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Sunday, November 04, 2012

Para ser libres, serenidad y determinación

Para ser libres, serenidad y determinación
[04-11-2012]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Muchos que entienden la gravedad de lo que
sucede, se preguntan día a día, que se debe hacer para salir de esta
situación que solo ofrece un futuro peor. Tal vez sin darse cuenta,
pretenden una fórmula mágica, una receta lineal, un plan de acción
básico, que permita revertir este presente.

No se superan décadas de populismo y demagogia, de democracia mal
entendida y de ausencia de república, con un chasquido de dedos. No se
consigue recuperar la dignidad y la libertad en un abrir y cerrar de
ojos, solo por desearlo con algo de fervor.

Quienes suelen ser citados como referentes de nuestra historia, esos que
nos enorgullecen por aquellas luchas por la libertad, se jugaban todo.
No solo arriesgaban su patrimonio, dejando de lado sus placeres
cotidianos, sino también sus proyectos personales y carreras
profesionales, apostando por lo que creían, inclusive hasta sus propias
vidas.

Cuando aparecen los ansiosos de siempre, esos que creen que se trata
solo de dar vuelta la página y votar en la próxima elección a "los
otros", o de quejarse un rato, es inevitable que vengan a la mente los
nombres de las figuras que honraron la libertad, esas que sabían que se
trataba de un proceso que llevaba tiempo, décadas, con avances y
retrocesos, y que cabía la posibilidad de solo soñar con ese futuro, sin
siquiera poder disfrutarlo.

Han sido años de destrucción institucional, deterioro moral y pérdida de
valores. Algunos se acostumbraron a la sencillez que nos propone la
tecnología de hoy y suponen que los problemas se arreglan apretando el
botón del control remoto, como si se tratara solo de cambiar de canal.

La lucha por la libertad es compleja. En estos tiempos, mucho más aún.
Pero se justifica esa lucha en si misma por el camino recorrido y la
dignidad que ella implica, y no necesariamente por el resultado que se
espera.

Quienes vienen ganando esta batalla, los que han conseguido, hasta
ahora, imponer su relato, los que doblegan al resto, utilizando la
lógica matemática aplastando a las minorías, sin respetarlas, triunfan
porque trabajan en esa dirección, aprovechando al máximo las debilidades
evidentes y además porque, claramente, no tienen escrúpulo alguno para
lograrlo.

Los que no creen en el planteo moral de esos perversos depredadores de
la sociedad, que pretenden esclavizar a casi todos para sacarle provecho
cotidiano y entronizarse en el poder, deben ser sustancialmente diferentes.

Pero justamente porque dicen creer en la cultura del trabajo, del
esfuerzo, del mérito que solo obtienen aquellos que se esmeran, es que
no se entiende la contradicción de pretender soluciones rápidas y fáciles.

Algunos prefieren soñar casi infantilmente, con que solo es preciso
reunir voluntades para terminar con décadas de despotismo y entonces el
régimen caerá a sus pies. La ingenuidad de suponer que esto es simple, y
que alcanza con tener ganas de que ello ocurra, explica en buena medida
porque siguen ganando los mismos, y de un modo tan aplastante.

Los pilares centrales sobre los que se asienta el poder real del
colectivismo contemporáneo, son muy robustos. Demasiada gente sigue
afirmando que las minorías deben someterse a la voluntad de mayorías.
Son todavía muchos los que entienden que una sociedad justa se logra
quitándoles a unos para darles a otros. El resentimiento, la envidia, la
revancha y el rencor siguen siendo moneda corriente y sentimientos
absolutamente cotidianos, como para dar por superada la discusión cultural.

Si se pretende seriamente recuperar la libertad, o al menos intentarlo,
si esto es producto de una meditada decisión, pues habrá que repasar con
absoluta honestidad intelectual, que es lo que se está dispuesto a hacer
más allá de lo que se recita a diario.

Si se está preparado para abandonar el confort que ofrece la crítica
inconducente, y dar entonces la pelea prolongada, con la serenidad
necesaria, con la imprescindible perseverancia y con el coraje que es un
requisito ineludible, recién ahí se podrá tomar en serio esta posibilidad.

Si no se está listo para este desafío, pues será tiempo de sincerarse,
porque esto parece explicar buena parte del resultado actual. No se ha
llegado hasta aquí por casualidad, sino por la indolencia de muchos
ciudadanos.

Los que avanzan, lo hacen dando pasos firmes, porque saben que del otro
lado, muchos recitan y dicen estar prestos para dar la batalla, sin
estarlo. Muchos de los que reclaman libertad no quieren aportar nada, ni
tiempo, ni dinero, mucho menos exponerse públicamente para hacerlo. Se
llenan la boca, pero se quedan a mitad de camino. Esgrimen abundantes
excusas que explican porque no harán casi nada. Temor, miedo, falta de
determinación y sobre todo escasas convicciones hablan por sí mismas.

Mientras tanto, el régimen seguirá haciendo de las suyas, y buscará dar
el paso siguiente, amparado en la abulia, la cobardía, el doble discurso
y el desánimo, que generan las condiciones óptimas para el siguiente
zarpazo.

Tal vez Juan Bautista Alberdi tenía razón, cuando decía, " Si queremos
ser libres, seamos dignos antes de serlo. La libertad no brota de un
sablazo, es el parto lento de la civilización. La libertad no es la
conquista de un día ".

Quienes estén realmente listos para dar la batalla, tendrán primero que
comprender que para lograr la libertad se precisa valor, perseverancia,
inteligencia, pero sobre todo, dejar de lado la ansiedad. En fin, para
ser libres, serenidad y determinación.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37569

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