2007-01-05
Oswaldo Yáñez, Periodista Independiente
Queridos Reyes Magos:
Espero que mi misiva les llegue a tiempo. Tardé un poco en pasarla a
limpio pues estuve ayudando a unos pajes suyos a proveer algún detalle
para unos niños, que por no tener, no tenían ni con que escribirles una
carta. Estoy seguro de que acertaremos pues para quien nada tiene, ni
espera, solo la sorpresa es ya un regalo suficiente. El envoltorio de
amor es lo que importa, no su contenido.
Majestades, les escribo desde el malecón de San Cristóbal de La Habana.
Sí, donde tuvo que venir el Beato Juan Pablo II para que nos devolvieran
la Navidad. He leído un cuento en el que robaban la Navidad pero ningún
escritor vaticinó jamás en la realidad que vivimos a diario.
No me atrevo a pedirles nada, así que les contaré lo que hace falta y
ustedes en su infinita sabiduría proveerán lo que les sea posible.
Necesitamos que salgan de los penales los periodistas independientes,
los disidentes pacíficos, los defensores de los derechos humanos y en
definitiva todos los injustamente encarcelados.
Se necesita que a los que trabajan en los penales cubanos les impartan
un curso acelerado de amor y respeto al prójimo; si les traen carbón no
se darán por aludidos.
También nos hace falta un gobierno provisional para liderar una
transición a una democracia real en Cuba que nos conduzca a unas
elecciones plurales, libres y con sufragio universal.
En definitiva, lo que más falta hace es que los cubanos recobren la
Esperanza:
La de los padres, de dejar que los niños sean solo eso y no un
instrumento revolucionario.
Para que los niños crezcan libres, sanos, fuertes y despreocupados
de la necesidad.
Esa que no tienen para ir a trabajar porque saben que con ello no
podrán resolver.
De que pronto podrán trabajar por su cuenta.
Para poder viajar libremente sin que miren en un librito si fueron
buenos o malos.
De expresar sus creencias religiosas y no ser perseguidos por ello.
Para creer que un día podrán tener acceso libre a Internet.
La de poder recibir la visita de su familia que se fue lejos porque
no tuvo otro remedio.
Una que ya muchos no tienen, encontrar carne y poder pagar su precio.
Para subir a un camello sin esperar tres horas y poder sentarse y
respirar aire puro.
La de unos estudios que enseñen y no adoctrinen.
Que el trabajo voluntario salga del corazón y no de la obligación.
La de la visita del galeno para curar, a los minutos de llamarlo.
De encontrar en la farmacia lo que el galeno nos recetó.
De que los huracanes y el Aedes pasen de largo.
La lista podría no tener fin por lo que me atreveré por último a
pedirles que siembren de amor todos los corazones para que puedan
cumplir los mandamientos que el Niño Dios que ustedes adoraron enseñó a
sus discípulos y se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas
y a tu prójimo como a ti mismo.
Si germina la semilla que ustedes siembren nos permitirá a todos los
cubanos, los de aquí y los de acullá, iniciar un camino de amor que nos
conduzca por la senda de la libertad al edén de la convivencia en paz y
fraternidad.
Me temo, Majestades, que no se hayan construido todavía unas alforjas en
las que quepa todo lo que hace falta para paliar nuestras necesidades,
pero solo me queda confiar en su infinita sabiduría para que los
presentes lleguen a buen fin si ustedes nos consideran dignos de ser
acreedores de ellos.
Bueno, Majestades, les dejo, debo resolver un dulce para dejarlo junto a
mis zapatos que lustraré nada más llegar y les dejaré en la puerta. No
podrán pasar mucho más adentro pues no cabrán. No pido nada para mí pues
ustedes saben que otros lo necesitan más que yo. Así que solo vengan a
por el dulce y no se demoren en repartir todo lo demás, en verdad que
falta hace. Ustedes bien lo saben, falta hace.
Muchas gracias.
Acti labores iucundi.
Las tareas ejecutadas son agradables.
Ciudad de La Habana.
A cinco de enero del año de la inminente Libertad para los Cubanos.
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