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Monday, April 09, 2012

Reivindicación del burócrata

Publicado el lunes, 04.09.12

Reivindicación del burócrata
Alejandro Armengol

El burócrata es culpable de gran parte de los males que afectan a la
economía cubana, según Raúl Castro. La burocracia limita que la
"actualización" del supuesto modelo socialista cubano avance con mayor
prontitud. Eso es lo que se desprende de los pocos discursos del
gobernante, pero sobre todo de la prensa oficial de la isla. Pero cabe
preguntarse cuánto beneficia al país, e incluso al propio régimen –más
allá de tener a mano un socorrido chivo expiatorio– esta apelación
constante a un culpable que, en última instancia, ni siquiera existe
como tal.

La famosa lucha contra el burocratismo es un cuento de décadas en Cuba.
Incluso mereció una película en 1966. Un recurso muy conveniente en
manos de Fidel Castro, que siempre estableció una dualidad deforme a la
hora de abordar el asunto: mientras que para alcanzar cualquier cargo
público –incluso el de cuidador del farol de la esquina– se exigían una
serie de requisitos políticos, a la hora de juzgar al funcionario éste
aparecía como un extraño sujeto ajeno al aparato político. La figura de
servidor público, lo que es en realidad un burócrata, no existía en la
isla –y parece que aún no han llegado a la comprensión de este concepto–
y todo se limitaba a mencionar al "compañero" cuando estaba en buenas y
al "burócrata" cuando le tocaba la mala.

Este tratamiento resultaba esencial en Fidel Castro, por su afán de
gobernar desde el caos, pero ahora que Raúl lleva unos cuantos años ya
al mando, poco se ha hecho para revertir el problema, aunque en
principio el ideal del actual mandatario es establecer un sistema
eficiente de control y mando.

El problema para Raúl es que tanto el limitado sector privado como el
amplio sector de economía estatal están en manos de personas que
conspiran contra esa eficiencia por razones de supervivencia. La
fragilidad de un aparente socialismo de mercado radica en que su sector
privado, si bien en parte está regulado por el mercado, en igual o mayor
medida obedece a un control burocrático. Por su parte, este control
burocrático lleva a cabo muchas de sus decisiones a partir de factores
extraeconómicos: políticos e ideológicos principalmente, en el caso de Cuba.

Una solución parcial a este dilema sería aumentar el papel del mercado y
concederle mayor espacio a las actividades legales, de forma legal y
dejando la vía abierta a la competencia y la iniciativa individual. Sólo
que entonces, el éxito en el mercado tendría un valor superior a la
burocracia. Esto es lo que algunos temen en la isla y otros ansían. En
la lucha entre estas dos fuerzas se decide en gran parte el futuro del país.

Sin embargo, uno de los errores del régimen cubano es no admitir de
forma amplia y pública la renuncia al ideal político a la hora de
administrar el país, y devolver al concepto de burocracia la acepción
que le daba Max Weber, al considerar que en los estados modernos existen
dos tipos de funcionarios: los administrativos y los políticos. El
funcionario burocrático debe desempeñar sus tareas de manera imparcial,
mientras que el dirigente político debe tomar partido y mostrarse
apasionado.

Una "rutinización" de la política convierte a las resoluciones de
gobierno, en lo que se refiere a la mayor parte de los asuntos de
administración nacional, en decisiones de rutina administrativa, que se
llevan a cabo de acuerdo a patrones establecidos, los cuales cumple un
funcionario de forma burocrática, y que son fundamentalmente ajenos a
las demandas de la acción política. De esta forma, un político se reduce
a un administrador que gobierna con honradez un país, un estado o una
ciudad, y que se limita a cumplir con eficiencia un horario normal de
trabajo y luego se retira a la tranquilidad del hogar como un ciudadano
cualquiera. En la vida diaria, el protagonismo político pierde grandeza,
se transforma en actividad cotidiana.

Nada más lejos de ese ideal que la actual situación cubana y la forma en
que Raúl Castro dirige su gabinete. El caudillismo mesiánico de Fidel
Castro ha sido sustituido por el compadraje.

Si Hannah Arendt se refería a la banalización del mal, en el sentido de
que quienes enviaron a morir a millones de judíos no fueron entes
diabólicos de existencia única sino simples funcionarios, también
podemos hablar de una banalidad del poder, que se da a menudo en quien
tiene un cargo y lo desempeña de forma autoritaria e inescrupulosa,
sometiendo a quienes le rodean a un pequeño reino del terror.

El caudillismo constituyó uno de los fundamentos ideológicos del régimen
de Fidel Castro y de la actitud "militante y combativa" exigida a sus
ciudadanos. Con Raúl este caudillismo se ha transformado parcialmente en
la mentalidad de patrono inmisericorde, que rige la conducta de los
tantos que desempeñan puestos administrativos en instancias
gubernamentales y empresas. Pero en todos los casos, del control de un
país a la gerencia de una fritería, el poder aún se ejerce de forma
caprichosa y personal. El barniz autoritario, que busca sustituir el
totalitarismo y permite ciertos espacios de mayor libertad económica, no
puede desprenderse de la irracionalidad que impide gobernar de forma
imparcial. No es que en Cuba existan muchos burócratas –como lo dijo
Fidel y lo repite Raúl–, sino que el país carece de ellos. No se trata
de una cuestión retórica ni de un aspecto sociológico. Es una prueba más
de la ignorancia de quienes gobiernan la isla.

http://www.elnuevoherald.com/2012/04/09/v-fullstory/1172126/alejandro-armengol-reivindicacion.html

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