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Tuesday, November 06, 2012

Lo que la policía política no ve

Opinión

Lo que la policía política no ve
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 06-11-2012 - 11:57 am.

Los segurosos que esperaban en una esquina de Lawton fueron adiestrados
para no mirar a su alrededor. No ven el pueblo ni las casas.

Hace un par de meses unos desconocidos en ropa de calle me esperaron
agazapados en una esquina de Lawton, para finalmente secuestrarme en una
patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria cuando salí de mi casa en
la esquina Beales y Fonts.

Los de civil dijeron ser de la Seguridad del Estado (los de la PNR eran
cómplices analfabetos de la estación del barrio). Seguramente lo eran,
pues uno de ellos fue el verdugo de Yoani Sánchez el 6 de noviembre de
2009, un misógino paramilitar. Fue el mismo blancón que en marzo de este
año reapareció, cuando estuve dos días en huelga de hambre y sed por mi
arresto (sin cargos ni actas) durante la visita del Papa Benedicto XVI,
para coaccionarme a ir a un hospital, donde me examinarían
exhaustivamente hasta certificar que ellos no me habían torturado.

Lo importante no es nada de esto, por supuesto. Si vivo en Cuba, ya me
doy por enterrado (por cierto, no autorizo a poner mi nombre a ningún
concurso literario ni biblioteca independiente), aunque aún no me hayan
amenazado de muerte, como se lo prometieron en presencia de su familia a
Oswaldo Payá. Lo importante es una cuestión de angulación, de mirada.

¿Qué hicieron durante todo el santo sábado aquellos tipos en dos Suzuki
y un Geely importados por el Estado? Echaron a rodar rumores para
empezar (lo cual constituye un delito): el más arquetípico fue que se
esperaba una provocación en Lawton de Las Damas de Blanco. Fumaron,
probablemente. Tomaron agua fría de manos del aterrado vecindario. Acaso
compraron un almuercito por cuenta propia. Y se metieron bajo la sombra
del último almendro que aún no han cortado las brigadas anticiclónicas
de asesinos de árboles.

Pero es obvio que nunca miraron. Tenían los párpados cegados por el
odio. Odio contra mí, contra su misión, contra ellos mismos tal vez.
Nadie se haga ilusiones. Un odio a sueldo que un día los va a obligar a
matar o a hacerse matar, incluso delante de las cámaras profesionales y
los reporteros de la BBC y otras cadenas en cadenas, que igual después
nada transmitirán.

Si solo hubieran alzado la mirada, hubieran visto lo que ahora ustedes
ven. La antigua bodega de El Chino Octavio en la esquina de Fonts y
Rafael de Cárdenas. La debacle de un pavimento lunar, los anaqueles tan
mugrientos como las fachadas y la piel de los deshabitantes, los
contenes arrasados por los buldóceres de Servicios Comunales, el atolón
de basura sin recoger durante semanas, la bacteriemias y virosis
incubadas de gratis, la mierda submarxista que se sale por los poros de
la Realpolitik de Raúl Castro. Poesía despótica de primer grado.

Si solo se hubieran atrevido a dar crédito a sus propios ojos, no se
hubieran ido sin la noción de favelas fidelistas en la que sobreviven
los suburbios ex elegantes de La Habana. Lawton, por ejemplo, con sus
escalinatas, ríos, tranvías e industrias, era una joya laberíntica en
las afueras de nuestra capital. Hoy es apenas esto: pasto paupérrimo
para segurosos y policías que se ganan la vida a costa de no mirar.

En realidad, simpatizo sinceramente con esta vocación de avestruz de los
agentes represivos cubanos. Su ceguera no les permitirá lustrar
hipócritamente la imagen de mi país. Ya no estamos en aquel siglo XX
mítico de la izquierda internacional. Silenciada de por muerte la
grandilocuente demagogia de Fidel Castro, nuestro capitalismito de
Estado por fin nos mostrará al mundo tal y como somos el pueblo cubano:
lo peor del pre-capitalismo y lo peor del Estado post-totalitario.

Menos mal, camaradas. Ya iba siendo hora de vivir en la verdad.

http://www.diariodecuba.com/cuba/13856-lo-que-la-policia-politica-no-ve

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