonces por George
W. Bush; por lo que cabe pensar que se tomó una decisión contra
ciudadanos cubanos a partir de las actitudes del presidente americano.
Quien por esa vía devino actor legal y político interno de Cuba, y Fidel
Castro un vulgar "plattista" que aceptó la fuerza de la injerencia. Y
volvió a hacerlo un tiempo después, cuando otros cubanos secuestraron
una lancha en la costa norte pero esta vez con hechos violentos más
severos, y sin embargo no fueron condenados a muerte porque esa fue la
condición que el Gobierno americano puso para devolverlos tras ser
interceptados por la guardia costera americana. También en este caso el
Gobierno americano impartió justicia y decidió sobre la vida de los
ciudadanos cubanos. Y nuevamente los dirigentes cubanos se sumaron al
carro del "plattismo".

De subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y
funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero en el que
declaraban a "los amigos del mundo" que "para defenderse Cuba se ha
visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba" y
llamaba a repudiar "la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el
terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba".
Entre los intelectuales aparecen criaturas que nunca pierden una
oportunidad de chapotear en el lodo, como son los casos de Silvio
Rodríguez, Miguel Barnet y Amaury Pérez. No faltaron algunos
funcionarios ilustrados —llamarles intelectuales hubiera sido una
hipérbole imperdonable— como Carlos Martí, Eusebio Leal y Alfredo
Guevara. Pero también firmaron figuras de las que uno siempre hubiera
esperado, al menos, un retraimiento oportuno, como fueron los casos de
Leo Brouwer, Chucho Valdés, Roberto Fabelo, el finado Cintio Vitier, su
esposa Fina García Marruz y Marta Valdés.

Lo más aberrante del documento es que achaca la ignominia a Cuba, cuando
en realidad solo una parte muy pequeña de ella fue culpable. La mayoría
de los cubanos no conocieron del asunto hasta que Granma lo publicó, sin
versión contrapuesta y siempre bajo el aviso de una macana policial que
se agitó en estos días con más celeridad que nunca. Los emigrados, que
también son Cuba, y cuya inmensa mayoría no tiene nada que ver con la
metáfora de la "Mafia de Miami" tampoco fue parte de esa decisión. Y lo
más importante, que también los jóvenes fusilados y sus familiares eran
parte legítima de Cuba. En consecuencia, no fue solo una decisión
criminal a espaldas de una parte mayoritaria de Cuba, sino también
contra ella.

Es probable que al paso del tiempo, este hecho esté pesando en las
conciencias de quienes decidieron por el fusilamiento sumario de los
tres jóvenes negros. Es posible, por ejemplo, que en su deambular como
administrador de un hospital sin futuro, Carlos Lage haya pensado en
esto, o que lo haya hecho el excanciller cuando redactaba su cartica de
arrepentimiento y notó que le faltaba la firmeza de pulso que tuvo
cuando firmó la confirmación del crimen. Y es posible que cuando los
voceros castrados del autoritarismo miran hacia atrás, también sientan
algo de arrepentimiento por haber llamado a los amigos a no sonrojarse
frente a la ignominia y el crimen.

Es una suerte para ellos que no tuvieron Bárbaro Sevilla, Lorenzo
Copello y Jorge Martínez.

A ellos, nadie les dio la oportunidad del arrepentimiento.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/fusilados-y-complices-en-abril-283749

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