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Sunday, April 21, 2013

El último 'apparátchik'

El último 'apparátchik'
Alfredo Guevara. (AIN)
Manuel Zayas | Nueva York | 20 Abr 2013 - 10:10 am.

Cercano a Fidel y Raúl Castro desde los años 50 y protagonista de varios
casos de censura y represión intelectual, Alfredo Guevara tuvo poder
suficiente para decidir qué se filmaba, se exhibía y se producía
cinematográficamente en Cuba.

Hace escasos tres meses, Alfredo Guevara declaraba que el Instituto
Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), fundado por él en
1959, era una institución obsoleta. "Yo diseñé la organización, pero
digo, 'esto no funciona más'", aseguró a The New York Times. Apenas tres
años atrás, el dictador Fidel Castro reconocía que el modelo cubano no
funcionaba más: "El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros", dijo
Castro a The Atlantic.

Esas afirmaciones debieron acompañarse por el desasosiego o por cierto
complejo de culpa, pero de ello no hay noticias. En ambos casos, las
declaraciones eran hechas a medios de comunicación de Estados Unidos y
explicaban el fiasco en la gestión de un instituto de cine y de un país.

Acaba de morir Alfredo Guevara, quien tuvo poder suficiente para decidir
qué se filmaba en Cuba, figura controversial toda su vida. Seguidamente
a la firma de la ley 169 de creación del Instituto Cubano de Arte e
Industria Cinematográficos (ICAIC), del 20 de marzo de 1959, Guevara
pasó a controlar prácticamente toda la importación, exportación, la
exhibición y la producción cinematográficas en el país.

La cercanía con Fidel y Raúl Castro desde los años 50, de quienes había
sido mentor al aconsejarles la lectura de Marx y Lenin y llevarlos por
el camino del marxismo, fue decisiva para su nombramiento al frente del
Instituto. Pero en 1961, viendo que un grupo de muchachos, apoyados por
el magacín Lunes de Revolución, habían realizado un cortometraje sobre
la noche habanera, confisca la película y se arma uno de los más sonados
episodios de censura en el país.

Durante medio siglo, muchos pormenores de la prohibición del
cortometraje PM permanecían en una nebulosa, hasta la reciente
publicación del libro El caso PM. Cine, poder y censura (Madrid,
Colibrí, 2012) que desgrana paso a paso lo que fue sucediendo alrededor
de ese filme de la discordia. Con la censura de PM, que dirigieron
Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, Guevara destruía cualquier
posibilidad de cine independiente.

Como autoridad central del nuevo organismo, cerró las puertas del
Instituto a viejas figuras del cine prerrevolucionario, impidiendo que
muchos profesionales pudieran seguir trabajando en el sector. Fue muy
conocido su enfrentamiento con Ricardo Vigón, cofundador del Cine Club
de La Habana (1948) y de la primera Cinemateca de Cuba (1951), de quien
dijo no tenía los conocimientos suficientes para trabajar en la
industria cinematográfica. A unos que ya colaboraban en el ICAIC, los
expulsó; mientras que otros como Guillermo Cabrera Infante se marchaban
por enfrentamientos con Guevara.

En un memorando que le escribió, Tomás Gutiérrez Alea (Titón) le
criticaba a Guevara: "No puede haber variedad en nuestras obras si todas
se deben ajustar al gusto de una sola persona". El presidente del ICAIC
llegó prácticamente a condenar el free cinema y la insolencia de todo
aquel que lo cuestionara. Los enfrentamientos con Titón fueron célebres,
y de ello da cuenta el libro Volver sobre mis pasos (La Habana, Unión,
2008), preparado por su viuda Mirta Ibarra y que contiene la
correspondencia del cineasta.

Durante los momentos más crudos de represión a los homosexuales en las
décadas de los 60 y 70, Guevara mantuvo una postura un tanto paradójica:
protegió a todos los que estaban bajo su feudo, pero no se atrevió a
criticar, ni en público ni en privado, las políticas homófobas y
criminales de los dirigentes de la revolución cubana. Sin embargo, apoyó
la censura más férrea que sufrió el escritor Virgilio Piñera y envió las
cámaras del ICAIC a filmar la autoinculpación del poeta Heberto Padilla,
después de su encarcelamiento.

