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Wednesday, April 03, 2013

Cubanos y punto

Publicado el martes, 04.02.13

Cubanos y punto
Yoani Sánchez

Hace unos años, cuando salí por primera vez de Cuba, estaba yo en un
tren que partía desde la ciudad de Berlín hacia el Norte. Un Berlín ya
reunificado, pero que todavía conservaba fragmentos de esa fea cicatriz
que fue aquel muro que dividió a una nación. En el compartimento de
aquel tren y mientras recordaba a mi padre y mi abuelo ferroviarios, que
hubieran dado cualquier cosa por viajar en esa maravilla de vagones y
locomotora, entablé una conversación con un joven que iba sentado justo
frente a mí. Después del primer intercambio de saludos, de maltratar el
idioma alemán con un " Guten Tag" y aclarar que " Ich spreche ein
bisschen Deutsch", el hombre me preguntó inmediatamente de dónde yo
venía. Así que le respondí con un " Ich komme aus Kuba". Como siempre
ocurre después de la frase de que uno viene de la mayor de las Antillas,
el interlocutor trató de demostrar lo mucho que sabía sobre nuestro
país. Normalmente, durante ese viaje me encontraba con gente que me
decía "ah… Cuba, sí, Varadero, ron, música salsa". También hallé hasta
un par de casos que la única referencia que parecían tener sobre nuestra
nación era el disco "Buena Vista Social Club", que justamente por esos
años estaba arrasando en popularidad en las listas de temas más
escuchados. Pero aquel joven en un tren de Berlín me sorprendió. A
diferencia de otros no me respondió con un estereotipo turístico o
melódico, llegó más allá. Su pregunta fue: "¿Eres de Cuba? ¿De la Cuba
de Fidel o de la Cuba de Miami?

Mi rostro se puso rojo, se me olvidó todo la poca lengua germana que
sabía y le respondí en mi mejor español de Centro Habana: "Chico, yo soy
cubana de José Martí". Ahí terminó nuestra breve conversación. No
obstante, el resto de viaje y el resto de mi vida, he tenido muy
presente aquella charla. Me he preguntado muchas veces qué ha llevado a
aquel berlinés y a tantas otras personas en el mundo a ver a los cubanos
de dentro y de fuera de la Isla como dos mundos separados, dos mundos
irreconciliables. La respuesta a esa pregunta recorre también parte del
trabajo en mi blog Generación Y. ¿Cómo fue que dividieron nuestra
nación? ¿Cómo fue que un gobierno, un partido, un hombre en el poder, se
atribuyeron el derecho de decidir quién debía llevar nuestra
nacionalidad y quién no? La respuesta a esas preguntas la saben ustedes
mucho mejor que yo. Ustedes, que han vivido el dolor del exilio, que
partieron la mayoría de las veces sólo con lo que llevaban puesto.
Ustedes, que dijeron adiós a familiares, a muchos de los cuales nunca
más volvieron a ver. Ustedes que han tratado de preservar a Cuba, la
única, la indivisible, la completa, en vuestras mentes y vuestros corazones.

Pero yo sigo preguntándome ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que el gentilicio de
cubano pasó a ser algo que sólo se otorgaba por considerandos
ideológicos? Créanme que cuando uno ha nacido y crecido con una sola
versión de la historia, una versión mutilada y conveniente de la
historia, no puede responderse esa pregunta. Por suerte, del
adoctrinamiento siempre es posible despertar. Basta que cada día una
pregunta, cómo ácido corrosivo, se nos adentre en la cabeza. Basta que
no nos conformemos con lo que nos dijeron. El adoctrinamiento es
incompatible con la duda, el lavado de cerebro termina justo cuando ese
mismo cerebro empieza a cuestionarse las frases que le han dicho. El
proceso de despertar es lento, comienza como un extrañamiento, como si
de pronto le vieras las costuras a la realidad. Así fue como se inició
todo en mi caso. Fui una pionerita adocenada, todos ustedes lo saben.
Repetí cada día en los matutinos de la escuela primaria aquella consigna
de "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che". Corrí infinidad de
veces con la máscara antigás bajo el brazo hacia un refugio, mientras
mis maestros me aseguraban que pronto seríamos atacados desde algún
lugar. Lo creí. Un niño siempre cree lo que le dicen los mayores. Pero
había algunas cosas que no encajaban. Todo proceso de búsqueda de la
verdad tiene su detonante. Justo un momento en que una pieza no encaja,
en que algo no tiene lógica. Y esa ausencia de lógica estaba fuera de la
escuela, estaba en mi barrio y en mi casa. Yo no entendía bien el por
qué si aquellos que se habían ido en el Mariel eran "enemigos de la
Patria", por qué mis amigas estaban tan felices cuando alguno de
aquellos parientes exiliados les enviaba algo de comida o de ropa. ¿Por
qué esos vecinos que habían sido despedidos con un acto de repudio en el
solar de Cayo Hueso donde yo había nacido, eran los que mantenían a la
madre anciana que había quedado atrás, quien regalaba parte de aquellos
paquetes a los mismos que habían lanzado huevos e insultos a sus hijos?
Yo no entendía. Y de esa incomprensión, dolorosa como todo parto, nació
la persona que soy ahora.

Por eso, cuando aquel berlinés que nunca había estado en Cuba intentó
dividir mi nación, salté como un gato y lo encaré. Por eso, estoy aquí
ante ustedes hoy, tratando de ayudar a que nadie, nunca más, pueda
dividirnos entre un tipo de cubano u otro. Los vamos a necesitar para la
Cuba futura y los necesitamos en la Cuba presente. Sin ustedes nuestro
país estaría incompleto, como alguien a quien se le ha amputado sus
extremidades. No podemos permitir que nos sigan dividiendo. Como mismo
estamos luchando para que habitar un país donde se permitan los derechos
a la expresión, la asociación y tantos otros que nos han arrebatados;
tenemos que hacer todo –lo posible y lo imposible– porque ustedes
recuperen esos derechos que también les han sido quitados. Es que no hay
un ustedes y un nosotros… solo hay un "nosotros". No permitamos que nos
sigan separando.

Aquí estoy porque no me creía la historia que me contaron. Como muchos
otros tantos cubanos que crecieron bajo una sola "verdad" oficial, hemos
despertado. Tenemos que reconstruir nuestra nación. Nosotros solos no
podemos. Los aquí presentes –y bien que lo saben– han ayudado a muchas
familias de la Isla a poner un plato de comida sobre la mesa de sus
hijos. Se han abierto camino en sociedades donde tuvieron que empezar
desde cero. Han llevado y cuidado a Cuba. Ayúdennos a unificarla, a
derrumbar ese muro que, a diferencia del de Berlín, no es de concreto ni
ladrillos, sino de mentiras, silencios, malas intenciones.

En esa Cuba con la que muchos soñamos no hará falta aclarar qué tipo de
cubano uno es. Seremos cubanos a secas, cubanos y punto, cubanos.

Texto leído en acto realizado en la Torre de la Libertad, Miami,
Florida, el 1° de abril de 2013.

http://www.elnuevoherald.com/2013/04/02/v-fullstory/1445157/yoani-sanchez-cubanos-y-punto.html

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