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Thursday, August 09, 2007

El problema racial en Cuba

TRIBUNA: ÓSCAR ESPINOSA CHEPE
El problema racial en Cuba

ÓSCAR ESPINOSA CHEPE 09/08/2007

En el proceso de involución general existente en la sociedad cubana
desde hace años, no han faltado perniciosos efectos sobre la situación
racial. La forja de la nacionalidad, acaecida fundamentalmente en el
siglo XIX al calor de la lucha conjunta por la libertad de blancos y
negros, hizo que los problemas raciales fueran menos críticos que en
otras latitudes, a pesar de que la esclavitud del negro duró
institucionalmente hasta 1886.

Con la instauración de la república, a inicios del siglo XX, se
reforzaron los pasos hacia la integración racial. No obstante, se
mantuvieron diferencias a favor del blanco en cuanto a riqueza y poder,
basadas en que la población negra y mulata procedía de los estratos más
humildes, en última instancia descendientes de antiguos esclavos, así
como en prejuicios alimentados por tanto tiempo de explotación esclavista.

De todas formas hasta 1959 muchos intelectuales, profesionales y
artistas negros fueron ejemplo de progreso, aunque realmente las vías
para alcanzarlo eran generalmente más arduas que las enfrentadas por los
blancos para lograr iguales posiciones. Los mejores clubs y sociedades
recreativas eran únicamente para blancos y, en sectores importantes,
como la banca, no resultaba fácil encontrar a personas de piel más
oscura, a pesar de leyes anti-racistas dictadas con posterioridad al
proceso de cambios sociales iniciados en 1933.

Con el triunfo de la revolución, en 1959, la retórica de los nuevos
dirigentes políticos a favor de la igualdad racial promovió esperanzas
de obtener una sociedad más justa. Las playas, las sociedades y las
escuelas acogieron a todos, con amplias perspectivas para el acceso a la
educación y el trabajo. Esto fueron factores que granjearon apoyo a las
fuerzas que asumieron el poder por parte de la inmensa mayoría de los
cubanos.

En su primera etapa, el nuevo Gobierno tuvo avances en la lucha contra
los prejuicios raciales. Los buenos propósitos no siempre pudieron
cumplirse. Si las escuelas y muchos centros de estudios se nutrieron
ampliamente de mulatos y negros, así como tuvieron mayor espacio para la
actividad deportiva y acceso a la recreación, los progresos no fueron
iguales en el disfrute de viviendas decorosas o en la elevación del
nivel de vida, lo que también afectó a toda la población, a pesar de la
enorme ayuda económica recibida del bloque soviético hasta 1989.

De todas formas, negros y mulatos estuvieron entre los sectores que
mayor apoyo rindieron al régimen, en función de la propaganda oficial
dirigida a presentarse como defensor de los estratos más humildes de la
sociedad cubana. Por eso, hasta esa fecha, el por ciento de cubanos con
piel más oscura que se asentó en Estados Unidos fue significativamente
minoritario; hoy, estimada en alrededor del 15 % del total.

Cuando ocurrió la pérdida de las subvenciones de la Unión Soviética y
Europa del Este, y en Cuba se produjo la crisis económica más aguda de
su historia, los negros y mulatos fueron los más golpeados, por ser los
menos preparados económicamente para enfrentar la crisis a causa de las
desigualdades no superadas y por constituir el sector poblacional con
menos familiares en el extranjero y, en consecuencia, con menores
ingresos provenientes de las remesas. En el país esa ayuda es vital,
pues resulta imposible vivir con un salario promedio mensual equivalente
a alrededor de 17 dólares, según fuentes oficiales.

Con una crisis tan prolongada en modo alguno debe sorprender que en las
atestadas cárceles de la isla la abrumadora mayoría de los internados
sean negros y mulatos, lo que tuve el privilegio de apreciar durante mi
cautiverio en la Prisión Provincial de Guantánamo, el Reclusorio de
Boniato en Santiago de Cuba y el Combinado del Este en La Habana.

Tampoco debe sorprender que en las casas de vecindad, cuartearías y
solares, donde malvive hacinada un alto porcentaje de la ciudadanía, los
mulatos y negros sean sustantivamente mayoritarios. Resulta comprensible
que estas condiciones sean poco propicias para el desarrollo de la
virtud y el desenvolvimiento intelectual de los seres humanos, a pesar
de discursos y alegatos favorables a la integración racial.

Según el último censo (2002), el 65,0 % de los cubanos son blancos, el
10,1 % negros y el 24,9 % mestizos. Estos porcentajes pudieran no ser
exactos, teniendo en cuenta lo que se aprecia en las calles en cuanto a
una proporción mayor de los dos últimos grupos raciales. Tampoco se
corresponden con quienes ocupan cargos de dirección política y
administrativa, en su inmensa mayoría blancos, lo cual es tan evidente
que el general Raúl Castro lo ha señalado en varias ocasiones.
Paradójicamente, la sociedad en Estados Unidos, tan criticada en Cuba y
que en 1959 tenía una situación racial más compleja que la cubana, en
los últimos 50 años ha progresado en términos relativos mucho más, con
una actuación relevante de negros en todos los campos, como Collin
Powell, Condoleezza Rice, y Barack Obama, por méritos propios y no como
sucede en Cuba en ocasiones "escogidos" únicamente por razones
propagandísticas.

El problema racial existe y aumenta con la crisis. Está concatenado con
la compleja y difícil situación presente en la sociedad cubana desde
hace años, sin visos de solución. Como muchos otros graves problemas,
sólo podrá ser resuelto en una sociedad que goce de entera libertad y
respeto a los derechos humanos; cuando sean eliminadas las ataduras
impuestas por un sistema centralizador, dogmático y disfuncional
impuesto al pueblo cubano.

El comienzo de la solución del problema racial es una tarea de todos los
cubanos, en el marco de una indispensable reconciliación nacional por
encima de diferencias ideológicas, y de otro tipo, sobre la base de que,
como dijera Jose Marti: "Cubano es más que blanco, más que mulato, más
que negro".

Óscar Espinosa Chepe es economista y periodista independiente cubano.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/problema/racial/Cuba/elpepuopi/20070809elpepiopi_4/Tes

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