Para que se tenga una noción de hasta donde llegó su cinismo, cito este
párrafo en que Guevara habla del dramaturgo censurado: "si nos surgiera
ahora un Virgilio Piñera que no tuviera esa historia, que no hubiera
participado en Lunes, que no se dedicara a tratar de reclutar a los
jóvenes intelectuales envenenándolos en sus relaciones y sus posiciones,
o proponiéndoles planteamiento de determinadas posiciones ideológicas, y
si no existiera ese pasado, y fuera un nuevo Virgilio Piñera el que
naciera ahora, diría que eso sería harina de otro costal".

Alfredo Guevara, en tanto presidente del ICAIC, dio el visto bueno para
que se realizaran cuatro documentales de la ignominia durante el éxodo
de Mariel (1980), todos bajo la batuta de Santiago Álvarez y Fidel
Castro (y menciono ambos nombres porque ya para entonces el último
pensaba por el primero), documentales de corte neoestalinista o
neofascista si se quiere, que son una auténtica burla contra el pueblo
cubano, y la inteligencia humana también.

Su primer mandato en el ICAIC no estuvo exento de polémica: además de la
que hubo alrededor de PM (1961), le siguió la que sostuvo con el
dirigente Blas Roca desde el periódico comunista Hoy (1963) a propósito
de lo que se consideró como una exhibición de películas decadentes —La
dolce vita, entre ellas— que Guevara defendía; y la última a raíz de la
producción del filme Cecilia, que dirigió Humberto Solás en 1982 y que
fue tan costosa, que le costó su reverendísimo puesto al presidente del
ICAIC.

En su primera caída, Alfredo Guevara fue designado como Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario ante la UNESCO, y hasta allí fue con
su séquito, no se sabe si para beneficiarle o joderle la vida a quién.
Siguiendo las instrucciones de su Comandante en Jefe, Guevara permaneció
en París hasta 1991, cuando le encomiendan volver al ICAIC y arreglar el
desaguisado del filme Alicia en el pueblo de Maravillas, que provocó la
destitución de Julio García Espinosa al frente del Instituto (y que por
poco causa su cierre o su fusión con las fuerzas armadas o el instituto
de televisión).

En una de sus más simpáticas entrevistas, a Castro le dio por hablar de
cine. Dijo que le fascinaban las películas de Chaplin y de Cantinflas, y
se paró ahí. Esas eran las películas favoritas del Comandante en Jefe,
las que no hacían pensar mucho. No mencionó ninguna película cubana,
para dolor del presidente del ICAIC.

El 24 de febrero de 1998, Castro hacía públicas sus desavenencias con el
presidente del instituto de cine, antes de hablar horrores de la
película Guantanamera, que para colmo no había visto: "No padezco del
masoquismo de ver algunas de las cosas que con recursos de la Revolución
y del pueblo se han creado y que no son un estímulo a la lucha, a la
resistencia y al reconocimiento del mérito de tantos héroes anónimos
como tiene este país".

Alfredo Guevara tuvo que aguantar con estoicismo la humillación que
Castro le había infligido en una de las sesiones de la Asamblea
Nacional, en un discurso que fue transmitido en vivo y en directo para
todo el país. Desde entonces, su salida del ICAIC había sido prevista,
pero no estaba dispuesto a que aquello fuera interpretado como una
destitución. En lo que parece ser su última súplica al dictador, Guevara
le había pedido el puesto de presidente del Festival Internacional del
Nuevo Cine Latinoamericano, que empezó a ocupar desde 1999.

Refugiado en esa comodidad, el viejo apparátchik empezó a recopilar y a
publicar unos voluminosos libros de títulos impronunciables y cursis.
Cuando se le creía sin poder, hace dos años, destituyó a todo el
personal de la Oficina del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, que
lo acompañó en la organización del evento durante casi dos décadas.

Dio órdenes de no proyectar tal película o de no aceptar tal otra a
competencia. Por problemas de comunicación, se despertó el sempiterno
fantasma de la censura. Con mayor o menor razón, los realizadores
afectados fueron ganando quorum hasta que el viejo apparátchik hizo su
aparición en escena: "A mí hay que sacarme de aquí a cañonazos", dijo.
Pero este 19 de abril, su corazón dejó de funcionar.

