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Wednesday, May 07, 2008

Cuando enterraron la libertad de expresión

Cuando enterraron la libertad de expresión

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El 12 de mayo de 1960, al año
y cinco meses del triunfo revolucionario caía, victima de los afanes y
propósitos totalitarios, el decano de la prensa escrita cubana, el
Diario de la Marina.

Ese día, un reducido grupo de periodistas del diario y algunos de sus
trabajadores ocuparon los talleres situados en el edificio de Prado y
Teniente Rey seguidos de una turba fanatizada al grito de "paredón para
los traidores". Su director, José Ignacio Rivero, se había refugiado el
día anterior en una embajada.

La edición del siguiente día convocaba al "entierro simbólico" del
rotativo, que partiría desde el Capitolio Nacional hasta la escalinata
universitaria. Una muchedumbre azuzada por la propaganda oficial
escoltaba el féretro representativo del periódico al grito de "Paredón",
"Viva Fidel", entre otras consignas. Desaparecía así, al conjuro de
aquella multitud manipulada, el periódico más antiguo del habla
castellana en su aniversario 128.

Al régimen recién instalado le resultó bastante fácil acabar con el
Diario de la Marina a pesar de ser el más leído en Cuba y uno de las más
importantes y prestigiosos del continente. Su historia y su actitud se
prestaban a la manipulación y a la demagogia patriotero-populista.

Nació en 1832 como un órgano de divulgación de los intereses de España y
en los albores de la gesta independentista pasó a ser dirigido por el
asturiano Nicolás Rivero, quien le impregnó el sello conservador,
católico e hispanófilo que siempre le caracterizó.

Como era de esperar durante la guerra de independencia apoyó a los
españoles y se alegró de la muerte de Antonio Maceo. Ello era lógico
tratándose de un periódico cuyo director y consejo de redacción estaba
compuesto por españoles. Pero aún más, la simpatía hacia el poder
colonial era por aquel entonces una opción política, no una
monstruosidad como a veces se quiere mostrar. Pro españoles fueron los
cubanos autonomistas y nadie duda del patriotismo de muchos de ellos.
Cuba necesita limpiar, no sólo sus calles y el entorno, sino también su
historia.

Ya en la república y durante la intervención norteamericana llamó a la
reconciliación entre cubanos y españoles, lo cual le ganó simpatías y
acrecentó su prestigio, en ascenso desde que favoreciera al gobierno
autonomista implantado en Cuba a partir del 1ro. de enero de l898.

Durante la dirección de José Ignacio Rivero, hijo del difunto Nicolás,
paso a editar un suplemento vanguardista con el propósito de renovar las
artes y las letras cubanas.
Fue precisamente en el Diario de la Marina, aunque resulte
contradictorio, donde el lector criollo supo de autores soviéticos y de
intelectuales izquierdistas famosos. En sus páginas escribieron
connotados comunistas cubanos como Rubén Martínez Villena y Juan
Marinello. Otros de la talla de Jorge Mañach y Ramiro Guerra
encontrarían un espacio de expresión sin otro compromiso que no fuera
comunicar ideas y propósitos. Aquí el entonces joven poeta camagüeyano,
Nicolás Guillen, se hizo famoso con su colección de poemas "Motivos del
Son", por lo que la poesía llamada "negrista" tiene una deuda de
gratitud con el defenestrado rotativo.

A diferencia de otros diarios de la república, siempre fue fiel a su
posición conservadora; no conoció desviaciones oportunistas; no se plegó
a las dictaduras de Gerardo Machado ni de Fulgencio Batista; no fue una
publicación sensacionalita ni adicta a la crónica roja o a los chismes
de sociedad. Tenía un estilo sobrio de decir que nunca apelaba al
epíteto degradante o a la descalificación individual; armas con las que
los comunistas le asestaron un golpe tan letal como alevoso.

Pudiera reprochársele a la dirección del periódico sus simpatías por el
fascismo cuando aún no aparecía manchado por sus crímenes; pero, cuántos
pueden, al respecto. lanzar la primera piedra? Recuérdese que para no
pocos las figuras de Hitler y Mossolini, al inicio de sus carreras,
concitaban simpatías ante el supuesto "desorden" y "anarquía" del
sistema democrático.

Lo verdaderamente irónico es que los jueces más acérrimos hayan sido y
sean, precisamente, aquellos que glorificaban y adoraban a Stalin y a la
Unión Soviética y aún los siguen adorando, aunque en silencio.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/may08/07cronica5.html

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