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Tuesday, May 08, 2012

Caballeros en extinción

Sociedad

Caballeros en extinción
Eliécer Ávila
Las Tunas 08-05-2012 - 3:51 pm.

Un viejo barbero de ejemplo, y la pregunta por las cualidades del hombre
nuevo.

En los últimos tiempos, he tenido la oportunidad de conocer algunos
ejemplares casi extintos de hombres que se formaron en sus profesiones u
oficios antes de 1959 y que aún conservan la manera de trabajar y de
vivir que aprendieron entonces.

Impresiona conversar con estos caballeros; tienen una especie de
elegancia, presencia, una forma de proyectarse que simplemente inspira
respeto.

El barbero de quien quiero hablar tiene 76 años y vive en un edificio
casi en ruinas de Centro Habana. Ha pelado a todo tipo de cubanos desde
el 50 hasta nuestros días. El pequeño espacio que usa como barbería es
un museo que guarda con celo objetos y documentos: máquinas de cortar
cabello, vibradores para masajes faciales, navajas, y Dios sabe cuántas
cosas más...

Desde que toque la puerta de ese señor comencé a sentirme como un
cliente de verdad. La forma en que me trató me hizo creer que mi dinero
tenía valor. Estábamos solos, nadie gritaba ni interrumpía la
explicación que me daba sin tanto apuro acerca de los servicios que
podía ofrecerme. Todo el tiempo me trataba de usted.

Una vez sentado, lo primero que hizo fue asegurarse de que yo escogiera
bien y le transmitiera sin escatimar detalles cómo quería quedar pelado.
Luego comenzó a trabajar con suavidad, era capaz de moldear su cuerpo
para acceder a distintos planos sin tener que molestarme y si le era
impresindible algún cambio de mi posición usaba un "por favor", daba
las gracias.

Quedé tan satisfecho que decidí aprovechar y hacerme una mascarilla y un
masaje facial. Terminado todo el trabajo el profesional se encargó de
que yo quedara bien limpio como para ir a una recepción.

Al preguntarle por el precio me llevé otra gran sorpresa: "Son 20 pesos
cubanos", respondió con un gesto amable y seguro.

Todo el que vive en La Habana sabe que este precio es alucinante para un
pelado y dos servicios complementarios. Le di una modesta propina: ¡la
mas gustosa que he dado!

Miré con discreción a través de una puerta entreabierta y noté una casa
muy humilde. No pude evitar preguntarle: "Señor, perdone usted mi
indiscreción, pero, ¿no cree que cobra poco? ¿Piensa usted retirarse en
algún momento?".

"Joven, retirado ya estoy hace tiempo", me dijo, "pero con lo que me
pagan no se come ni cuatro días. Y lo del precio…. considero que es
justo. Que el dinero no me alcance no significa que yo tenga que
explotar a los demás, a quienes tampoco les alcanza el dinero. Por el
contrario, en vez de todos subir los precios lo que deberíamos hacer es
lo contrario, para ayudarnos mutuamente".

"En mi pueblo, en Camagüey (antes de ésto, claro), cuando la cosa
apretaba y algunas familias no podían comprar suficiente comida, el
tendero le fiaba los productos hasta que la cosa mejorara, o les bajaba
el precio y, en algunos casos, hasta se los regalaba. Eso hoy aquí no se
ve. Por el contrario: se comen unos a otros y yo me muero de tristeza al
verlo. Ojalá, Dios quiera, y a ustedes les toque ver algo mejor. Yo creo
que ya no lo veré".

Las palabras de este anciano me estremecieron. No cabía en mi cabeza
cómo un hombre formado en un sistema que, según algunos, "convierte a
los hombres en fieras sedientas de sangre", podía tener ese tipo de
convicciones y sentimientos.

Pensando acerca de esto, vienen a mi mente también mis abuelos, sus
valores, su cubanía, su honradez sin límites. Y me pregunto entonces si
será lo mejor que sigan inventando al dichoso "hombre nuevo", que parece
alejarse cada vez más de su proyecto original, o por el contrario,
valdría la pena intentar recuperar al hombre viejo, que era bastante
bueno ya y lo estamos perdiendo por completo, a riesgo de quedarnos sin
ninguno.

http://www.diariodecuba.com/cuba/11002-caballeros-en-extincion

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