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Wednesday, January 03, 2007

Nuestro amado infierno

Nuestro amado infierno

Yosvani Anzardo Hernández

Bitácora Cubana, 3 de enero de 2007 - Holguín, Cuba

El infierno no es un lugar para el castigo, sino un espacio para la
convivencia. Y hasta me atrevo a asegurar que su diferencia fundamental
con el paraíso no sea que el uno es malo y que el otro es bueno; que en
uno impera el odio y en el otro el amor. O que al primero se va como
castigo y al segundo se llega como premio. No señores, la diferencia
radica en la forma en que se asimila en ambos la felicidad humana.

La anterior convicción la adquirí interactuando e intentando comprender
a la gente de mi pueblo. Por qué permitimos tanta humillación y durante
tanto tiempo. Cuando se me acabaron los argumentos intentando justificar
el por qué de esta gran estafa suciopolítica, encontré a Sor María, una
monja colombiana que vive en el pueblo de Cueto, en el oriente del país.
Cuenta esta santa señora que existió una monjita piadosa y caritativa
como no había dos. Y empeñó toda su vida en ayudar a los demás. Por eso
cuando murió, el señor la trajo, bueno no, la llevó al paraíso, porque
entiendan que yo escribo desde el infierno.

La pobre monjita se sentó en un rincón y allí permaneció todo el día
visiblemente triste. Los Ángeles no entendían su desventura, pues ella
había ganado la morada del señor. Y entonces Dios la mandó para el
infierno, donde la noble monja enseguida se puso en acción, y comenzó a
socorrer a todos los que ella creía que necesitaban de su ayuda y donde
evidentemente, sería feliz.

Desde entonces creo que es cierto: no sólo cada cual tiene lo que se
merece, sino que cada cual merece lo que desea, y creo que a la vez esto
constituye uno de los mayores peligros humanos: Cuidado con lo que
deseas, porque se puede convertir en tu castigo.

Los cubanos nos quejamos a diario de nuestras desdichas, pero muchos
confían en que otros vendrán a resolver nuestros problemas.
Afortunadamente, cada vez es mayor el número de personas que consideran
lo contrario, y comienzan a confiar en el poder, de los que poco, o nada
tienen.

A menudo recuerdo lo difícil que es dejar de ser esclavo. No porque
difícil sea eliminar al amo, sino porque nuestros más peligrosos
enemigos somos nosotros mismos. Y sobre todo cuando nos negamos a
entender que más allá de nuestra frontera el mundo existe y los hombres
ríen.

Los habitantes de este país siempre preguntan a los que vienen del
extranjero qué cómo es el mundo afuera. Como si hablara con
extraterrestres. Y sobre todo, casi siempre lo hacen con la esperanza de
oír cosas malas del mundo, para así justificar nuestra cobardía. Y
cuando no escuchamos lo que deseamos, preferimos pensar que nos están
tratando de engañar.

A mi no me sucede, porque si no estuviera convencido de que soy
extraterrestre, creería que soy cubano.

http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3690

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