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Thursday, October 27, 2011

Las dos partidas

Las dos partidas
Jueves, Octubre 27, 2011 | Por Orlando Freire Santana

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Si a alguien se le pidiese
establecer puntos de contacto entre las trayectorias vitales de Ernesto
Che Guevara y Guillermo Cabrera Infante, es probable que desista de ese
empeño, pues a primera vista son las desemejanzas las que priman entre
ellos. Por una parte, el médico devenido guerrillero que, a su manera,
abrazó hasta el final de su vida la doctrina marxista-leninista; y por
la otra, el escritor que, fiel a su manera de pensar, se negó a seguir
viviendo bajo ese sistema político.

Incluso no fueron muy satisfactorias las referencias que cada uno
hiciera del otro. Es casi seguro que el Che, en el fondo, despreciara a
Cabrera Infante aun desde el propio año 1959, cuando este último comenzó
a dirigir el semanario Lunes de Revolución. Como se recordará, el
comandante Guevara había insistido en lo que consideraba el pecado
original de los intelectuales cubanos: no habían hecho la revolución.
Por tanto podían hablar desde posiciones revolucionarias, pero nunca en
nombre de ellas.

Cabrera Infante, por su parte, en su texto Mea Cuba, escribió que el
guerrillero odiaba a La Habana, tal vez como consecuencia de que la
conoció tardíamente, más de dos años después de que ingresara en la isla
tras el desembarco del yate Granma. Además, comentó con ironía la visita
del Papa Juan Pablo II a Santa Clara, una ciudad con nombre de santo,
pero que era en realidad un santuario del Che Guevara, el hombre que
fusiló a tantos católicos pobres en la fortaleza de La Cabaña.

Un mayor acercamiento al tema nos muestra que existe, sin embargo, una
primera semejanza entre ambos: los dos fueron declarados hijos adoptivos
de sus respectivas patrias. El Che, argentino de nacimiento, fue
declarado oficialmente ciudadano cubano tras el triunfo de la revolución
castrista. Cabrera Infante, nacido en Gibara, entonces provincia de
Oriente, fue declarado sentimentalmente habanero, ya que La Habana era
su verdadera patria. Así quedó demostrado en dos de sus principales
novelas, Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. En
ellas la capital cubana sería la principal protagonista.

Pero iba a ser una fecha la que, por azar, marcaría una intersección en
el derrotero de estos dos hombres. El 3 de octubre de 1965, en el mismo
acto en que Fidel Castro presentó a los integrantes del primer Comité
Central del Partido Comunista de Cuba, se dio a conocer la carta de
despedida del Che, que partía de la isla hacia otras tierras del mundo.
Ese propio día, en horas de la noche, despegó del aeropuerto de Rancho
Boyeros, con destino a Europa, un avión en el que viajaba Guillermo
Cabrera Infante junto con su familia.

Claro, en verdad, la coincidencia sería solo a medias. Ya sabemos que el
Che, que se hallaba en el Congo ese 3 de octubre, volvió a Cuba, aunque
disfrazado, para ultimar la preparación de su futura guerrilla
boliviana. La partida de Cabrera Infante, en cambio, era definitiva. Nos
cuenta el escritor que a las cuatro horas de vuelo, ya traspasadas las
islas Bermudas y por tanto haberse arribado al punto de no retorno, supo
cuál era su destino: cuidar a sus hijas, dedicarse a la literatura, y no
regresar a su querida patria.

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