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Wednesday, January 17, 2007

Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo

A debate
Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo

miércoles 17 de enero de 2007 17:08:00

"La casualidad no es, ni puede ser, más que una causa ignorada de un
efecto desconocido". (Voltaire)

"La verdad nunca daña una causa que es justa". (Mahatma Gandhi)

Hay que afinar, o ampliar, la mirada para estar en condiciones de
realizar lecturas del suceso en un espacio global; proponer que la
práctica se dirija en direcciones que, por lo común, arrojan resultados
contradictorios tanto como complementarios. Trabajar hacia adentro del
país, su Historia, devenir cultural, sistema social, dispositivos
ideológicos, estructuras de control, espacios de circulación de opinión
o negociación, sistema educativo (por todo lo que tiene de creación de
tradiciones, canonización de hechos o figuras), problemáticas locales o
de cualquiera de las muchas capas humanas que conforman la totalidad.
Desplazarnos hacia la relación con el afuera, en tanto los países son
parte de entramados regionales al mismo tiempo que del espacio mundial
de las naciones, pertenecen a organismos de todo tipo, defienden allí su
autonomía e identidad, sus políticas internas y proyectos con vecinos o
países distantes, enfrentan conflictos o enconadas enemistades.

Durante varias semanas la televisión cubana ha estado transmitiendo las
sesiones del coloquio titulado Fidel: memoria y futuro (ya va por el
fragmento número 22 de esa celebración, que tuvo lugar durante el mes de
diciembre pasado y duró varios días). Una reunión sorprendente, pues —en
vida— se realiza sin la presencia de la figura a cuyo alrededor tiene
lugar la asistencia; desde meses antes Fidel Castro se encuentra en
período de recuperación de una enfermedad grave y, pese a todo tipo de
especulación durante los días previos al coloquio, terminará por no
asistir al evento, aunque bien puede decirse que lo preside desde lejos.

Vale la pena recordar que el Coloquio, con una asistencia de más de
3.000 personalidades, constituyó una manera de razonar el devenir del
socialismo cubano, así como de establecer la necesidad y deseo de su
continuidad. A reserva de que haya sucedido otra cosa en los salones,
las sesiones transmitidas por la televisión hablan de un país estable,
homogéneo alrededor de su historia, inmerso en luchas de supervivencia y
desarrollo, una sociedad sin heridas o fracturas que elabora un futuro
de ideales compartidos, y donde, por encima de las diarias dificultades
de la vida, la felicidad es estandarte común.

En otro escenario de esa misma televisión, y justo por los mismos días
de la transmisión del coloquio, un olvidado ex funcionario del mundo de
la cultura, es invitado a ser la figura central de un programa (titulado
Impronta y con una duración de cinco minutos) cuyo objeto, como el
nombre indica, es hacer un rápido homenaje (casi un recordatorio) a
aquellas personas que han dejado una huella importante en la cultura
nacional. El funcionario se llama Luis Pavón Tamayo y, aparte de libros
de poemas de escasa relevancia y su obra periodística, hace su verdadera
contribución en términos administrativos durante los años que dirigió el
Consejo Nacional de Cultura (1971-1975).

Al día siguiente, aparece un breve correo electrónico donde un escritor
joven comunica su indignación por el homenaje, ya que ese antiguo
funcionario es exactamente quien, al frente del organismo que entonces
dirigía, instrumentó la política represiva que, en el sector de
escritores y artistas, es comúnmente identificada bajo la denominación
"quinquenio gris". Después de esto, y durante ya más de una semana,
decenas de mensajes electrónicos son enviados dentro de la comunidad de
los escritores cubanos; al inicio en el interior de Cuba, pasados pocos
días con la participación de otros que ya no residen en el país.

