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Saturday, May 03, 2008

El último tranvía

CRÓNICA
El último tranvía
Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El 29 de abril de 1952, en el
turno de la madrugada, el tranvía número 388 realizaba su último viaje,
poniendo fin a casi 90 años del servicio de transportación a base de
este tipo de vehículo.

La vida y peripecias del tranvía comenzaron el primero de junio de 1862
al quedar inaugurado el primer tramo que uniría a los caseríos de la
Víbora y Luyanó con el Carmelo, en la zona del Vedado. Al acto
asistiría el gobernador Don Francisco Domínguez, Duque de la Torre.

Estos primeros armatostes que rodaban sobre rieles eran movidos por tres
caballos y conducidos por un cochero el cual trabajaba de uniforme y
gorra de plato con visera de concha de yarey, provisto de un látigo o
fusta para despabilar a las bestias en el trayecto de 56 kilómetros de
recorrido.

La población los identificaba con el nombre de "carritos' y advertía su
aproximación por el tintineo de las campanillas o cascabeles que
colgaban del cuello de las bestias.

Años después los carritos de tracción animal fueron sustituidos por
otros a vapor que paulatinamente se iban diseminando, al abrir nuevas
rutas y recorridos con trenes de dos o tres vagones movidos por una
locomotora. Fue el primer tranvía de tracción no animal que tuvo el
país. Los capitalinos, con esa fértil imaginación con que casi un siglo
después bautizaron al "camello", dieron en llamarles "cucarachas".

Pero los tranvías, tal y como los conocieron los que hoy pertenecen a la
tercera edad, hicieron su aparición en el año 1900 y un año después, en
marzo de 1901, fue inaugurada la primera línea de tranvías eléctricos
como una novedad llamada a transformar la fisonomía de nuestra capital.

Las principales vías de nuestra ciudad y otras calles secundarias se
animaban con una febril actividad renovadora, llenándose de cables
eléctricos, líneas férreas y estaciones terminales o paraderos donde
fluía la corriente del comercio y destellaba la chispa cultural del
cubano en toda su diversidad.

Treinta y dos rutas garantizaban un eficiente servicio de transportación
con estaciones terminales en el Vedado, Cerro, Carlos III y Víbora. La
fuerza expansionista del tranvía por la periferia daba lugar a sitios
tan representativos y originales como el "Crucero de la Playa" donde
hoy se cruza la Avenida 31 de Miramar con la calle 44. Allí se
encontraban las líneas que venían del Vedado y de la Habana con las que
regresaban de Marianao y la Playa de la Concha. Allí, según mi tío, iba
por las mañanas a saludar desde el andén, a su amor imposible. Una bella
marianense de ojos achocolatados y cabellos de sol. De paso aprovechaba
para comer cremitas de leche al precio de un centavo cada una que, según
él, eran las mejores de la Habana.

Ya en la década del treinta del siglo pasado empezaron a tomar fuerza
los autobuses y algunos años después competían con éxito. Económicamente
era bien costoso para la Havana Electric Railway Company tener que
costear los gastos de mantenimiento del tendido eléctrico y de las
líneas férreas. Por otra parte los nuevos vehículos automotores eran
más rápidos y confortables y más a tono con la modernidad. Esta y no
otra fue la causa real de la desaparición del tranvía.

Al final de los años cuarenta se inició una enérgica y voluminosa labor
constructiva para desenterrar los rieles, reconstruir las calles y
desmantelar todo el tendido de alimentación eléctrica. Aquella sociedad
desprovista de los recursos técnicos de hoy, sin trabajo voluntario ni
comités de defensa; sin planes quinquenales ni trabajadores sociales
pudo acometer aquella enorme tarea en un tiempo record.

Era el término del tranvía cuyo nacimiento fue traído de las manos del
progreso y cuyo final corría a cargo de esas mismas manos que un día le
dieron vida. Era el inevitable paso de la prosperidad cuya veloz carrera
barre obstáculos y sepulta frenos en su inexorable movimiento que sólo
admite un sentido: el futuro.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/may08/01cronica5.html

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