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Thursday, November 22, 2012

Pólvora viva

Pólvora viva
Jueves, Noviembre 22, 2012 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Los comentarios y anécdotas
de boca a oreja (única fuente medianamente creíble para nosotros) dan
cuenta de un alarmante ascenso en los niveles de violencia doméstica en
La Habana. Hombres que les pegan sin contemplación a sus mujeres, que se
enredan entre ellos a trompadas o a machetazos por cualquier sencillez,
o que matan por robar menudas bagatelas… Seres humanos que han adoptado
la crispación y la falta de escrúpulos como estados naturales, debido a
que el fracaso y la desesperanza y la impotencia los están reventando.

No hablamos, claro, sobre La Habana de los recorridos turísticos, sino
de la auténtica -que es muchísimo mayor y más representativa-, la de los
perdedores crónicos, responsables de que Cuba alcanzara el primer lugar
en los índices de suicidios de todo el hemisferio, según la Organización
Panamericana de la Salud.

Estamos hablando de miles, cientos de miles de cuarterías donde habitan
hasta más de diez personas en una sola habitación, de barrios insalubres
y sin agua corriente, de penurias múltiples, de suciedades, de inopia,
de gente amargada que cuando no consigue huir de su entorno por los más
inimaginables conductos, busca escapes mediante el alcohol, la droga y
otros vicios.

Hablamos de desempleo masivo, o de empleos cuyos salarios no alcanzan ni
para el desayuno, pues su fin no es que la gente trabaje y pueda vivir
decentemente del esfuerzo propio, sino que esté condenada a ser
dependiente de la tutoría estatal, y que aparezca en nómina para
justificar los gráficos de la propaganda.

En muy apretada síntesis, este es el trasfondo de la violencia doméstica
en La Habana, encuadrada dentro de un paisaje que no se diferencia mucho
al de otras ciudades de países subdesarrollados. Sólo que aquellas otras
no suelen ser publicitadas como referencias modélicas ni como faros de
los nuevos tiempos.

No hay novedad entonces con respecto al tema, como no sean las tres
interrogantes que con mayor insistencia se repite por estos días nuestra
gente, justo en sus comentarios de a boca a oreja: ¿Desconocen las
autoridades policiales del régimen este cuadro de horror que hoy
presenta la violencia doméstica en La Habana? Ya que no mueven ni un
dedo para enfrentarla o, aún mejor, para prevenirla, ¿será porque no les
interesa o porque no les preocupa? ¿Acaso no teme el régimen que esa
violencia continúe propagándose hasta convertirse en una amenaza directa
para la estabilidad de su poder?

Por momentos, da la impresión de que en verdad no la evalúan como una
amenaza (al menos inmediata) para sus planes. Y eso que ellos han
demostrado conocer mejor que nadie el efecto de la violencia, los
resortes que la impulsan y también sus consecuencias, no siempre
previsibles. Esto casi obliga a rechazar la idea de que no estén
evaluando el fenómeno como lo que es: un desafío también para ellos,
doblemente peligroso, por lo que representa en sí mismo y por el
tremendo riesgo que asumirían al no considerarlo peligroso.

Cierto es que se han acostumbrado a que la gente de a pie acepte sus
desgracias sin protestar, y que por algún inexplicable resorte
psicológico, seamos capaces de matarnos entre nosotros, sin miedo y sin
el menor reparo, al tiempo que se nos aflojan las piernas con solo ver
aproximarse al patrullero de la policía.

Desde esa óptica, podría entenderse el motivo por el cual dentro del
propio pueblo abundan hoy los que creen que el régimen no se siente
amenazado por el alza de nuestra violencia doméstica. La achacan –dicen-
a expresiones comunes del carácter y las costumbres de los sectores
marginales. Además, como el fenómeno tiene lugar, hasta ahora, en la
periferia, al nivel de las zonas más pobres y abandonadas (se ve poco en
Miramar o en el alto Vedado, que es donde viven y pernoctan los
poderosos), entonces no es asunto suyo, no les afecta y no tiene por qué
importarles. Es lo que suele comentarse por acá, de boca a oreja.

Lo de menos sería la tremenda carga de indolencia, soberbia y miopía
histórica que esa actitud denota. A fin de cuenta, es la actitud que
siempre los caracterizó. Así que el argumento tiene su lógica. Pero no
es el único que se maneja.

Hay otro (portador de otro peligro adicional), según el cual la presunta
dejadez oficial no es sino una prueba de la confianza que la revolución
tiene en el pueblo, así dicen. De modo que si están caldeados los
ánimos, debido a problemas ajenos a la voluntad política del régimen, y
éste no interviene a fondo en el asunto, ello no significa
necesariamente que no le importe, ni que ignore sus detalles, sino que
no le queda otro remedio que hacer la vista gorda, "de momento", hasta
que pueda resolver los problemas que tanto crispan a los menesterosos y
que al parecer están en la base de sus reacciones violentas. Eso dicen.

Dos preguntas más se caerían entonces de la mata: ¿Y cómo, cuándo, de
qué manera espera el régimen resolver problemas para los que no ha
encontrado solución durante decenios y menos aún parece estar cerca de
hallarlas en este momento? ¿Cuánto tiempo estarán dispuestos a seguir
esperando los menesterosos, y hasta más que ellos mismos, la violencia
visceral que los revienta?

Según nuestros perfeccionadores del socialismo, el enfrentamiento entre
ricos y pobres, así como la irreconciliable actitud de rebelión de estos
últimos frente al poder político, es algo consustancial a otras
latitudes (sociedades bajo la crisis del capitalismo, les llaman ahora),
pero no de aquí, donde todos somos como una gran familia de pobres, de
modo que las diferencias resultan más de forma que de fondo. Eso dicen,
aunque está por ver cuántos entre ellos se lo creen en serio.

Según datos del último Anuario Estadístico de Salud, entre 2009 y 2010
hubo en Cuba un total de 1 169 muertos por agresiones. Pero ya se sabe
que las estadísticas oficiales suelen falsear la realidad, según la
conveniencia del régimen. Los muertos debieron ser muchos más. Aunque no
sólo los muertos cuentan a la hora de refrendar el incremento de la
violencia doméstica entre nosotros.

Faltaría por sumar las cifras de lesionados más y menos graves. Y por
cierto, no sólo las provocadas por agresiones de carácter común. También
habría que añadir las que inflige la policía a ciudadanos indefensos,
sobre todo por motivos políticos. Eso por no contar el interminable
rosario de actos violentos, con sádicas torturas incluidas, que a diario
sufren los reclusos en las muchas cárceles de la Isla. ¿Y en qué
estadística podríamos hallar los efectos de esa barbarie?

Mientras, se observa un flagrante desdén, por parte del régimen, ante el
imperativo de encarar el problema. ¿Sería de esperar entonces que en un
plazo no tan lejano como ellos calculan, la violencia se riegue como
pólvora viva hasta alcanzar sus lujosas residencias, sus repartos
exclusivos, sus palacios y bunkers?

¿Descarta totalmente el régimen tal posibilidad, o sencillamente se está
preparando en silencio, como tantas otras veces, haciéndose el que ni
siquiera la concibe?

http://www.cubanet.org/articulos/polvora-viva/

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