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Saturday, January 09, 2010

La generación del desencanto

Publicado el viernes, 01.08.10
La generación del desencanto
By ALINA FERNANDEZ REVUELTA

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, dijo hace poco que le preocupa que
el socialismo o la revolución sean un referente lejano para la juventud
cubana. Desconozco el pedigrí académico del canciller, pero si estudió
en Ciudad Escolar Libertad (antiguo cuartel de la tiranía batistiana)
seguro que lo mandaron a San Nicolás de Bari en su primera Escuela al
Campo, una disciplina educacional novedosa que consistía en mostrarnos a
los niños lo dura que era la vida del campesino.

Hacinados en barracones sin condiciones higiénicas, apenas luz, y mucho
menos comida, contábamos las horas de aquel experimento interminable.
Seguro que por allí estuvo Bruno, con unas botas rusas que le llenaron
los pies adolescentes de ampollas muy adultas, vestido por cortesía del
Estado, con camisa y pantalón de mezclilla china, color caca invernal de
Shangai, el color que marca mi infancia y, seguramente, la del novel
canciller Bruno. Seguro que cuando vio gusanos en el arroz que le daban
para comer, se sintió tan asqueado como yo. Casi veo su silueta perdida
entre las decenas de literas de saco, huyendo de un violador temido.

Puedo afirmar todo esto, cual si fuera el alter ego de Bruno, porque el
canciller y yo, además de ``coterráneos'', somos ``coetáneos'', y dudo
que nadie en nuestra generación olvide esa niñez uniformada de un color
que ni siquiera es definible.

Después de haber formado parte de aquel experimento nacional para crear
al Hombre Nuevo, al Hombre de Vanguardia, dudo que haya una generación
en Cuba que le gane en desencanto a la nuestra. Al menos, nosotros
tuvimos botas rusas, mezclilla china, arroz chino, juguetes chinos,
bicicletas chinas, ají relleno búlgaro y manzanitas polacas. Y de alguna
forma nos convencieron de que teníamos que estar agradecidos. Los niños
no sabemos perder nada, como tampoco sabemos ser dueños de nada. Estoy
segura de que la condición de niño la compartió el Canciller conmigo
casi al mismo tiempo; que formamos parte de la misma manada.

El canciller alguna vez fue joven. Se decantó de su condición de
conejillo de Indias a base de esquizofrenia o de puro oportunismo,
porque no se puede ser cincuentón en Cuba y tener la memoria tan corta.
Pero es probable que Bruno me esté juzgando a su vez a mí, y afirme que
me convertí en gusana por obra y gracia de la metafisica del Imperio,
que nos llena los ojos de bienes materiales, adivinen de dónde: ¡de China!

Así que no me siento muy autorizada para rebatir los argumentos de don
Bruno. Lo que sí puedo contar es que tengo una hija que como a los 14
años descubrió la Iglesia. Corrían los 90 y Cuba era un salto al vacío
después del abandono de la Madre Soviética. El ruso se convirtió en
lengua prohibida. Para ese entonces, a los jóvenes no se les interrumpía
el curso escolar por dos meses y medio para experimentar la vida
campesina porque las escuelas ya estaban en el campo desde hacía años.
Las botas rusas se fueron con los tovarich, los uniformes escolares
cambiaron de color. Las manzanitas polacas desaparecieron con el campo
socialista. Sólo los gusanos del arroz siguieron siendo los mismos. El
socialismo era un error semántico en la vida diaria.

Si uno quiere saber qué piensan los jóvenes cubanos, puede hacer una
travesía por su tracto intestinal. O por su espíritu: algunos como mi
niña buscaron a otro Dios que no fuera el barbudo sempiterno. Otros,
como el hijo que podría tener el canciller Bruno, habrán buscado la
alineación en un ejército fallido. Creo que los que no creen en Dios
tienen más capacidad para creer en la vida eterna. ¿Acaso algunos
terroristas no creen en que decenas de vírgenes los esperan en el más
allá después de detonar una carga homicida?

No fue mi hija quien me pidió auxilio para salir de aquella inercia. Se
la ofrecí yo misma. Logramos escaparnos. Después de todo, el Hombre
Nuevo de Fidel Castro acabó como sus experimentos genéticos: nadie tiene
idea de adónde fueron a parar las razas vacunas que creó en los 60, F1,
F2 y F3.

Por eso mismo, tal vez nadie vaya al rescate del hijo potencial del
canciller Bruno. Ni de ningún otro joven en la isla. Que Dios ayude a la
juventud cubana: tendrá que hacer lo mismo que hace la de estas tierras,
y de las demás tierras: buscarse la vida y lo que es más, buscarle un
sentido y vivirla plenamente.

Comentarista radial cubana. Reside en Miami.

ALINA FERNANDEZ REVUELTA: La generación del desencanto - Columnas de
Opinión sobre Cuba - ElNuevoHerald.com (8 January 2010)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/story/623827.html

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