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Saturday, May 10, 2008

Apuntalar murallas

Apuntalar murallas

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Un politólogo opositor
valoraba como irreversibles los cambios iniciados en Cuba por el
gobierno del general Raúl Castro. Agregaba que "al conceder ciertas
libertades económicas y eliminar prohibiciones absurdas el heredero de
Fidel Castro apuntala la dictadura populista, pero la desmantela poco a
poco. A él le quedan cinco o seis años en el poder, tiempo suficiente
para preparar un aterrizaje suave en la democracia".

Raúl Castro está demasiado comprometido con el régimen creado por el
Comandante en Jefe, del cual fue piloto automático durante medio siglo.
Como ministro de las Fuerzas Armadas y segunda figura del estado, el
gobierno y el Partido Comunista es tan responsable del desastre nacional
como su propio hermano. Tiene a su favor el hecho de ser más laborioso,
organizado y responsable que su antecesor; pero no es un demócrata ni un
renovador, sino un anciano que intenta esquivar el naufragio y ganar
legitimidad dentro y fuera del país.

Nada esencial ha pasado todavía. Todo sigue bajo control estatal: las
cárceles, la represión, las amenazas a los opositores, las consignas
patrioteras, la doble moneda y hasta el fantasma del enemigo. Raúl
Castro continúa el retablo del castrismo como un titiritero que baja el
precio de las entradas para conservar el tinglado.

Hasta ahora, los "cambios estructurales" se reducen a la entrega de
pequeñas parcelas improductivas, la venta de equipos electrodomésticos,
el acceso de los cubanos con divisas a los hoteles y la firma de varios
pactos internacionales. Son medidas para desparasitar al régimen,
mejorar su imagen, diezmar la corrupción y crear expectativas.

El resto lo pone la esfera del reloj; mientras los aliados de Europa,
China y Venezuela envían sus limosnas y los cínicos, los escépticos y
los oportunistas aplauden "la transición cubana".

Raúl Castro no ignora el presente pero sigue anclado en el pasado. Su
Consejo de Estado parece un Consejo de Guerra. Los mismos ancianos
uniformados y dos o tres figuras de corcho ejecutan las decisiones. Con
golpes teatrales no se cambia un país. Nadie renuncia a la platea del poder.

Los ancianos sólo cambian cuando los hijos y los nietos les imponen el
retiro. Si la oposición pacífica no presiona desde abajo y les mueve el
piso mediante actos palpables, los burócratas del castrismo gobernarán
veinte años más en nombre de la patria, la revolución y el socialismo.

La élite encabezada por Raúl Castro no va a negociar con una oposición
que no mueve a las masas. Por eso controla, denigra, reprime y hasta
encarcela a sus líderes más destacados. Si éstos se conforman con
denunciar las violaciones de los derechos humanos y exigir demandas al
gobierno que las niega, seguiremos en punto cero.

Las cosas no ocurren por si solas. El castrismo toca fondo, carece de
ideas renovadoras pero es incapaz de negociar. El miedo a perder el
poder lo paraliza. El sucesor de Fidel Castro es soberbio y excluyente.
Para él, el otro no existe. Tal vez no pueda gobernar como lo hacía el
Comandante, pero sabe atenuar el descontento popular con algunas medidas
y promesas. El resto depende de la propaganda oficial, la represión, la
dependencia del estado y de la actitud que asuman los opositores.
El general Castro no busca un aterrizaje en la democracia. Las élites no
se suicidan en el poder. Apuntalan las murallas para destejer el tiempo
y adentrarse en el horizonte.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/may08/09cronica4.html

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