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Sunday, October 09, 2011

Inmovilismo

Política

Inmovilismo
Bertrand de la Grange
Madrid 09-10-2011 - 10:20 am.

Los hermanos Castro no ceden en nada sustancial con el fin de conservar
el poder absoluto.

No hay país más previsible que la Cuba de los hermanos Castro, que han
hecho del inmovilismo un dogma para perpetuarse en el poder, pase lo que
pase en el resto del mundo. La Isla ha resistido a todos los vientos de
cambio, primero a los que acabaron con su aliado soviético, hace veinte
años, y ahora a los que están barriendo a los Gobiernos árabes. A pesar
de —sería más exacto decir: gracias a— las medidas para "actualizar" el
socialismo, todo sigue igual desde que Fidel enfermó hace cinco años y
fue sustituido paulatinamente por su hermano menor, Raúl, que ha
cumplido ochenta años en junio pasado.

No le quitaría una coma a este párrafo que escribí hace más de dos años:
"Cuba no tendrá remedio mientras estén los Castro. Los dos hermanos
saben que cualquier cambio de rumbo, cualquier apertura política, les
llevará inevitablemente a perder el poder, como ha ocurrido en los otros
países del 'socialismo real'. Y, para que las cosas no cambien, los
pocos recursos de la isla sirven para mantener un costosísimo aparato de
seguridad, encargado del espionaje político dentro y fuera de Cuba".

Como lo acaban de confirmar los datos publicados por la Comisión Cubana
de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), la represión no
ha disminuido. Al contrario, ha aumentado: hubo "al menos 563
detenciones por motivos políticos durante septiembre […], la cifra más
alta en los últimos 30 años". Según la CCDHRN, la mayoría de los
arrestados fueron liberados rápidamente, pero unos doce opositores están
"a la espera de juicios en prisiones de alta seguridad", donde están
internados otros 80 presos políticos, ya condenados o procesados. Se
puede hablar de un cambio de estrategia en la represión, una
dosificación calculada, pero en ningún caso de una apertura. Incluso, la
liberación progresiva de los 75 disidentes detenidos desde la "primavera
negra" de 2003 —la mayoría tuvieron que exiliarse en España a cambio de
su excarcelación— fue manejada como una operación destinada a romper la
posición común de la Unión Europea sobre Cuba. Y La Habana logró su
objetivo.

Muchos se preguntan por qué los cubanos no se lanzan a la calle como lo
están haciendo los árabes en varios países. Habrá, sin duda, muchas
explicaciones políticas, culturales o históricas. La revolución de 1959
y su posterior fracaso parecen haber vacunado a los cubanos contra los
procesos políticos violentos. Por otro lado, al presentar cualquier
expresión opositora como una traición a la patria, el régimen se ha
otorgado el derecho "legítimo" de recurrir a la represión para acallar a
los disidentes, sistemáticamente calificados de "mercenarios" al
servicio de Estados Unidos. Además, a diferencia de las exdictaduras en
Argentina o en Chile, cuya brutalidad desataron grandes olas de protesta
internacional, los Castro han desarrollado un sistema represivo mucho
más sofisticado y eficaz. Cárceles llenas en lugar de ejecuciones
extrajudiciales (las hubo también, pero disfrazadas de accidentes,
decesos en prisión o de salida "ilegal" del territorio), utilización de
las turbas en los siniestros "actos de repudio" para asustar y golpear a
los opositores, redes de chivatos en los barrios, las empresas o las
escuelas, etcétera.

El factor insular ha facilitado la labor de los aparatos represivos. Y,
a diferencia de la mayoría de los países árabes, el régimen cubano no ha
permitido el desarrollo de internet. Hace poco, se instaló un cable de
fibra óptica submarino entre Venezuela y Cuba, pero su uso está
reservado a la gente de confianza del Gobierno. Los demás (apenas 16% de
la población) tienen acceso a una red censurada y muy lenta. Internet se
ha convertido en un asunto de seguridad nacional en La Habana, incluso
antes de que las redes sociales contribuyeran a acelerar la caída de las
dictaduras en Túnez, en Egipto y, menos, en Libia. Por esto no sorprende
la condena a 15 años de prisión impuesta a Alan Gross, ese ciudadano
estadounidense acusado de haber traído a la Isla teléfonos de alta
tecnología que permiten el acceso a Internet sin pasar por la red estatal.

Los hermanos Castro están en la lógica de cualquier régimen totalitario:
no ceder en nada sustancial para conservar el poder absoluto. El despido
escalonado de cientos de miles de empleados, que el Estado ya no puede
pagar por falta de recursos, o las licencias para abrir pequeños
negocios privados son medidas destinadas a ganar tiempo. No son el
resultado de una voluntad política que busque el bien común para una
sociedad agobiada por las penurias y humillada por sus propios dirigentes.

http://www.ddcuba.com/cuba/7387-inmovilismo

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