II

En realidad, lo sucedido es una suerte de avalancha caótica cuya mejor
explicación es un estado de ira exaltada: una persona comienza con el
envío de un mensaje a varios destinatarios; un pequeño grupo responde
con rapidez y la comunidad de lectores los identifica como una suerte de
líderes a quienes mandar, a su vez, nuevos mensajes de apoyo;
finalmente, un nuevo grupo, esta vez de cubanos viviendo fuera del país,
se suma al conjunto. Las primeras firmas indican que la mayoría de los
integrantes del circuito son escritores, sobre todo aquellos que hoy
tienen más de 60 años y que padecieron en carne propia aquellos desmanes
de los que acusan al ex funcionario Pavón; esto se puede comprobar en el
mensaje donde Arturo Arango, uno de los que más rápido suma su voz al
rechazo, se pregunta si acaso los más jóvenes (él mismo pasa de los 50
años) no van a participar del intercambio.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

* Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo 17/01/2007
* Indignación intelectual (IV) 17/01/2007
* Las crisis de la baja cultura 16/01/2007

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Cuando, finalmente, comiencen a participar integrantes de dicho grupo
interpelado, las consecuencias se tornarán dramáticas; personas que eran
niños cuando tienen lugar los hechos de los cuales se hace responsable a
Pavón, resulta que pueden relatar iguales, parecidos o emparentados
sucesos en sus vidas de adultos. Dicho de otro modo, establecen una
sólida línea de continuidad entre el ayer que alguien trató de limpiar,
con el frustrado homenaje al ex funcionario, nuestras vidas presentes e
incluso hay quien extiende la conexión hasta la vida que a nuestros
hijos les espera.

Para colmo, en el transcurso del intercambio, van siendo descubiertos
hilos que conectan el "affaire Pavón" con otras acciones que, en semanas
o meses anteriores, han tenido lugar en la televisión cubana: la
invitación a Francisco Serguera, antiguo director del organismo, a una
entrevista donde asegura no arrepentirse de nada; la entrevista (en otro
programa) a Armando Quesada (quien fuera subordinado de Pavón, a cargo
del mundo teatral cubano, y a quien se acusa de haber ejecutado la
política de "parametración") e incluso la mención (como una fecha
histórica digna de recordar) del Primer Congreso Nacional de Educación y
Cultura, del año 1971, de donde brotaron las directivas políticas para
el tratamiento de la presencia de homosexuales en los predios educativos
y en la vida cultural cubana a lo largo de la década, todavía con
profundas consecuencias hasta hoy.

El grupo de los cubanos viviendo fuera de su país merece destaque
aparte. Son más agresivos, emplean la ironía y la burla (contra la
comunidad de escritores a la que, en fecha todavía bien reciente,
pertenecían), algunos —al tiempo que se asombran y critican silencios
anteriores— felicitan que haya ocurrido una repulsa tan unánime y, sobre
todo, exigen responsabilidades políticas. No se conforman con una
crítica al ex funcionario Pavón, sino que piden seguir los hilos del
poder y rastrear, hasta sus últimas consecuencias, las conexiones de
Pavón en el entramado político cubano de la época. Dado que, además,
extienden la atmósfera de esos setenta hasta el presente, la aceptación
de sus planteos prácticamente implica la necesidad de una revisión de la
historia de la cultura nacional en el período revolucionario.

III

Es difícil extraer reglas de algo que no es sino un intercambio caótico
donde nadie es el centro y en el que el principal interpelado no ha
respondido, así como tampoco cualquiera de quienes puedan compartir sus
ideas acerca de cómo tratar los problemas de la cultura cubana (desde el
punto de viste de alguien que la dirige y administra). En realidad, más
allá de una conversación que alguien contó, ni siquiera sabemos qué
puede pensar Pavón de sus años de funcionario en el terreno de la
cultura o sus actuales valoraciones sobre el estado global de esa
cultura (de la cual, al menos como periodista, poeta e investigador,
continúa siendo parte).

Ahora bien, puesto que en un momento de los intercambios uno de los
participantes (Arturo Arango) introduce una digresión en el argumento
central (llama a tener una mirada balanceada, pues la televisión también
celebra la concesión del Premio Nacional de Ciencias Sociales al
ensayista marxista Fernando Martínez) y puesto que otro de los
participantes (Desiderio Navarro) se siente aludido y responde dando
continuidad a la digresión, es justo precisar que tanto digresiones como
respuestas —entre los participantes y ya no en dirección a Pavón— son
posibles.

Si esta regla mínima es cierta, junto con el catálogo de prácticas de
violencia cultural que han salido a escena, como en una erupción, igual
es cierto que nadie de entre los participantes las ha contestado; dicho
de otro modo, si bien es factible que no conozcan la realidad última de
los episodios narrados o que los hayan escuchado mencionar siquiera, tal
parece que —mediante la permanente actualización de un saber y una
memoria compartidos— los aceptan como verosímiles. Atenuadas o
activadas, según se les necesite, las prácticas de violencia son
componente estructural del universo en el cual estas personas
desenvuelven su cotidianeidad, son parte del "juego".