Reacciones

Germán Puig, cofundador del Cine-Club de La Habana y de la primera
Cinemateca de Cuba, dijo sobre Guevara: "Vivió creyendo que el fin
justificaba los medios. Todo lo que se apartara de eso, le estorbaba. Al
igual que Fidel Castro, creía que lo que hacía estaba bien hecho, aunque
se equivocara. Se ha roto un cordón umbilical, porque Alfredo Guevara
decía que yo era enemigo suyo. Él veía en mí a su alter-ego. Creía que
tenía la misión de crear una industria cinematográfica, y la realidad
prueba que en eso tenía razón".

Fausto Canel, quien trabajó en el ICAIC hasta exiliarse en 1969,
recuerda: "Fue un dirigente brillante que quiso hacer la cuadratura del
círculo: quiso promover un cine de calidad y hasta crítico en un
contexto marxista-leninista en el que creía. Pudo hacer lo que hizo en
momentos en que el régimen cubano estaba en formación, pero en cuanto se
convirtió en un régimen leninista, él tuvo que entrar por el aro.
Cometió errores inmensos por razones de temperamento, metió la pata con
la censura de PM. Ese fue un grave error que le cayó en sus espaldas y
que Fidel Castro nunca le perdonó".

"Se cuenta que Alfredo Guevara le ganó la presidencia de la FEU a Fidel
Castro y entonces este se preguntó cómo era posible que ese hombre con
frenillo y que no sabía hablar en público, podía ganarle. Y le ganó
porque tenía el apoyo de la juventud comunista, que entonces tenía un
entramado muy sólido. A partir de entonces, Fidel Castro se acercó a
Guevara y le pidió que por favor le diera una mano co2n la educación de
Raúl Castro, y es cuando consigue que inviten a Raúl a un congreso de
las juventudes, organizado por la Internacional Comunista en Praga. Así
fue cómo Alfredo se llevó a Raúl y lo empezó a meter en el mundo
comunista. Luego fueron invitados a Moscú, regresaron en barco y se
hicieron muy amigos".

"Por esa época, Fidel Castro era un lector voraz de Benito Mussolini y
de Primo de Rivera. El consejo de Alfredo fue: 'léete a Marx y a Lenin
que son los que tienen las cosas claras'..."

"Le parecía completamente estúpido perseguir a los homosexuales y sobre
todo mandarlos para campos de concentración. Él era más inteligente que
los imbéciles. Le gustaba estar rodeado por hombres bonitos. Él nunca se
hubiera tirado contra el poder e hizo lo que pudo".

Orlando Jiménez Leal, co-director de PM y del documental Conducta
impropia, dice: "Alfredo Guevara quería ser poeta. Un día en una larga
caminata en Madrid, mi amigo Roberto Fandiño me dijo: 'Yo he sido el
confesor de Alfredo Guevara'. Le pregunté que si era Père Lachaise y me
dijo aun más, que él era el corrector de sus poemas".

"Cuando llegamos a su casa, para probarme lo que decía, Fandiño sacó
unos extraños manuscritos. Eran los poemas de Alfredo. Yo leí aquello
con extrañeza y con pasión. Recuerdo que eran unos hermosos ripios, una
mezcla de Luis Cernuda y Miguel Hernández en proporciones que no
recuerdo. Había una extraña reiteración de las caracolas y el mar. ¿Qué
extraño poder tenía este hombre? ¿Cómo pudo ganar tantas batallas
prácticamente en solitario? ¿Qué intrigas palaciegas controlaba?"

"Lo cierto es que tenía un extraño ascendente sobre Fidel Castro que
nadie hasta ahora podía entender. Fue un apparátchik aplicado, rebelde y
sinuoso. Paseaba su saco sobre sus hombros como una especie de desafío a
ese mundo machista que lo rodeaba. Tuvo la virtud de crear una industria
de cine en Cuba. En realidad creó el aparato de propaganda más poderoso
que tenía la revolución. Con él infectó con boberías ideológicas a medio
mundo. Que descanse en paz".

http://www.diariodecuba.com/cultura/1366445408_2867.html

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