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Friday, May 11, 2012

Carlos Marx anda La Habana

Marxismo

Carlos Marx anda La Habana

Ni uno de los autores del Manifiesto Comunista entiende lo que pasa en Cuba

Miriam Leiva, La Habana | 10/05/2012 11:56 am

Por estos días, cuando en Cuba transcurren las jornadas de "Mayo
Teatral", salí a andar la capital de todos los cubanos, como dice el
engañoso eslogan, aunque suena bien y estimula el ensueño. Caminaba por
la Habana Vieja mirando hacia lo alto de las fachadas, algo inusual en
los avatares cotidianos, cuando solo nos fijamos en el suelo para evitar
los huecos y los charcos de las calles, porque las aceras no existen, o
evitamos el peligro de recibir algún desperdicio tirado desde los
habitáculos sin agua ni servicios sanitarios, e incluso, nos cuidamos de
no perder la vida por el derrumbe de un balcón.

Al llegar a la agradable Plaza de San Francisco de Asís, me asombró el
acompañante de la estatua de Chopin. En el banco se sentaba un anciano
grueso, de espesas cabellera y barba, su traje concordaba con el del
músico en el corte de otra época, pero estaba descuidado. Su aspecto
resultaba bastante deplorable, aunque no parecía hambriento ni enfermo.
Su ceño estaba fruncido. No quise ser imprudente, así que pasé de largo.
Cerca topé con el ágil y sonriente Caballero de París, oriundo nadie
sabe de dónde, que fue el personaje emblemático de La Habana en el Siglo
XX, y que casi feneció cuando la revolución decidió que no podía haber
vagabundos y lo llevó para el Hospital Psiquiátrico Nacional, lo bañó,
cortó barba y cabellos profusos, y le quitó los periódicos y revistas
que completaban su exclusiva imagen. Ante el peligro de fallecer de
tristeza, afortunadamente fue excarcelado de aquella prisión, que nunca
comprendió pues no había cometido ningún delito, ni siquiera el de opinar.

No pude continuar. Regresé junto al personaje contemplativo y de mirada
asombrada y triste. Era real, no parecía una nueva estatua. Pedí permiso
para ocupar el pequeño banco. Respondió que agradecía la compañía,
porque estaba asombrado de que nadie lo agasajara, a pesar de que
recibía voces asiduas desde los más encumbrados eventos y medios en Cuba
sobre su condición de guía e inspirador del Estado Socialista y sus
líderes. Afiné mi mirada y caí en la incredulidad. ¿Era posible que
estuviera hablando con el mismísimo Carlos Marx, en La Habana, cuando
cumplía 194 años de edad ese 5 de mayo? Yo debía estar más loca que el
Caballero de París. Aunque traté de ocultar mi asombro, él se percató y,
con esa sabiduría de los genios, procuró explicarme con paciencia y
muchos argumentos.

Más sorpresa me causó cuando preguntó si yo leía el diario Granma,
órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. Ese día había publicado
una nota en primera página sobre su cumpleaños. Contesté que me
encontraba entre los pocos cubanos que todavía lo hacía diariamente, ya
que me interesaba saber qué deparaba el destino a mí y a todos los demás
cubanos. Inmediatamente confesó que no entendía como era posible que
después de tantos años de haber escrito sus teorías y con tantos
acontecimientos ocurridos después, que él no pudo prever, hubiera
quienes se vanagloriaran de seguir con ortodoxia sus doctrinas en este
país. Peor aún, logró llegar acá y durante días procuró que le
explicaran su relación con el desastroso estado de este archipiélago,
que siempre consideró como uno de los más prósperos y avanzados de
Latinoamérica y el Caribe.

Quizás el problema radique en la sagacidad de Lenin de proclamar la
dictadura del proletariado, en realidad para garantizar el poder
absoluto de un grupo, lo que acomodó perfectamente a Stalin, reflexionó.
Indudablemente los cubanos han sido muy creativos al redactar su
Constitución, que comienza justificando todo el totalitarismo con la
frase: "Guiados por el ideario de José Martí y las ideas
político-sociales de Marx, Engels y Lenin". El no exigió un único
partido, y no se ha probado que el Apóstol cubano lo pretendiera para la
época republicana. Mucho menos se les hubiera ocurrido imponer a todos
los ciudadanos que el socialismo y el sistema político y social
revolucionario establecido en la Constitución fuera irrevocable y Cuba
no volvería jamás al capitalismo. Posiblemente ambos, junto a Engels y
tantos otros, estarían en la cárcel o el extranjero por su vocación
analítica y su propensión a opinar.

En fin, además de deprimido, sentía mucho miedo de no poder regresar al
más allá, donde anda muy tranquilo. En su eterna morada intercambia
criterios con Alejandro Magno sobre Estados Unidos y China; discute con
Napoleón Bonaparte y Bismarck acerca de las teorías de Thomas Friedman,
Ángela Merkel y Dilma Roussef. Simón Bolívar, aún enfadado con él
después de tanto tiempo, ahora renueva su enojo al ver como Hugo Chávez
lo saca de la tumba para esgrimir su espada al frente de un proceso
"bolivariano".

Me conmovió su sufrimiento por los problemas de Cuba, que él no fomentó
ni provocó. Repetía no entender como se involucraba a un fallecido en el
siglo XIX (Carlos Marx, 1818-1883). Bien podían haber tomados sus
teorías como base para analizar las situaciones actuales, no como
recetas infalibles; él era materialista dialéctico, pero no acabó con
Hegel. Traté de calmarlo. Me confió que ha susurrado al oído de las
autoridades para ayudar a iluminarlas y promover cambios. Cuidó no
contrariarlos, de manera que no llamó trabajadores privados a los
campesinos usufructuarios y los cuentapropistas, sugirió como
estimularlos para hacer avanzar la producción, y propuso la apertura a
las pequeñas y medianas empresas, y muchas cosas más. Realmente no
entiende la parálisis actual, cuando se ve claramente el fondo del abismo.

Empieza caer la noche, a Marx esperan sus contertulios para largas
conversaciones, y yo tendré que cazar una guagua o un taxi-almendrón.
Chopin añora su piano y el diálogo ameno del Caballero de París, que
parece ser el único realmente cuerdo y feliz en Cuba.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/carlos-marx-anda-la-habana-276571

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