Por otra parte, aunque los participantes del intercambio son escritores
y artistas, no pocos de los episodios que exponen se refieren a la vida
de cualquiera (demonización de un tipo de música, prohibición de llevar
pelo largo, pantalones cortados por la policía, internamiento u
hostigamiento a homosexuales sólo por su identidad sexual, etcétera);
otros episodios (censura de libros, de concursos, autocensura a la hora
de realizar la obra artística, etcétera) son ya propios del campo cultural.

Lo interesante aquí es unir ambos catálogos y hacer que la figura
resultante intercepte (podemos considerar que esta figura es la del
saber y memoria compartida) con el retrato de nación que brinda el
coloquio al inicio mencionado, ya que —luego de cumplir con la tarea— el
último más bien resulta una fantasía política compuesta con destino a
una determinada audiencia externa al país. Por una elemental demanda de
coherencia, es necesario que la audiencia del tal discurso sea externa,
pues ¿cómo imaginar que un sector de la sociedad (en sentido amplio, y
dada la extensión del catálogo, la sociedad completa) celebre y se
felicite de su propia herida?

IV

Es importante, en este punto, plantear una operación delirante (hablar
en abstracto cuando ya casi parecía que íbamos a concretar
responsabilidades y nombres) y colocar aparte dos cosas que el coloquio
unifica: los liderazgos de la Nación y el retrato que de ella se brinda.
Si esto es así, entonces hay que aceptar que es no sólo un retrato
edulcorado, sino falso en no poco grado y bastaría para demostrarlo la
cantidad de dolor que ha fluido en apenas una semana de intercambios
electrónicos entre un pequeño grupo de escritores y artistas que,
después de todo, no alcanza el medio centenar de personas.

Visto desde otro ángulo (el de las posibilidades), no podemos siquiera
imaginar lo que sucedería, lo que subiría a la superficie si, en lugar
del estrecho circuito de estos intercambios, el proceso de revisión de
este dolor es realizado, de modo abierto, en los más diversos medios de
comunicación, centros de enseñanza, organizaciones políticas o sociales,
si creciera hasta convertirse en un "tema" de debate en la sociedad
cubana actual.

Claro que esto nos obliga a plantear el tema de la responsabilidad. ¿Qué
hacer con Pavón, el funcionario que estructura un dispositivo de control
y represión de la diferencia a nivel de todo un país, pero de quien no
queda otra huella? No existen libros que recopilen sus discursos, ni
tampoco sus ensayos sobre el tema que sea; su periodismo está lo
bastante disperso como para dificultar su seguimiento o contiene tan
pocas ideas que, en general, no existe su pensamiento, sino que es,
desde el punto cualquiera que se le juzgue, un ejecutor.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

* Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo 17/01/2007
* Indignación intelectual (IV) 17/01/2007
* Las crisis de la baja cultura 16/01/2007

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En términos históricos, un esquema hace tiempo planteado por Hannah
Arendt en su célebre estudio sobre el juicio a Adolf Eichmann (de donde
nació la idea sobre la "banalidad del mal"): el funcionario modesto que
es modelo de dedicación y honestidad; que jamás se opone a ordenanza
alguna de la superioridad, sino que más bien se adelanta a desplegar las
acciones que satisfacen aquello que él interpreta como los deseos de un
abstracto "mando" (que, aunque tiene su figura mayor en un líder
concreto, también está fragmentado en disímiles figuras colocadas en un
nivel superior) y cuyo único defecto es que pone el absoluto de su
energía al servicio de una idea horrible.

Pero, incluso dando por hecho que la idea haya podido surgir únicamente
en la mente del funcionario (con lo cual sólo serían sus cómplices
quienes, a lo largo y ancho del país, están dispuestos a cumplirla, con
fervor en no pocas ocasiones), ¿qué hacer con sus pares o superiores
jerárquicos en el aparato y cómo evaluarlos? Y, esta vez a mayor
profundidad, ¿dónde están las ideas que se opusieron a aquella que
tomaba carne en el funcionario ejemplar? No sólo dentro del "mundo de la
cultura" (que, en un primerísimo lugar, padecía la arremetida), sino muy
especialmente fuera de él y, sobre todo, en el interior del aparato de
administración y político.

