Pages

Friday, April 12, 2013

El último recurso

El último recurso
Viernes, Abril 12, 2013 | Por Manuel Cuesta Morúa

LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -En El Caballero de la Armadura
Oxidada, su autor, Robert Fisher, nos cuenta el dilema de un caballero
andante que ama más a su armadura de guerra que a su propia esposa. Pero
cuando al fin quiere desprenderse del hierro para honrar a su amada, no
puede. De tanto asirse a ella, la armadura se había convertido en carne
de su carne, hueso de sus huesos y sangre de su sangre.

Al igual que el caballero de Fisher, los rescatistas políticos se
apropian de su misión e intentan cumplirla aún contra el deseo de los
presuntos rescatados. Casi nadie les pide auxilio, pero al sentirse
caballeros andantes, se imponen la quimera de que sus rescatados
alabarán y comprenderán su misión después del exitoso rescate.

Así es como, en la faena, suelen olvidarse de sus pueblos para enrolarse
en la adoración solemne de sus oxidadas armaduras. Y hacen algo más: les
imponen a sus rescatados el tributo permanente y público de
agradecimiento por la salvación.

¿Y qué pasa si los rescatados se niegan a participar de ese humillante
ritual? Fisher abre una posibilidad humana. La del caballero que decide
abandonar su armadura para conservar el amor. Pero también cabe esta
otra posibilidad: que el caballero decida quedarse con la armadura e
intente salvar de nuevo a la damisela, ya que la está viendo atrapada
por un nuevo dragón: ella misma.

La violencia es el recurso de los Estados caballeros cuando se niegan a
ser abandonados por sus damiselas rescatadas. Eso explica nuestro
problema fundamental con el castrismo. Su inadaptabilidad al cambio, que
en parte él mismo propicia, lo lleva a emplear las herramientas y los
mecanismos de la violencia: social y política contra la ciudadanía.

Es terrible la violencia que hoy se acumula en la sociedad cubana. La
violencia estructural que reproduce los hatos de miseria y marginalidad,
y que se hace acompañar por el goteo incesante de un millón de despidos
laborales. La violencia cultural que golpea a mujeres y niños, una forma
corriente de violencia doméstica y de género minimalistas. La violencia
callejera entre ciudadanos, por los motivos más triviales. La violencia
policial en las calles, en las estaciones y prisiones. Y la violencia de
los gestos, las palabras y los discursos que se leen o escuchan por los
medios o en los centros públicos encargados de la pedagogía social.

Todo esto viene acompañado por lo peor y más feo: la violencia social
del Estado contra la ciudadanía, que ocurre a diario contra los que
practican la economía informal de resistencia, mayormente ejercida por
ancianos, mujeres y personas negras. Y la violencia del Estado contra la
sociedad civil, compuesta por aquellos individuos que intentan rescatar
a la ciudadanía por medio de la palabra, el arte y la manifestación
pacíficos. Es esta una violencia que deja de ser el recurso último de
la civilización para convertirse en el último recurso del desesperado.

Lo que distingue nuestros escenarios de violencia del resto de las
sociedades donde también es el pan de cada día, es precisamente la
legitimidad que adquiere la violencia por la participación casi alegre
del Estado en sus prácticas más brutales y morbosas.

Esto podría explicarse por el alboroto social que crea un gobierno que,
no obstante, necesita toda la tranquilidad posible para garantizar su
gradual conversión burguesa desde el poder. Palos para los de abajo y
para los del al lado, no importa que la seguridad social desaparezca sin
ruido o que se esfume la oferta laboral del Estado, con la complacencia
de los sindicatos oficiales.

Es asombrosa la naturaleza de esta violencia que se ve incluso en el
ámbito de la teoría social. Lo que hace el Estado con los ciudadanos, lo
imitan los intelectuales orgánicos en el campo del pensamiento. Ya se
habla de transición socialista, un flaco favor a la teoría de la
transición y a la idea del socialismo, que constituye además un modo
poco exquisito de violentar los conceptos en el afán de justificar a
nivel de las ideas la misma conversión burguesa del poder, pero sin
aparente contradicción. Todo muy obsceno. Y ciertamente amoral.

Los caballeros al mando de la policía y del pensamiento únicos creen de
verdad en el valor museable de su armadura oxidada, mientras destruyen
su viejo castillo de paredes empedradas, pretendiendo un salto mortal y
glamoroso hacia el capitalismo, mientras mantienen bajo las ruinas del
castillo, bien atadas, a sus damiselas desencantadas y en apuros.

http://www.cubanet.org/articulos/el-ultimo-recurso/

No comments: