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Monday, January 11, 2010

Dos conceptos de represión

Publicado el lunes, 01.11.10
Dos conceptos de represión
By ALEJANDRO ARMENGOL

Una y otra vez se repite que la razón por la cual el sistema comunista
--o la versión castrista del mismo-- no se ha derrumbado en Cuba es la
represión absoluta existente en el país. Al mismo tiempo, se asocia esa
represión a los hermanos Castro. Cuando éstos desaparezcan, así lo hará
gran parte del miedo que su régimen inspira a la población.

Sin embargo, lo ocurrido en Cuba durante más de 50 años se aparta de
esta óptica en blanco y negro.

Una de las razones que ha permitido a los hermanos Castro mantenerse en
el poder es la capacidad para no ejercer una represión integra o
absoluta, salvo en los momentos en que se han visto seriamente
amenazados. Dejar abierta una puerta de escape a los opositores, siempre
que existiera esa posibilidad, y anticiparse a las situaciones límites
fueron dos de sus mayores habilidades.

Durante la ``primavera negra'' del 2003 --y voy a referirme a lo
ocurrido entonces para citar un caso relativamente reciente-- el régimen
castrista condenó con toda severidad a 75 disidentes, y también ejecutó
a tres simples ciudadanos que habían secuestrado una embarcación en el
intento de salir del país, no por un afán represivo indiscriminado y
generalizado, sino para impedir el desarrollo de una situación que en
poco tiempo lo obligaría a tener que ejercer una represión masiva,
desplegar un rigor mucho mayor.

Esto no libra al gobierno cubano y a sus dirigentes de culpa alguna. Es
simplemente un intento de conocer mejor la naturaleza del mecanismo
empleado por el gobierno cubano para permanecer en el poder por tanto
tiempo.

La explicación de la represión como profilaxis no debe verse como un
atenuante de ésta. Mucho menos asociarla a una justificación de las
largas condenas y los fusilamientos ocurridos ese año y a lo largo de la
existencia del proceso revolucionario. Pero la maquinaria intimidatoria
que ha permitido la permanencia de un régimen por más de medio siglo no
puede ser denunciada en términos tan simples.

El segundo error de análisis, que con frecuencia ocurre, es hacer
depender esa maquinaria de control de la función de uno o dos protagonistas.

Es cierto que la muerte de Fidel Castro sacará a relucir una serie de
expectativas, que por muchos años la mayor parte de la población, y de
la dirigencia alta y media del país, han mantenido a la espera. Pero no
hay que ilusionarse y pensar que éstas se canalizarán de inmediato, lo
que tendría como resultado un cambio total de la situación imperante en
la isla.

En primer lugar porque hay mecanismos establecidos que van más allá de
la obediencia a un tirano: parcelas de poder, privilegios y temores
sobre el futuro. En segundo, porque no hay el desarrollo de una
conciencia ciudadana empeñada en una transformación democrática.

La realidad cubana, en su forma más cruda, es la tragedia de la ilusión
perdida. El primero de enero de 1959 fue el día en que el ciudadano se
creyó dueño de su destino y terminó encerrado, preso de sus demonios y
de los demonios ajenos. A partir de entonces se inició un proceso que
alentó las esperanzas y los temores de los pobres y de la clase media baja.

A unos y otros les dio seguridad para combatir su impotencia y les
permitió vengarse de su insignificancia. Pero al tiempo que nutrió el
sadismo latente en los desposeídos, y les brindó la posibilidad de
ejercer un pequeño poder ilimitado sobre otros, intensificó su
masoquismo. De esta forma, quedó establecido el principio de la
aniquilación del individuo por el Estado, mediante el afianzamiento de
un sistema que alienta el oportunismo porque no posee principios.

Con una población que mayoritariamente no había nacido o se encontraba
en la infancia ese comienzo de año de 1959, el país está formado por
ciudadanos que han vivido bajo el doble signo del poder de un padre
putativo, dominante y despótico. Aunque también sobreprotector y por
momentos generoso. Es el Estado cubano, que se ejemplifica y concreta en
una figura, un hombre, un gobernante.

Padre al que se ha tratado no sólo de complacer en ocasiones, sino de
obedecer siempre. O al menos de aparentar obediencia.

ras la épica engrandecida hasta el cansancio de la lucha insurreccional
y los primeros años de confrontación abierta, se abrió paso una
obligación repetida, generación tras generación, de servir de puente a
un futuro que se definía luminoso.

En lo cotidiano, más allá del discurso heroico repetido a diario, lo que
por décadas ha imperado en Cuba es el aburrimiento: el trabajo
productivo y la guardia nocturna con el fusil sin balas. Desde el punto
de vista psicológico, se descartó primero el derecho a la adolescencia
--el afán de la rebelión-- y luego se transformó el principio de la
realidad que rige la adultez por una simulación infantil. Ese detener el
tiempo transformó a muchos cubanos en eternos niños.

El concepto de que la libertad actúa como un valor fundamental de
motivación en cualquier pueblo --con independencia de credo, cultura,
historia y origen--, cuya formulación mejor aparece en The Case For
Democracy, de Natan Sharansky y Ron Dermer, ha demostrado ser más un
ideal que parte de un análisis de la realidad. Las secuelas de la
envidia, el odio y el delito compartido por muchos años serán difíciles
de arrancar.

aarmengol@herald.com

ALEJANDRO ARMENGOL: Dos conceptos de represión - Columnas de Opinión
sobre Cuba - ElNuevoHerald.com (11 January 2010)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/v-fullstory/story/625503.html

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