Dicho de otro modo, ¿qué estamentos de la sociedad (e insisto en que,
sobre todo, del aparato de administración y político) se opusieron al
despliegue de control y represivo? ¿Cuáles personalidades sociales,
"cuadros" de dirección, departamentos u oficinas y en qué nivel
jerárquico se encontraban? ¿Cuáles fueron sus destinos? ¿Cuáles los de
quienes padecieron los efectos del dispositivo?

Dada la extensión del dispositivo (medios de comunicación, centros de
enseñanza y mundo de la cultura, como mínimo) hasta abarcar el país
entero, es natural suponer que los efectos fueron padecidos por toda la
población, sólo que aquí se impone considerar la presencia de
gradaciones, pues la consecuencia tiene que ser más grave en tanto mayor
sea la desviación respecto a aquello que se supone norma; o sea, que
habrá personas (muchas) que consideren que o bien los hechos del
catálogo no existieron, o ni siquiera los rozaron en sus vidas particulares.

Esto, matemáticamente aceptable, conduce —sin embargo— a un razonamiento
todavía más grave y de complejo entretejido, pues obliga a imaginar
sujetos que "ignoraban", a quienes pareció normal la no existencia en
Cuba de jóvenes con pelo largo y vestidos a la moda occidental, que
escucharan música cantada en idioma inglés (sobre todo el rock), que
leyeran a autores no santificados por la porción más "oficialista" de la
institución literatura, que manifestasen orgullo de sus creencias
religiosas o que viviesen sin conflictos en el espacio público
identidades sexuales alternativas.

Dicho de otro modo, si el conflicto existió (y existió), la única forma
de apelar al beneficio de la ignorancia es haber sido parte del
dispositivo represivo, ya sea por ser uno de sus diversos eslabones
(aquellos que aplicaban las directivas o vigilaban su cumplimiento) o
por manifestar entonces una sustancial falta de solidaridad con los
castigados (bien por compartir el despliegue del dispositivo, bien por
simple miedo a también terminar siendo parte o acomodamiento por estimar
que no es el problema de uno). Puesto que, pensando estadísticamente,
los individuos-eslabones deben de haber sido en puridad una cantidad
menor, hay que haber ido reduciendo la relación con el entorno hasta
prácticamente la relación con uno mismo para así poder estar seguro de
que realmente ignora; es decir, hay que haber callado ante el problema
del vecino de barrio, familiar cercano o lejano, compañero de trabajo o
simple conocido.

Esta marca ejemplar de insolidaridad es uno de los efectos más dañinos
de tiempos como los aquí comentados. Tampoco olvido que, para cualificar
a quienes padecieron, es imprescindible sumar un elemento más en el
análisis: el hecho de que la legislación cubana impida que cualquier
ciudadano abandone el país si antes no dispone de un "permiso de
salida"; no es un dato gratuito, pues implica que los parias del
universo diseñado por el ex funcionario estaban imposibilitados (como
opción para no sufrir) incluso de abandonar el país si así lo deseaban:
eran, en toda la extensión de la palabra, víctimas.

Cultura (publicaciones, sistemas de premio, espectáculos, eventos y
exhibiciones artísticas de todo tipo), Enseñanza (programas de estudio,
libros de texto, condiciones para la permanencia o acceso a este o aquel
nivel), Medios de Comunicación (temas tratados, circulación y —más que
nada— la posibilidad de plantear no ya opiniones alternativas, sino
simplemente matizadas alrededor de los elementos básicos que
conformarían el núcleo ideológico de la estructura represiva), Aparato
Político-Administrativo (directivas, decretos, leyes o modificaciones de
la ley, rutinas de funcionamiento durante la resolución de problemas,
prácticas de interacción respecto a planteos o demandas de la
ciudadanía) y Espacio Público (condiciones para su uso, conductas
estigmatizadas o estimuladas, introducción de nuevos sentidos o
reformulación de tradiciones) son la llave.

