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Monday, April 22, 2013

El perdón no excluye a la justicia

El perdón no excluye a la justicia
Lunes, Abril 22, 2013 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTÁNAMO, Cuba, abril, www.cubanet.org -En Cuba hay personas que
piensan que el régimen es eterno. Por eso continúan abusando del pueblo.
Otras estiman que en los primeros meses de un gobierno democrático deben
replicarse los paredones de fusilamiento que implantó Fidel Castro una
vez en el poder. Por difícil de aceptar que sea para algunos, la única
opción posible es la del perdón, si realmente queremos que nuestro país
se adentre en una senda de democracia y progreso, entierre para siempre
la desigualdad política y, con ella, la nefasta incubación de las
revoluciones.

El perdón no excluye a la justicia. Abrirnos al perdón no significa
coyunda con la impunidad. De ahí que resulte imprescindible registrar el
nombre de las víctimas y las acciones que sufren, pero también los datos
de los verdugos y sus cómplices.

Llevar un control exacto de las detenciones arbitrarias, las violaciones
de la legalidad, las golpizas, los juicios ilegales, las sanciones
extremadamente severas que ocultan un propósito político, las muertes
ocurridas en extrañas circunstancias, la expropiación ilegal de bienes,
los abusos de autoridad, la acepción de personas, en fin, de todo lo que
en el futuro deba ser examinado para determinar legalmente hasta dónde
llega cada responsabilidad. Restablecer la memoria histórica es también
una tarea de primer orden para la disidencia cubana.

Cuba ha sufrido mucho en los últimos sesenta y un años. Primero, fueron
las muertes de los valerosos jóvenes que se levantaron en armas contra
Batista, con la esperanza de que el derrocamiento del tirano trajera de
vuelta el orden democrático que su generación prometió al pueblo cubano
en varios documentos históricos. Junto a esas muertes, están las de
numerosos inocentes que un día fueron a un cine, un restaurante o
cualquier otro lugar público y, a su lado, explotó una bomba colocada
por el Movimiento 26 de Julio.

El gobierno nunca ha informado cuántos fueron los cubanos que perdieron
sus vidas así, ni cuántos policías o guardias fueron asesinados a
traición para ser privados del arma, pues a las montañas no se podía
llegar con las manos vacías. Nada se ha dicho sobre cuántas familias
cubanas quedaron sin padres, hermanos o hijos por estos hechos
realizados por los revolucionarios, los mismos que ahora atacan al
terrorismo y dicen que no hay uno bueno y otro malo. También deberá
investigarse rigurosamente cuántos jóvenes cubanos murieron en esa lucha
desde el bando revolucionario, pues ya se conoce cuál es el origen de la
famosa frase de veinte mil muertos.

Una vez en el poder, los revolucionarios desataron una verdadera pasión
por la sangre. En enero de 1959, en uno de los balcones del entonces
Ayuntamiento de Guantánamo, se mostraba a varios guardias y policías
del ejército de Batista, y la turba allí reunida pedía paredón, pues a
todos les achacaba crímenes. A un joven rebelde se le ocurrió pelarse,
afeitarse y vestirse con un uniforme del ejército. Así lo sacaron al
balcón, y la turba también pidió su fusilamiento. Ahí mismo terminó la
farsa, pero instantes después, ante un intento de fuga de uno de los
detenidos que estaba sobre un camión, una ráfaga de ametralladora segó
la vida de varios de esos guardias y hasta la del chofer, lo cual consta
en una de las Ediciones de la Libertad de la Revista Bohemia.

La traición del nuevo gobierno a los postulados democráticos sobre los
cuales se concibió la lucha contra Batista, originó la división del
movimiento revolucionario. Quienes se negaban a aceptar el rumbo
totalitarista del nuevo gobierno fueron nuevamente a las montañas, y
otra vez fue regada en ellas sangre cubana de ambos bandos, también
sangre inocente. La exportación de la revolución y el terrorismo a
múltiples lugares del planeta comenzó desde 1959. Se desconoce también
el número exacto de esas víctimas, a las que debemos sumar las de Angola
y Etiopía, las de las cárceles, los que han muerto frente a los
paredones de fusilamiento y en el estrecho de la Florida.

La estela de sangre de la revolución cubana es impresionante, pero la
vida humana es lo extraordinariamente valiosa como para que la
disidencia no opte por la violencia. Para ese futuro democrático que
algún día llegará hay que prepararse desde ahora. Entonces no habrá que
fusilar a nadie.

Solamente tendrán que publicarse los nombres de los verdugos y
cómplices, buscarlos, detenerlos y enjuiciarlos. No habrá que demoler ni
una sola prisión, ni un calabozo, ni una estación de policía, para ver
si cuando esos verdugos y sus cómplices sean sus huéspedes se atreven a
reclamar mejores condiciones.

Habrá entonces muchos ciegos que nunca quisieron ver y que de pronto
adquirirán una visión aguda, sordos que nunca escucharon y escucharán
hasta el vuelo de una mosca. Nadie podrá culpar al nuevo gobierno de
violación de los derechos humanos, porque todo se habrá hecho con el
molde de los odres viejos. Imagino el clamor hipócrita de la izquierda
adocenada. Pero antes hay que registrarlo todo.

http://www.cubanet.org/articulos/el-perdon-no-excluye-a-la-justicia/

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