Lo principal aquí es elucidar si el período, bajo cualquiera de sus
denominaciones ("pavonato", "quinquenio gris", "época represiva",
etcétera), fue el resultado de la enunciación y puesta en práctica de
políticas enunciadas por un hombre (archiresponsable) o si (como los
datos —la universalización de determinadas prácticas de control y
represivas— permiten sospechar) se trató más bien de la puesta en
práctica de una política de Estado, de un proyecto de Nación e
ingeniería humana propio del contexto de la Guerra Fría.

Aquí es fundamental analizar y develar el tejido de relaciones de esa
particular área de la vida cubana dirigida por el ex funcionario con el
resto de las áreas que conforman el aparato administrativo, político y,
en general, de dirección del país; un análisis que no puede sino abarcar
la refracción y efectos de las ordenanzas en los niveles más bajos, así
como el modo en que la "superioridad", las cumbres del aparato, sabían
de ellas, las controlaban, estimulaban o rechazaban.

Hasta tanto la investigación (en particular, la realizada en Cuba) no se
proponga (o le sea posible) avanzar en todos estos campos, permanecerá
siendo un agujero negro el entorno del ex funcionario, cada vez menos
importante como él mismo; esto es verdad, en tanto gana en importancia
la necesidad de comprender el diseño global del dispositivo y su manejo
desde escalones superiores (al punto de que cualquier búsqueda de
culpables palidece ante lo formidable del dispositivo mismo y sus
consecuencias hasta hoy). Señalo esto último porque la pretensión de
encontrar culpabilidades exactas, también puede funcionar como la trampa
que obligue a una movilidad infinita en la telaraña de la administración
y los estamentos y estructuras políticas; es decir, que junto con la
pregunta en un sentido positivo (¿quién fue, enunció, definió, aceptó,
estimuló, premió o hizo?) habría que también plantear lo contrario
(¿quién concedió, calló, disuadió, falseó, ocultó?).

Aún borrando nombres, por piedad o con el deseo de proteger, el proponer
ambas series de preguntas en un sentido meramente operacional (¿cómo fue
que se…?) puede generar respuestas de interés. En caso contrario, para
que las preguntas terminen en Pavón, tendríamos que aceptar la ridícula
premisa de que él consiguió dirigir el sector de "la cultura" como
cabeza de una suerte de gobierno paralelo del país e incluso en este
caso debiéramos de preguntar cómo pudo hacerlo y dónde estaba el
gobierno real.

Ahora bien, eso a lo que hemos denominado el "catálogo" abarca mucho más
que el particular período de Pavón y, en realidad, amenaza con
convertirse en una cantidad temporal tan larga como el tiempo de vida de
la Revolución cubana hasta el presente (vuelvo a insistir en el hecho de
que ninguno de los "hechos" ha sido, al menos hasta ahora y dentro del
intercambio de mensajes, refutado). Se ha hablado de represión por
motivos de identidad sexual (lo cual, entre nosotros, abre el camino
hacia los años de la UMAP (1965-1968); "Quinquenio gris" (1971-1975,
aunque algunos proponen iniciar el período desde antes y extenderlo
hasta comienzos de los ochenta) y luego una larga cadena de "hechos" que
llega justo hasta los días que corren.

Dando como una realidad la aceptación, por parte de los participantes,
de la existencia del citado "catálogo" (que, igualmente repito, parece
reunir momentos lo suficientemente verosímiles como para que nadie los
haya descartado con rapidez), entonces tenemos que agregar un nuevo y
mucho más agrio elemento a los análisis a realizar: la continuidad de
las prácticas del denominado "pavonato", que incluso anteceden a la
aparición del propio Pavón; cosa ésta última que significa, en realidad,
el carácter constitutivo de dicha práctica a la cotidianeidad del
socialismo cubano.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

* Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo 17/01/2007
* Indignación intelectual (IV) 17/01/2007
* Las crisis de la baja cultura 16/01/2007

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V

Condenar la aparición televisiva de Pavón (como una figura digna de
elogio por su trabajo dentro del campo cultural) en un intercambio de
correos electrónicos es simple e incluso elemental, aunque no implica
que no sea imprescindible también. Enlazada su presencia a la de otros
personajes que fueron dirigentes durante la misma época, por más que
pueda ser efecto de casualidad o imprevisión, es también un mensaje o un
guiño en varias direcciones; a la Historia pasada y futura, a la
ciudadanía que ve regresar —de modo subrepticio e incluso sin poder, por
desconocimiento, identificarla— una de sus pesadillas y, finalmente, a
la alta dirección del país.

Sería pecar de ingenuo hasta la idiotez si se desconoce la extraña
situación que vive Cuba, ahora, cuando su figura líder falta de la vida
pública hace más de medio año por motivos de salud; contexto donde, de
pronto, empiezan a reaparecer antiguos funcionarios que parecían
olvidados, gente a cuyo alrededor había una especie de pacto de
silencio. Estaban, pero tan poco se hablaba de ellos que hasta ha habido
quien ahora, en mitad del intercambio, se sorprende de que continúen
trabajando en puestos de responsabilidad e incluso que estén vivos.

La tremenda frase de Voltaire ("La casualidad no es, ni puede ser, más
que una causa ignorada de un efecto desconocido") nos convoca, sin
embargo, a continuar todavía más hondo. ¿Qué puede significar la
aparición de este grupo de cuadros de mando de un ejército desaparecido?
Por más que haya mensajes del intercambio que intentan convencernos de
que "todo es igual", es una verdad auto-evidente que la vida del país ha
cambiado (y mucho) con respecto a la atmósfera represiva de aquellos
setenta; claro que se me puede responder que el cambio sólo sirve para
introducir la continuación, bajo nuevas formas, de la misma e idéntica
atmósfera represiva anterior, mas aunque sea se puede conceder que los
signos exteriores cambiaron.

Puesto que con la anterior directiva del país parecía haber el acuerdo
de que "lo Pavón" viviera, hasta físicamente desaparecer, en una suerte
de "perfil bajo", ¿cuál otro destinatario puede tener el mensaje que no
sea la directiva actual? Como recientemente escuché, imaginando un muy
turbio escenario, habría la posibilidad de un juego posicional de poder
o pequeño clamor traducible a un marcial: "¡las tropas están listas!"
(claro que para un presunto regreso). Siguiendo la broma, y dentro de un
alcance mayor, quedaría entonces como tarea lo más interesante,
localizar aquel sector que nunca dejó de cepillar los caballos y
planchar con almidón el traje con entorchado guardado en el escaparate
para el instante del retorno; no sólo los "viejos", sino la fusión de
esta ala dura con los nuevos de hoy que, en el fondo, comparten
idénticas ideas sobre los modos de gobernar (en verdad, disciplinar) una
Nación y la vida de sus habitantes (que, por esencia, dejan de ser
ciudadanos dentro de proyectos semejantes).

VI

Conviene ahora imaginar una posibilidad bien distante, viajar al otro
lado del globo y que alguien —que no nos conozca— despierte de su sueño
y nos lea; es un aborigen australiano que está aprendiendo el idioma
español, tal vez ni siquiera sepa muy bien dónde, con exactitud, se
encuentra Cuba, no tiene emoción particular alguna respecto a nuestras
vidas. Simplemente nos lee, somos texto ante sus ojos, debe de enfrentar
dos series de significado que corren en paralelo e intentará formar una
opinión sobre eso; en una carrilera va el país de la celebración
oficial, en otra el de la queja de sus intelectuales y hay varias
preguntas: ¿qué es aquel (este nuestro) mundo? ¿cuáles sus leyes de
funcionamiento? ¿qué vale o no de él? ¿puede ser cambiado lo que no vale
y cómo?

Si supongo esta posibilidad medio disparatada es para que el traspaso de
un límite nos revele lo que realmente está en juego con esta "rebelión"
de los intelectuales, esta puesta en escena del dolor que —por primera
vez en muchísimo tiempo— no sólo ha tenido lugar, sino que se ha ido
abriendo, cada vez más, a campos en los que tal vez no se pensó durante
los primeros mensajes; en este punto llamo la atención sobre que alguno
de los mensajes llama a controlar el ámbito geográfico que debiera de
abarcar el circuito (sólo dentro de Cuba) y que otro explica la no
participación de quien lo escribe con el argumento de no dar armas al
enemigo externo.

Más allá del particular período del denominado "pavonato" o sus efectos,
lo que se encuentra en juego es el juicio sobre la vida (cultural y
social) en el universo de la Revolución cubana, desde sus orígenes y
hasta hoy. Pudiera parecer un acercamiento sumamente extremo, pero si
una de las series opera como negación tácita del esplendor u opacidad de
la otra, ¿cuál visión tener finalmente? (por ejemplo, ¿qué preguntas
esperar de nuestro aborigen australiano el día que nos conozcamos
personalmente?)

Si bien la indignación ante el homenaje al ex funcionario Pavón es
justa, la aspiración a impedir cualquiera otro episodio semejante en el
escenario de la televisión cubana (y, por extensión, medios de difusión
masiva del país) deja el raro regusto de los sabores ambiguos; uno se
siente incómodo aplicando, al antiguo funcionario, las mismas directivas
que éste, en el pasado, promulgaba. A fin de cuentas, por mucho dolor
que haya podido ocasionar, no se trata de Adolf Eichmann organizando la
"solución final" dentro de la cual murieron millones de judíos y seres
humanos de otras nacionalidades durante la Segunda Guerra Mundial (en
este punto, y esto es importante para el ser humano, corresponde pedir
perdón a Pavón por el uso excesivo de su nombre, ya que sólo fue una
pequeña figura dentro de la marea que contribuyó a desatar y administrar).

Dicho de otro modo, imaginando una posible tabla de gradación del dolor,
la sociedad puede permitirse el lujo de que estos ex funcionarios
aparezcan, pero también tiene que tener y estimular (sobre todo lo
último) espacios donde las actuaciones dañinas para la comunidad sean
criticadas. En este sentido, el episodio recién sucedido es ejemplo de
la inmadurez del sistema institucional cubano (sus medios masivos de
comunicación y, muy especialmente, su aparato político) en lo que toca a
la mera existencia de la crítica (que no sólo es señalar si un producto
artístico es "bueno" o "malo") y del debate público sobre temas
sensibles para la vida nacional (en verdad, casi sobre cualquier tipo de
tema). Es sabido que aquí, justo en este punto, va a surgir el argumento
de que "no es el momento", "no están creadas las condiciones" o
cualquiera otro semejante (que, por demás, los de mi edad venimos
escuchando desde la niñez y ya durante casi medio siglo), pero entonces
vale la pena revisar la idea que nos propuso Gandhi cuando afirmó que
"La verdad nunca daña una causa que es justa".

De las demandas iniciales de los que enviaron mensajes va a quedar muy
poco: no va a haber disculpa pública de la televisión (o sea, de sus
directivos) y sólo la UNEAC va a emitir una declaración dirigida a sus
miembros (como si el "pavonato" y sus consecuencias hubiesen sido sólo
cosa de escritores y artistas); a ninguno de los afectados (que con
tanta vehemencia enviaron mensajes electrónicos) le va a ser concedida
la más grande tribuna nacional para explicarse. La ofensa es enorme y la
satisfacción diminuta. Las revisiones posibles a la historia nacional
(incluso a ese pequeño período del "pavonato") van a permanecer
confinadas a ámbitos académicos, asambleas de gremios o publicaciones
sectoriales. El llamado a un nuevo silencio viene junto con la promesa
de no repetir viejos errores (para los cuales, también, existe el cómodo
expediente de más tarde denominarlos "deformaciones") y el dolor va a
seguir guardado como resultado de la renovación del pacto social. A
resultas de ello, el problema falso (la aparición del ex funcionario en
las pantallas televisivas nacionales) va a sepultar el problema real (la
forma de solidaridad y activismo que este intercambio de mensajes
propone, la necesidad de que los problemas medulares de la vida nacional
sean objeto de debate público y, sobre todo, el contenido mismo de los
mensajes: el catálogo).

VII

Para el final dejo una opinión más personal. Creo que todos hemos
padecido eso que en Pavón apenas encontró su nombre, somos sus hijos y
sus víctimas. El mismo hecho de que un asunto de tanto tamaño quedara
confinado al intercambio entre menos de cincuenta personas (cuando lo
que dirimen es uno de nuestros más dañinos pasados y legados nacionales)
es tan buena como cualquiera otra prueba donde se le quiera analizar; lo
mismo el hecho de haber optado por mantener el silencio cuando tan
sencillo (y justo) era ofrecer una disculpa y, mejorando las cosas,
aunque sea pedir perdón.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

* Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo 17/01/2007
* Indignación intelectual (IV) 17/01/2007
* Las crisis de la baja cultura 16/01/2007

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Pavonato no es sino uno de los tantos nombres que toman el
autoritarismo, la violencia, el miedo, la hipocresía, la doblez, la
emocionalidad y otras cualidades dañinas cuando se trata de dirigir
masas humanas. Policía cortando cabellos largos y zafando pantalones
demasiado estrechos, gente dispuesta a vigilar si escuchabas "música
americana" y "emisoras extranjeras", si en el techo de la casa tenías
una antena capaz de sintonizar las televisoras "del Norte", hostilidad
contra los creyentes religiosos de cualquier denominación, contra la
homosexualidad masculina o femenina, contra las escrituras "raras",
fueron el alimento de mi niñez y juventud. No poco de ello está igual de
vivo hoy, a veces bajo nuevas y sutiles formas, además de que, al
crecer, continuamos aprendiendo y sumando elementos a ese catálogo
oscuro (censuras, autocensuras, visitas indeseables, abierto miedo).

Muchas demandas de las planteadas en los mensajes permanecen sin
respuesta, dada la solución por la cual se optó; por tal motivo quiero
manifestar mi total solidaridad con el bello mensaje enviado por Reina
María Rodríguez a propósito de la "desactivación" de Antonio José Ponte
como miembro de la UNEAC. Igual me interesa aplaudir la honestidad de
Francis Sánchez, quien planteó una pregunta medular, que hasta ahora
tampoco nadie ha respondido: ¿cuándo, en qué momento de la historia
cubana fue que a los intelectuales les dejaron de interesar las
cuestiones sociales? ¿cuándo fue que no opinaron acerca de problemas
colocados más allá de la estética? ¿cuándo, desde la posición que fuera,
dejaron de participar en los conflictos más graves de sus respectivas
épocas? (a lo que, en rigor, debiera de agregarse una más: ¿dónde está
el espacio para que lo hagan?).

A pesar de su magro resultado, si de algo sirve este intercambio de
mensajes es para comprobar que la opinión, la conexión y la solidaridad
son necesarias y posibles. Tenemos, después de todo, que volver a
conocernos, interesarnos y aprender a responder los unos por los otros,
muy especialmente esto último. Tenemos familia, amigos, tenemos hijos,
no estamos discutiendo un asunto puntual, sino nada menos que el destino
de todos ellos; en el caso de los hijos, el país que les vamos a
entregar y el horizonte de vida que pueden esperar, dentro del cual van
a ser personas con esperanza y sueños o sofocados por nuevos miedos.

La intolerancia, la renuncia al diálogo, la neutralización de la
diferencia en el espacio público, la autocensura, la intocabilidad del
funcionario, la sacralización de la directiva, la simulación, la
adulación, son todos componentes del "efecto Pavón". Porque hay que
entender lo cultural en una dimensión más profunda que la pertinente al
objeto artístico, como ámbito donde la especie humana desarrolla su vida
y la transforma; en este sentido, el despliegue de un catálogo de
prohibiciones es, también, una forma de fabricar cultura, pero de la
obediencia y la pasividad.

Aquí vale la pena volver a las historias personales —por ejemplo, de los
de mi edad— y recordar que no es que un grupo de prohibición/sanciones
fueran diseñadas y aplicadas para un determinado grupo social que se
apartaba de una supuesta norma, sino de los que, como yo, nacíamos
dentro de un universo de prohibición y miedo. ¿O acaso alguien imaginó
que, porque éramos dulces pioneros de escuela, no teníamos vecinos,
amigos, familiares envueltos o arrollados de uno u otro modo por
aquello, que tratando de "limpiarnos" (desde un punto de vista
metodológico, el superobjetivo tradicional de estas prácticas es
construir "futuros luminosos") no nos iban también a contaminar?

De este modo, ni siquiera la justificación de que tales no hayan sido
los objetivos primarios de tales políticas exculpan de sus efectos y
todavía, al parecer durante más tiempo aún, vamos a seguir viviendo
dentro del "efecto Pavón", puesto que cada nuevo fallo de dirección y
renuncia a la crítica abierta lo actualiza. El espacio público es la
clave de todo. Lo fascinante de una Revolución es que libera fuerzas que
superan cualquier idea inicial que se tuviera de ella, pero si no puede
soportar la discusión de sus problemas, entonces no merece ese nombre.

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